Angel del Río
Barrer para fuera
El gobierno «carmepodemita» del Ayuntamiento de Madrid, no deja de sorprendernos, no deja que nos aburramos. La última ocurrencia tiene que ver con la convocatoria aparecida ayer en el Boletín Oficial municipal, para el acceso al taller de formación y empleo para dinamizadores medioambientales en el marco del proyecto «¡Cuidamos Centro!». Conviene saber que el empleo de dinamizador medioambiental tiene que ver con la limpieza urbana, con la labor de conseguir que las calles de Madrid, en este caso las del casco antiguo, no ofrezcan un aspecto de suciedad como el que presentan actualmente.
Esto podría parecer hasta una buena idea, u ocurrencia, de Manuela Carmena, pero se torna en un hecho inédito cuando llegamos al apartado de los requisitos que se exigen para ejercer el noble oficio de barrenderos, informadores o celadores de la limpieza de la ciudad, varios de obligado cumplimiento, es decir, que los aspirantes deben cumplir alguno de ellos, como tener conocimiento hablado del idioma bengalí, del chino o del wólof.
Esta convocatoria se publicó ayer, y no el 28 de diciembre. Uno, dentro de su limitado conocimiento de la capacitación exigida para este tipo de trabajos, siempre pensó que lo más efectivo para mejorar la limpieza viaria, era emplear el mayor número de operarios posible, y no que éstos supieran manejarse mejor con idiomas exóticos que con el cepillo. Las academias de chino ya estaban haciendo el furor, por ser éste un idioma de futuro, sobre todo en el ámbito de los negocios, pero ahora vamos a asistir a la apertura de academias y cursos por correspondencia de bengalí y wólof.
Madrid siempre ha sido una ciudad abierta a todas las culturas, pero nunca hubiéramos sospechado que el lenguaje de la limpieza se hablara en idiomas exóticos. Desde luego, los que tengan conocimiento de estas lenguas, tiene ya casi un puesto asegurado. Si ya empezamos el año con sorpresas curiosas en el Boletín Oficial del Ayuntamiento de Madrid, en éste 2016 se puede terminar convocando un concurso público de agentes de movilidad que hablen ruso, griego o zahorí, por no ponérselo muy difícil más difícil que a los barrenderos.
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