José María Marco

Periódicos

La Razón
La RazónLa Razón

La caída de las ventas de los periódicos está relacionada con los cambios en el acceso a la información: instantáneamente, en cualquier lugar y con posibilidades de variar y comparar. Otro motivo es la fragmentación de la sociedad y del mercado. Antes que nada, la globalización es la capacidad de las personas para definir su propia identidad. Así se abandona cualquier ambición de comprender la realidad según una perspectiva general y a concentrarse en aquello que resulta relevante para su propia forma de ver el mundo. Los periódicos ven así limitados sus compradores a una minoría cada vez más pequeña: en nuestro país, según datos de la OJD y contando sólo los seis grandes periódicos generalistas, una difusión de algo menos de 600.000 ejemplares diarios. Esta minoría tan selecta reproduce la tendencia general a la fragmentación. Muchos de los periódicos que todavía se venden se esfuerzan por responder a la demanda. Más o menos progresismo, más o menos cosmopolitismo, o juvenilismo, pero siempre en el canon postmoderno. En realidad, son productos muy buenos, sin duda, pero cada vez más uniformes, casi intercambiables. Hay otra forma de hacer las cosas. Es dirigirse a un lector generalista, vamos a llamarlo así, no identificado con ninguna de las narrativas minoritarias vigentes y que se sigue esforzando por situarse en una perspectiva de comprensión global. Este lector está convencido que existe lo que se llamaba antes el bien común. Y este resulta asequible a la reflexión –por eso se compra un periódico-, aunque su conocimiento requiere también una dosis importante de sentido común, una cierta confianza en la universalidad de la razón –del ser humano, por tanto– y un grado de escepticismo con respecto a esas formas de vida fragmentadas, que fían la salvación del individuo a formas degradadas de religión y han pasado de la exaltación libertaria al enaltecimiento de la identidad comunitaria. Tal vez eso, el hecho que se dirija a un lector universal, racional y moderadamente escéptico, sin adscripción de minorías –ni siquiera selectas–, es lo que contribuye a explicar que un periódico como LA RAZÓN esté navegando con éxito la marea al parecer irresistible de la fragmentación.