José María Marco
El ángel exterminador
Pablo Iglesias llegó para democratizar la democracia de nuestro país. Es el programa de los populistas modernos para unos regímenes liberales que consideran enormes máquinas de falsificación de la representación. Desde 2015, año de su gran estreno en unos comicios, el respaldo electoral del partido ha ido menguando: de 5,2 millones de votos (6,4 junto con Izquierda Unida) está ahora, dos años después, en 3,5 millones, y del 24,4% del electorado, hoy le respalda el 17,5% de los votantes. Es posible que alcance un suelo de en torno al 13%, que es lo que algunos dijimos desde el primer momento que le correspondía, cuando mucha gente veía a Pablo Iglesias al timón de una deriva populista a la venezolana.
En este proceso de decadencia acelerada ha habido errores estratégicos capitales como la entronización de la pureza ideológica en Vistalegre II. También ha habido decisiones confusas, como la de «ni DUI (Declaración Unilateral de Independencia) ni 155», que en realidad ha subrayado hasta qué punto Podemos, bajo capa de juventud, sigue enfangado en los tradicionales problemas de la izquierda española con su nacionalidad. Así se han alienado a unos votantes que están descubriendo la nación política y no tienen por qué sentirse más cerca de los nacionalistas que de su propio país.
Así que Pablo Iglesias, que llegó como un ángel exterminador y justiciero, ha acabado cumpliendo el programa que se le vaticinó que estaba destinado a llevar a cabo: dificultar la posibilidad de gobierno de la izquierda. Sólo en los últimos meses, como ha analizado Lorente Ferrer en estas páginas, el PSOE empieza a recibir votantes desencantados de Podemos. Ahora bien, lo que se esboza si esta tendencia continúa no es una coalición de los socialistas con Pablo Iglesias, una oportunidad perdida hace dos años, sino una alianza de los socialistas con Ciudadanos. En tal caso, verosímil en vista del poco interés que tiene Ciudadanos en dejarse identificar con el Partido Popular, lo que habría provocado Pablo Iglesias es la restauración de una forma de centro izquierda moderado, muy lejos del cataclismo que auguraba la irrupción de los populistas de extrema izquierda tras el 15-M. En los dos casos –bloqueo o renovación de la izquierda– Pablo Iglesias, el alma de Podemos, habrá jugado un papel paradójico.
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