Medio Ambiente
Fertilizantes: clave de la crisis alimentaria
Compost, humus, turba, guano o estiércol fueron durante décadas los fertilizantes naturales usados en la agricultura para la producción de alimentos. Pero tales compuestos no eran suficientes para dar de comer a 7.800 millones de personas, cifra de la población mundial. De manera que irrumpieron el fósforo, la potasa, el nitrógeno, la urea o el amoniaco, fertilizantes inorgánicos que han permitido que más de tres mil millones de personas en el mundo sigan vivas gracias a estos compuestos, ingredientes principales de la Revolución Verde de los 60.
El problema es que hay escasez de fertilizantes. Empezó a haberla tras la pandemia. Ahora se ha multiplicado como consecuencia de la invasión de Ucrania, dado que Rusia exporta el 20% de los fertilizantes nitrogenados del mundo y, junto con Bielorrusia, el 40% del potasio. La mayor parte de esta cantidad está hoy fuera del alcance de los agricultores, consecuencia de las sanciones.
A nivel global, los precios son un 78% más altos que en 2021, lo que impide que muchos agricultores puedan comprarlos. E incluso si pudieran, igual no los encuentran. No sólo fertilizantes. También productos agroquímicos y combustible.
Es América Latina la región más vulnerable, y en particular Brasil, que importa el 85%. Brasil está entre los tres principales exportadores mundiales de soja, maíz y azúcar, así como de carne de vacuno, pollo y cerdo. Si no hay fertilizantes, tales productos se dejaran de producir y de exportar en la misma medida. En África es donde menos fertilizantes se usan, pese a contar con el 60% de la tierra cultivable del mundo. Casi la mitad de las naciones africanas depende del trigo de Rusia y Ucrania. El aumento de los precios de los alimentos amenaza con empujar a millones de familias a la hambruna.
Los únicos agricultores que no se quejan de la crisis de los fertilizantes son los orgánicos. No vierten tóxicos a los ríos, alimentan el suelo y evitan los agroquímicos y pesticidas, con rotaciones de cultivos y promoción de insectos y microbios beneficiosos. Los rendimientos son competitivos, pero no para una alimentación industrial masiva. Luego tenemos un problema.
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