Y volvieron cantando
Barro político hasta la cintura
Ahora toca es obviar vergonzosas circulares internas sin firma entre la propia feligresía resaltando supuestas agresiones ultraderechistas con frases como «¿no te parece mal que después de pegar a Pedro los Reyes se quedaran a hablar con los que le pegaron?»
El lunes tuvimos oportunidad de escuchar en este periódico a un presidente autonómico llamando a la cordura contra la polarización que está acarreando la tragedia valenciana. Al presidente castellano leonés Fernández Mañueco respondiendo a una pregunta de mi compañera Carmen Morodo se le quebró la voz recordando la torticera utilización desde interesados colores políticos de los incendios acaecidos hace tres años en su región, ya saben, aquí incompetencia de la Junta, en otros territorios gobernados por los socialistas, inclemencias inevitables del cambio climático. La tragedia de Valencia va a tener recorrido político y es de justicia que así sea, pero –vuelvo a parafrasear al presidente Mañueco– eso tendrá su ocasión a futuro para depurar posibles responsabilidades administrativas.
En un momento en el que el barro llega hasta las cejas de voluntarios, la UME, bomberos, sanitarios, policías, Guardia Civil y un amplio elenco de honrados servidores públicos a los que se añaden los embarrados zapatos y micrófonos de periodistas desplazados a la zona cero cambiando el prurito de las elecciones norteamericanas por el barro y los vecinos valencianos, lo último que deberíamos contemplar son argumentarios anclados en la estrategia de partido, movimientos para salvar particulares carreras en la vida pública sin reparar en que la dana se ha llevado más cosas de las imaginables por delante y brazadas inútiles en las que sirve cualquier justificación para salvar muebles políticos en el umbral de una terrible puerta de agua incontrolada, destrucción y barro, mucho barro.
Las escenas de violencia acaecidas hace unos días en Paiporta deben ser contextualizadas en su justa medida, sobre todo porque, más allá de supuestos escraches organizados desde la «externa derecha» estamos hablando del rictus de impotencia en gente normal, en vecinos que han perdido familiares, enseres, trabajo y modo de vida tras una más que dilatada espera de la presencia estatal en forma de efectivos, cuya reacción hay que entender desde el punto de vista de la espontaneidad frente a cualquier cargo institucional allí presente, ya fuera Sánchez, Mazón, SM el Rey o el mismísimo Papa de Roma. Lo que hora toca es obviar vergonzosas circulares internas sin firma entre la propia feligresía resaltando supuestas agresiones ultraderechistas y lo que es más lamentable, con frases como «¿no te parece mal que después de pegar a Pedro los Reyes se quedaran a hablar con los que le pegaron?». Mucho barro político en el horizonte.
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