Elecciones generales
Buscando a «Susan» desesperadamente
Es como un avión que pierde altura, con las agujas de cabina girando enloquecidas, sin conseguir eso que se conoce como estabilizar la nave y con claro riesgo de «entrar en pánico». Lo del Partido Socialista está alcanzando cotas históricas de «guerracivilismo» interno que pueden dejar a los tiempos no tan lejanos de las corrientes de izquierda socialista o de los «renovadores» y «guerristas» como partidas de parchís en una formación con ciento cuarenta años.
Ni siquiera se han celebrado unos comicios gallegos y vascos, que, de confirmarse los más recientes sondeos, darían pie a la definitiva apertura de hostilidades, y ya han empezado a saltarle las costuras a una dirección federal que ni está cohesionada en torno a su secretario general, ni consigue ya silenciar como hasta hace pocos días el clamor creciente contra una errática línea de actuación de Pedro Sánchez que parece exclusivamente centrada en su supervivencia en primera persona al frente del PSOE.
La desbandada en ciernes si nadie lo remedia obedece a elementos difícilmente presagiables en el último Comité Federal, ya saben, ese en el que se optó por sublimar la victoria puntual sobre el «sorpasso» como cataplasma frente a la cruda realidad del peor resultado electoral cosechado por este partido y el hecho palmario de que por segunda vez consecutiva se bajaba en número de votos y de escaños con el mismo candidato.
Sánchez, a diferencia de Almunia o Pérez Rubalcaba, no se ha dado por aludido tras un sonoro batacazo en las urnas, y en su caso van ya dos consecutivos. La encrucijada en la que se encuentra el actual PSOE tiene mucho que ver con la ausencia de un verdadero y auténtico plan, ya sea «B» o «C» y sin plazo de ejecución ni a medio ni a largo plazo en una formación a la que se le presume sentido de Estado y voluntad de gobierno. La obstinación por vetar un ejecutivo de la derecha, con independencia de que lo encabece o no Rajoy, no es bagaje suficiente. Fiarlo todo a que la formación adversaria que ha ganado, no amplia pero si claramente, las dos últimas elecciones, cambie de cabeza de cartel es cuando menos presuntuosamente temerario, máxime cuando todo el mundo sabe que el PP jamás aceptará ese trágala. Hace falta algo más que unas ruines cuentas a propósito de las distancias con Podemos y una escenificación negociadora con fuerzas «del cambio» que puede resultar lo más parecida a jugar con fuego y abrasarse.
En la dirección federal socialista cada vez son más conscientes de que el cargo en el partido y hasta el escaño si hay terceras elecciones van a durar muy poco. Nadie quiere enterrarse en vida como los séquitos de los faraones fallecidos y tal vez por ello va aumentando en Atocha el comité de bienvenida a la pasajera que ya ha deshojado su margarita para partir de Santa Justa. Puede que, como Rosanna Arquette en la película, dejen de buscar desesperadamente a su Madonna-Susan y se reencuentren con su identidad.
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