Impuesto de Sucesiones
El mal cálculo de las sucesiones
Pese a que la jauría digital se apresuró a celebrar el fin en Andalucía del impuesto de sucesiones, la más injusta de las exacciones pues afecta sobre todo a los pobres y grava un bien ya tributado, de las palabras de Susana Díaz no conviene extraer conclusiones apresuradas. Dijo la presidenta en su cortijito preferido, burladero hertziano que la protege de las preguntas del reportero común (y se quejan del plasma de Rajoy...), una cosa y la contraria, mediante esa mala arte retórica que emplean los políticos calculadores: necesita a Ciudadanos para aprobar el presupuesto, por lo tanto sí, pero puede que necesite en breve a Podemos para apuntalar su precaria mayoría, y por consiguiente no. De modo, que el contribuyente permanece colgado de ese eterno tal vez con el que se van cumpliendo ejercicios fiscales sin que la administración regional renuncie a sangrar unos miles de euros por heredar el piso que los abuelos estuvieron pagando toda la vida. La base social del PSOE-A, mientras fue un partido hegemónico, se componía principalmente de personas en edad madura a quienes el post-franquismo y la democracia, y sobre todo su trabajo, habían dado la oportunidad de ahorrar, esa aspiración que los pequeñoburgueses ven todavía reflejada en la posesión de una vivienda. ¿En serio piensan que esos propietarios son todos oligarcas a los que exprimir? La izquierda con aspiraciones de gobierno («útil», se quiere autodefinir ahora) yerra cuando se escora a babor porque ahí es donde pierde las elecciones. Ni el currante que deberá renunciar a recibir lo que le corresponde por falta de liquidez para satisfacer los derechos reales ni sus jubilados progenitores braman en twitter. Pero votan, vaya si votan. Menos community managers y más calle, o sea.
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