Oporto
Otro lunes
Sofocado el incendio del Madrid con un equipo de bomberos que no salió de entre bambalinas, la palabra se hizo tinta y Casillas cruzó el umbral del Oporto. Pero con algunas cargas, o pesares. Por una cantidad que rondaba el millón de euros la operación estuvo a punto de irse al garete. El acuerdo del viernes, ideal para que Iker se despidiera el sábado rodeado de sus compañeros más próximos, se complicó de tal manera que ese apoyo en un momento tan delicado se redujo a mensajes de 140 caracteres. Casillas luchaba por su dinero y el Madrid, que en tantas ocasiones muestra una generosidad en los pagos que parece un alarde, retrasó el convenio. El equipo emprende la gira y el meta materializa en sala de prensa la metáfora de la soledad del portero. Se va de su casa, le duele, y aborda una aventura que no entraba en sus planes hasta que en 2011 perdió la titularidad en el Trofeo Bernabéu. Pesada carga sentimental en la despedida, lastrada en destino por el amor de madre. La relación de Iker con sus progenitores es fría; pero se arropan cuando las crisis arrecian. Mari Carmen ha puesto tanto empeño que con el capote lo ha abrasado. «El Oporto es un equipo de Segunda B», explica en «El Mundo»; alguien cercano busca un parche: «Quiso decir de segunda fila...». No es el Madrid, desde luego, pero atesora en sus vitrinas dos Copas de Europa. Allí jugará al fútbol, que es lo que quiere, tan seguro como que hoy es lunes, el lunes más extraño en la vida de este mito que a los 9 años empezó a parar en la Ciudad Deportiva. Se aleja del odio irracional que la indecencia espolvoreó sobre su cabeza; se libra de una pesadilla que trascendía de las gradas al papel –también liberado–, como si sus 19 títulos fueran carambolas y lo demás, fallos. Es otro lunes.
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