Ely del Valle
La Justicia como arma arrojadiza
En un mismo día hemos sabido que Rita Maestre ha sido absuelta por su asalto a la capilla de la Complutense, que la Justicia ha anulado la comisión del Ayuntamiento de Madrid para investigar los últimos años de gestión del PP y que el Supremo ha archivado la causa contra Rita Barberá por su muerte. Son tres noticias que demuestran que hemos pasado de intentar politizar la Justicia a judicializar la política, algo muy propio de un país en el que pasamos de un extremo a otro sin ninguna clase de medida y sin despeinarnos.
A este fenómeno han contribuido todos: los nuevos partidos que han encontrado en el discurso de la corrupción su principal caladero de votos, pero también los viejos, que intentado quitarse el sambenito de encima, han terminado por ser más papistas que el Papa. El resultado es la utilización descarada de los mecanismos judiciales como arma para derrotar al contrario o incluso al compañero, si es que lo que está en juego es el sillón propio.
Basta con acusar a alguien de corrupción para ponerlo inmediatamente en la picota, lugar del que no se suele descender hasta que no se pronuncian los tribunales, que no son precisamente los reyes del velódromo; al mismo tiempo hemos normalizado las comisiones de investigación paralelas, que no dejan de ser una aberración porque en puridad solo se deberían pedir responsabilidades políticas cuando se ha demostrado fehacientemente que ha habido una actuación delictiva o cuando menos, irregular.
Lo peor de todo esto es que todos hemos entrado en el juego hasta el punto que mostrar la más mínima prudencia sobre la presunta culpabilidad de un político nos convierte, automáticamente, en simpatizantes de su opción política cuando no en tan sospechosos como el presunto, algo bastante peligroso porque tan malo es que los jueces obedezcan instrucciones políticas como que los políticos se conviertan en jueces, aunque sea de sí mismos.
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