Angel del Río
Razón de SER
Ana Botella fue delegada de Medio Ambiente antes que alcaldesa. De aquella época, guardo el recuerdo personal de su desvelo y preocupación por los temas medioambientales, la sostenibilidad, y especialmente, la lucha contra la contaminación atmosférica y por la calidad del aire que se respira en Madrid.
Por todo ello, en su época de delegada fue donde se hicieron los mayores avances, se introdujeron importantes correcciones en las ordenanzas correspondientes y se activaron los mecanismos para el cumplimiento, con creces, de las normativas europeas en materia de medio ambiente para las grandes ciudades.
Cuando se emprende una cruzada contra la contaminación atmosférica, el gran enemigo a batir es el dióxido de nitrógeno, producido por los vehículos. Desde los años setenta del siglo pasado, cuando Madrid empieza a tener los primeros episodios preocupantes de contaminación atmosférica, se estudian medidas para amortiguar la incidencia del tráfico en la calidad del aire, sobre todo teniendo en cuenta que por aquella época, el parque automovilístico era muy contaminantes, debido a que no se había desarrollado una tecnología «limpia», tanto en la fabricación como en la elaboración de los carburantes. En el año 1981, siendo alcalde Enrique Tierno, se llegó a barajar la posibilidad de cerrar al tráfico de vehículos privados, o limitar el paso de éstos, en el centro de la ciudad, cuando los niveles de contaminación así lo aconsejara. Durante el mandato de Álvarez del Manzano, volvió a plantearse la cuestión, pero el alcalde era partidario de establecer otras medidas, antes que coartar la libertad de circular por el centro, y puso en marcha el sistema de parquímetros para limitar el impacto y acabar con la doble fila, decisión impopular, pero que enseguida dio sus frutos. En la etapa en la alcaldía de Ruíz Gallardón, éste meditó muy seriamente cerrar definitivamente el centro de la ciudad al tráfico privado, pero no se atrevió con una medida tan arriesgada, y optó por hacerlo en zonas concretas, como el barrio de las Letras o el de Lavapiés, quizá a modo de experiencia piloto. Ahora, Ana Botella insiste en esa batalla, anuncia restricciones a la circulación de vehículos privados cuando se eleven los niveles de contaminación, y pone en marcha un nuevo modelo tarifario en la zona SER, en función de la antigüedad del vehículo y de la zona en la que se aparque. Pese a la polémica desatada, en los primeros quince días de funcionamiento, el 60 por ciento ha pagado por debajo de la tarifa base, y sólo un 6 por ciento, por encima, lo que demuestra que el nuevo sistema tiene razón de SER. Aún así, esta ciudad está abocada a cerrar un día su centro histórico al coche, y si no, al tiempo.
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