El personaje
Irene Montero: el desatino permanente
La ministra de Igualdad navega de nuevo en el disparate legislativo
Va de escándalo en escándalo. Con nula formación profesional a sus espaldas, Irene Montero denuncia que los jueces españoles carecen de ella, su soberbia, demagogia y sectarismo no tienen límites. Para la ministra de Igualdad, los «facha-togas», como ella les llama, son machistas, iletrados y retrógrados por no saber interpretar las lindezas de la Ley del «solo sí es sí», una norma impresentable, un auténtico bodrio legislativo que abre la puerta a la excarcelación, rebaja de penas e incluso cobro de indemnizaciones a cargo del erario público de violadores, pederastas y agresores sexuales. Pero lejos de retractarse, la ministra podemita se pone altiva y defiende un texto esperpéntico sin que nadie ose pararle los pies. «O Sánchez se carga a Montero, o Montero se cargará a Sánchez», dicen en privado muchos dirigentes socialistas. Craso error, el presidente no la tocará un pelo porque está en juego su sillón en La Moncloa y los Presupuestos del Estado. Otro error de cálculo, dado que los comunistas no dejarán sus prebendas, el coche oficial y el suculento sueldo sobre la moqueta del gobierno. El propio gran líder, Pablo Iglesias, ya ha comprobado que fuera del poder hace bastante frío, mientras berrea sin éxito por los pasillos de las tertulias.
Vive Irene Montero, titular de un ministerio muy costoso, en un desatino permanente. En cualquier país democrático nadie como ella ocuparía un puesto en el Gobierno. Entre el ridículo y el disparate, defiende una Ley que vaticina una cascada de revisiones de sentencias contra delincuentes sexuales, en una total afrenta a las víctimas. Produce estupor que los ministros jueces socialistas guarden silencio y enorme sonrojo las caras del titular de Interior, Fernando Grande-Marlaska, el presidente del Tribunal Supremo y el CGPJ, y el Fiscal General del Estado, junto a Irene Montero, muy sonriente ella, en un acto en el Senado sobre la violencia de género.
La podemita acusa a los jueces de no tener formación, mientras su «número dos», Ángela Rodríguez Pam, lo considera una vergüenza y les insta a documentarse, en un ataque intolerable hacia uno de los poderes del Estado. El desafío ha provocado rechazo en todas las asociaciones judiciales, incluida la progresista. La guinda la pone la delegada del Gobierno en la materia, Victoria Rosell, juez de carrera: la solución es que los periodistas callen y no informen de nada.
El desatino de Irene Montero y sus coristas ha desatado una fuerte crisis en la coalición social-comunista. Con su habitual estilo bravucón, el gran líder Pablo Iglesias vierte amenazas y acusa a Yolanda Díaz de «miserable, cobarde y estúpida». La ministra de Trabajo se pone de perfil, al igual de los ministros jueces de y el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que en su gira balinesa y coreana lanza la pelota al Tribunal Supremo y la Fiscalía.
Todos ellos son responsables junto a Montero de la aprobación de una Ley que también fue apoyada por el grupo socialista en el Congreso. Miles de víctimas y sus familiares contemplan atónitos la chulería de unos agresores que piensan dar batalla. La ministra de Igualdad debería ser cesada de inmediato, el Gobierno y el PSOE dar la cara, reformar este bodrio de Ley y pedir perdón. Se equivoca Pedro Sánchez si, amparado por las grotescas encuestas del servil José Félix Tezanos, piensa que la tormenta amainará. El daño es enorme, pero aún puede ir a peor. Es hora de frenar el fanatismo de los ministros comunistas y de que los «barones» socialistas abandonen su cobardía, que pagarán muy caro en las urnas el próximo mes de mayo.
Así, de nuevo Irene Montero navega sobre un disparate legislativo. La polémica «Ley Trans» es otro desatino criticado por científicos, médicos, especialistas en psiquiatría, biólogos, y juristas.
Con todo, lo más sangrante es que en el Congreso, aún con aceptación de enmiendas, el grupo socialista tragará con las exigencias de Unidas Podemos para mantener a Sánchez en el poder, mientras alientan a sus bases más radicales. Toda una farsa teatral, en la que ninguno de los socios morados dejará su cómodo sillón y las prebendas del cargo. La sociedad española contempla atónita unas iniciativas delirantes que permitirán a un adolescente hormonarse y cambiar de sexo sin permiso familiar o recomendación médica de ningún tipo. Con el «solo sí es sí», las víctimas son humilladas por sus agresores sexuales, los cuerpos humanos y las leyes biológicas quedan a merced de los caprichos ideológicos de comunistas y podemitas. Tan solo la exvicepresidenta Carmen Calvo ha levantado tímidamente la voz contra Irene Montero, en prueba de por qué fue cesada por el líder del Ejecutivo.
La ministra de Igualdad suma y sigue. Se saltó con descaro el informe del Consejo General del Poder Judicial para tramitar la Ley del Aborto por el procedimiento de urgencia en el Congreso. Otro bodrio legislativo que genera rechazo en sectores jurídicos, sanitarios y científicos La de Garantía de Libertad Sexual, más conocida como «sólo sí es sí», revela un embrollo jurídico de campeonato, indemnizaciones, denuncias falsas y recursos. Pero Irene Montero se crece para desviar la atención de estar ya instalada en la más pura casta que tanto denunciaba antes.
De activista radical en las calles, a ministra del Gobierno de España. De pantalones vaqueros y «chupa» de cuero, a modelitos de Pedro del Hierro en estilo «pijo-progre». De panfletos antidesahucios, a posar en las revistas del corazón. Es la gran metamorfosis sufrida por Irene María Montero Gil, lideresa de Unidas Podemos, a quien de momento nadie para. Con escasa formación profesional y nula experiencia de gestión, en ningún país serio de nuestro entorno una mujer como ella habría llegado a ser ministra. En el Gobierno hace tándem con su íntima amiga, la ministra de Asuntos Sociales, Ione Belarra, ambas declaradas enemigas de Yolanda Díaz. Frente a todos, Irene Montero desprecia las críticas.
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