Lyon
El macronismo se desinfla
La buena estrella que, contra todo pronóstico, llevó al Elíseo hace casi un año y medio a Emmanuel Macron parece que no brilla con tanta intesidad como estábamos acostumbrados. La dimisión de siete ministros y la pérdida constante de popularidad suponen una ducha de realidad para quien se definía como un presidente jupiteriano ocupado en reformar Francia desde el Olimpo sin desgastarse en las pequeñeces del día a día.
El maestro del tiempo que controla como nadie la puesta en escena y la comunicación parece padecer ese soledad del poder que como una maldición atenaza a todos los líderes, que viven encerrados en una burbuja rodeados exclusivamente de aduladores. Eso es al menos lo que lamentaba Gérard Collomb, hasta el miércoles ministro del Interior y macronista de la primera ola. Decepcionado por su pupilo, el ex dirigente socialista de 70 años ha preferido abandonar su papel de “primer poli de Francia” y volver a ser alcalde de Lyon. “Gégé”, como le gusta llamarle a Brigitte Macron, ha preferido abandonar la corte de Jupiter.
Aupado al poder gracias al descrédito de los grandes partidos (conservadores y socialistas) y como antídoto proeuropeo frente al radicalismo populista de Marine Le Pen, Macron sedujo a los franceses en 2017 con su dinamismo, modernidad y juventud. Sin embargo, esta personalidad se ha convertido para un 64% de sus compatriotas en un defecto. Su imagen de presidente de los ricos que no evita abroncar a un estudiante o a un parado en plena calle no le ayuda.
Además, la dimisión de siete ministros (tres de ellos desde agosto) pone en evidencia el liderazgo del presidente y su capacidad de poner orden en su propio equipo. La renuncia de Collomb se convirtió en un sainete que tenía como escenario los medios de comunicación. El ministro del Interior osó a anunciar que abandonaría el Gobierno tras las elecciones europeas de mayo próximo para volver a la política local, pero Macron se opuso en redondo. Un día después, sin embargo, Collomb insistió en marcharse sin esperar si quiera al nombramiento de su sucesor y el jefe de Estado se vio obligado a ceder.
En agosto, ya Nicolas Hulot, el ministro más popular del Gabinete y conciencia ecológica de Francia, le plantó sin previo aviso y en una entrevista de radio al sentirse decepcionado por el compromiso medioambiental del mandatario.
Lo cierto es que la suerte de Macron comenzó a torcerse este verano con el “caso Benalla”, que erosionó duramente la “ejemplaridad” de la que hace gala el ex banquero. El hecho de que el presidente tratara de ocultar durante semanas que su jefe de seguridad, Alexandre Benalla, agredió a manifestantes el 1de mayo provocó la mayor tormenta política del macronismo.
Consciente de que la economía no mejora al ritmo esperado y de que tras las elecciones europeas de mayo Francia se instalará en una campaña electoral permanente (locales en 2020, regionales en 2021 y presidenciales y legislativas en 2022), Macron se aferra a su agenda de reformas tras salir indemne de la laboral y la ferroviaria. Su éxito o fracason serán el éxito o fracaso de una Europa huérfana de europeístas sin complejos.
pgarcia@larazon.es