Política

Manuela Carmena para la guerra con magdalenas

Que todavía estemos discutiendo sobre si nuestro país debe o no pertenecer a la Alianza Atlántica sí que es retro de cojones

Me froto los ojos con tal violencia que se me caen varias pestañas, o sea, varios deseos perdidos, pero el motivo merece no ya ese dolor momentáneo sino una operación de hemorroides por lo que dicen que molesta. Veo a Manuela Carmena invitando al personal a un acto para conminar a los ciudadanos a que España salga de la OTAN. Sí. Mientras las bombas caen sobre Ucrania, Madrid vuelve por un momento a ser la ciudad de más de un millón de cadáveres de Dámaso Alonso, pero no, lo de Manuela es una ilusión y un pasatiempo como para las niñas, y algunos niños, pintarse las uñas. Visito la Madrid Fashion Week y entre los mostradores algunos chicos van vestidos de chicas, no exactamente, pero un traje pantalón verde con un bolso de mano y la cara maquillada podría decirse que es un atuendo femenino, o lo era. Qué aburrimiento, ¿en serio?, el sopor nos abre las venas sin que salpique una gota de sangre. Estamos yermos encima, la tierra seca y sin saliva, imposible que ningún amor florezca cerca de la orilla. Entonces apareció Manuela (como mi abuela) y Carmena (como Carmena) a derramar un puñado de bombas de racimo en el intelecto.

Esta mujer, y los que la siguen, o los que la empujan, cree tal vez que los males del mundo se curan con magdalenas. Pero si ni siquiera nosotros mismos, ella misma, aprende a ser feliz con un eructo dulce, cómo vamos a convencer con el bizcocho de la yaya -no es despectivo, yo también soy tío yayo- a aquel, que, como Putin, desee copular hasta el puño. Que todavía estemos discutiendo sobre si nuestro país debe o no pertenecer a la Alianza Atlántica sí que es retro de cojones. No lo mejora ni los comentarios de Cachitos de hierro y cromo, ese lugar donde viviremos en algún momento. Ya veo a Carmena (como Carmena) y a Pedro (como yo) Almodóvar jugando al parchís en la residencia de Concha Velasco. Lo de las «Madres paralelas» del realizador me ha creado el trauma del impostor. Si esta película está nominada al Oscar en algunas de sus categorías, y a un servidor le parece los restos de un retenedor de orina, es que seré mal crítico.

Los bombardeos cercan Kiev a esta hora, el compañero Chapu Apaolaza está de camino trayéndose refugiados de Ucrania y las momias de nuestro Kremlin particular se quitan las vendas mostrando las heridas y la pus balbuceante. Efectivamente, ahí sigue Manuela (como Manuela) y Carmena (como Carmena) haciendo de Heidi. Qué contentas estarán las cabritas.