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El trípode

Bildu, socio prioritario del PSOE sanchista

No hay «ética sin estética» en efecto, y en este caso una y otra no brillan precisamente por su presencia en la boca no «amordazada» de la diputada bilduetarra.

La conciencia sin duda se encuentra adormilada en exceso en determinadas ubicaciones del Hemiciclo del Palacio del Congreso, que sesión tras sesión, está apoyando iniciativas por exigencia de formaciones tan respetuosas con España y su Constitución como los diputados de Otegi, entre otros. Su portavoz parlamentaria en el Congreso, Merche Aizpurua, compareció ayer exultante en la Sala de Prensa de la Cámara para anunciar que la LOPSC -Ley Orgánica de Protección de la Seguridad Ciudadana -a la que sus opositores han venido calificando como «mordaza» desde su entrada en vigor en 2015, hace ya nueve años– iba a ser finalmente modificada a su conveniencia. Lo cierto es que no parece que esa ley haya «amordazado» a la sociedad española en su periodo de tiempo de vigencia, pero ahora la Policía Nacional y la Guardia Civil como Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado van a estar sometidas en el ejercicio de su función al concepto que de los derechos y libertades fundamentales tienen los de Bildu. No hay «ética sin estética», y oír acusar de «mordaza» a una ley por parte de los de Otegi, no deja de tener un cierto tufillo hiriente, dado que sus precursores etarras sí que acreditaron una cierta especialización en «amordazar» –impidiéndoles hablar– a no pocos ciudadanos españoles y no «sólo» por un tiempo limitado, como es bien sabido. No hay «ética sin estética» en efecto, y en este caso una y otra no brillan precisamente por su presencia en la boca no «amordazada» de la diputada bilduetarra. Seguramente en ese imaginario paraíso «socialista y euskaldún» que perseguían conseguir con sangre y bombas sus ilustres predecesores a los que tan dignamente representa EH Bildu, una ley como la que ellos califican como «mordaza» no hubiera jamás visto la luz. Los ciudadanos vascos no hubieran tenido por ello muchas oportunidades de criticar una ley de esas características en su paraíso terrenal. Y ninguna otra tampoco, porque de pretender hacerlo ya hubieran sido previamente amordazados por aquellos gudaris. El sanchismo pasará como es obvio, pero el rastro de su paso por el gobierno va a resultar indeleble sin que haya ley de «memoria democrática» que lo borre. El actual PSOE sanchista son unas siglas continuadoras de aquel infausto partido, protagonista de episodios tan indignos como trágicos durante la tenebrosa Segunda República. El del golpe de Estado revolucionario del ‘34 contra el legítimo gobierno de la República para intentar convertirla en la «república socialista soviética ibérica» como deseaba su líder Largo Caballero. O el del posterior pucherazo para llegar al gobierno, y que llevó a la guerra civil. Sánchez y Largo Caballero. Tal para cual.