Opinión

Temor a una borrasca ártica

Los expertos no descartan que Europa pueda sufrir una ciclogénesis explosiva como la que ha azotado a Estados Unidos con temperaturas de 45 grados bajo cero

Si Filomena fue una tragedia, esto que ha sucedido ahora en Estados Unidos es un auténtico horror. Elliot ha sido una tormenta invernal sin precedentes históricos, con temperaturas de -45 grados bajo cero, medio centenar de personas muertas no sólo en Buffalo, la ciudad más afectada, sino también en Vermont, Ohio, Misuri, Wisconsin, Kansas y Colorado. El caos ha sido total. Miles de carreteras intransitadas, vuelos cancelados y cortes totales de agua y electricidad. Algo que no nos gustaría volver a vivir, pues si ya con Filomena pasamos de la alegría de la nieve al espanto que supone que esa nieve lo cubra todo y nos deje sin los servicios más esenciales, esto de Elliot es todavía peor. Salvo en Siberia, en ningún otro lugar está la gente acostumbrada a vivir a 45 grados bajo cero. A esa temperatura, la ropa sintética se congela de inmediato, casi igual que la saliva al abrir la boca y las cañerías de agua potable. Cualquier ser vivo corre el riesgo cierto de perecer si comete el error estar en la calle más tiempo del necesario. Diríase que es imposible vivir a esa temperatura. Lo saben bien los 500 vecinos de Omyakon, en la Siberia profunda. Ellos están acostumbrados a las borrascas «árticas» y sobreviven a ellas, pero nosotros no.

Hay una tendencia casi natural a restar importancia a los cada vez más frecuentes fenómenos atmosféricos adversos, tales como gotas frías, nevadas extremas, ciclogénesis explosivas y ahora el «ciclón-bomba». Siempre hubo riadas y grandes nevadas, es verdad. La novedad de los últimos años, registrados sucesivamente con la palabra «récord», es la relativa frecuencia con que tales fenómenos atmosféricos se suceden. La explicación está, según los expertos, en los movimientos del Vórtice Polar, fenómeno que se refiere a masas de aire frío y bajas presiones que se ubican en la troposfera y estratosfera, que giran a diferentes velocidades en el sentido contrario a las agujas del reloj, lo que hace que esas corrientes de aire helado se queden en los Polos. El problema es que ese Vórtice puede ser desestabilizado por masas de aire cálido que penetran en él haciendo el aire ártico baje hacia el Sur. Si es en forma de tormenta, el resultado es el de Elliot. Esperemos que no venga por aquí.

Sobre estas explosiones de tiempo extremo hay teorías. La primera, la oficial, o sea que es debido en exclusiva al cambio climático. Las otras, conspiranoicas, se refieren sobre todo a las antenas HAARP americanas, las SURA rusa o su homóloga china. Los mayores instrumentos jamás construidos para el control del clima, según dicen. Crearon monzones en Vietnam, olas de calor y tormentas de nieve donde quisieron. Pura conspiranoia, es verdad. Pero las antenas están ahí.