Irene Villa
Recuerdo y celebración
Pensábamos que era imposible vivir así y ya han pasado 20 años. Sevilla, y España entera, lloró y se manifestó contra una banda terrorista que acababa de cometer uno de los crímenes que jamás olvidaremos y que quedaron en la retina de los enfermeros, policías, periodistas, amigos y vecinos que vieron en el suelo, ya sin vida y cogidos de la mano, al matrimonio formado por Alberto Jiménez Becerril y Ascensión García Ortiz. En pleno éxito laboral, él, concejal, teniente de alcalde y hombre de confianza de la alcaldesa Soledad Becerril, ella, procuradora de los tribunales, ambos treintañeros, tenían tres hijos de 4, 7 y 8 años. Iban a por él, pero los etarras decidieron matar también a la mujer para evitar sus gritos y que pudiera reconocerles. Los otros gritos, los de llanto, de dolor, impotencia, incomprensión... de sus tres hijos, obligados a vivir sin papá y sin mamá, los del resto de su familia, los de todo un país conmocionado, no les importaron en absoluto. Nos dejaron de nuevo el alma helada, sin aliento, pensando en otra familia rota marcada por el sufrimiento.
El veinte aniversario de este doble asesinato, día por cierto de la Paz, ha coincidido con el 50 cumpleaños de nuestro querido Rey Felipe VI, de quien quiero destacar su cercanía, cariño, entrega, preparación y buena energía, como la que siempre nos transmite la Reina Sofía. Le conocí en Mallorca, muy joven, amante del mar y la vela. Después tuvimos su apoyo en los congresos internacionales de víctimas del terrorismo, volcándose con cada familia y con palabras de aliento y de cariño para todos. Hace casi tres años nos recibió en la Zarzuela a miembros y patronos de mi fundación, se interesó mucho por nuestros proyectos y quiso probar nuestra flor dulce de Navidad que con tanto esmero han aprendido a elaborar chavales con discapacidad intelectual. Muchas felicidades Su Majestad y que siga defendiendo la pluralidad, el respeto a la Constitución y recordando la más injusta y cruel parte de nuestra historia.