Martín Prieto
Luz de gas
Hacerle a alguien luz de gas es el equiparable anglosajón al latino hacer la cama o serruchar el piso a quien quieres destruir. Nuestras izquierdas profusas, confusas y difusas, carentes de proyectos entendibles no tienen otro proyecto que hacerle luz de gas al presidente Rajoy por ver de apearle de su equilibrio galaico. «Luz de gas» (o «Luz que agoniza») proviene de la pieza teatral homónima del inglés Patrick Hamilton quien gozó de gran éxito mundial gracias al cine y hoy yace en las librerías de lance. Continúa vivo en Psiquiatría y Psicología por sus incursiones en la inducción a la locura o al suicidio, alimentando la depresión o tristeza maligna, o en el asesinato snob como placebo contra el aburrimiento de personajes ociosos con complejo de superioridad. Iglesias, por cinéfilo, puede saber de qué se trata si ha seguido a Hitchcock o Cukor, pero Sánchez ni habrá llegado al «Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes» del imprescindible Sir Thomas de Quincey. Tras hacer testificar al presidente por los gatuperios de un aprendiz de feriante, los inmediatos datos económicos que apuntan a un cambio de ciclo que podría resultar sostenible han sido recibidos por los que cimentan otro Frente Popular para amistar con Portugal y Grecia con desdenes de damisela o incluso comentarios apocalípticos. En la misma jornada «San» Pedro solo pidió con la solemnidad del asno la dimisión inmediata de Rajoy, y «San» Pablo estimó que no hay otra solución que «echar» a Rajoy de La Moncloa, como si fuera un okupa. Como estos, Hamilton era un comunista sin carnet, sin militancia, compasivo, progre antes de tiempo, y que empleó su fortuna no en socorrer a nadie sino en alimentar egoístamente su enfermedad adquirida. Si alteras o rebajas la intensidad de los quinqués de gas victorianos, o provocas ruidos ominosos en lo que pareciendo un techo es el suelo de un zaguán, desparramarás tinieblas depresivas en tu víctima hasta arrebatarla la pulsión de vivir. La utilería teatral dio para falsos techados lentamente descendentes, las patas de la mueblería serruchadas periódicamente de a poco hasta hacerte creer que es tu cuerpo y tu mente quien se encoge en un mundo que se hace de Liliput. No solo a Rajoy; nos están haciendo luz de gas a todos.
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