Pasado y futuro

El tanatorio que se reinventó en Chamberí

Pocos saben que en este teatro y espacio artístico de la calle Galileo se guardaban los coches de pompas fúnebres

Centro cultural Galileo.
Centro cultural Galileo.Gonzalo PérezLa Razón

Velar a los muertos en casa. En familia. O no. Los tanatorios en ciudades como Madrid han venido para quedarse.

La «gestión» de la muerte y los muertos ha tomado carta de naturaleza en la ciudad desde hace años. En concreto, el tanatorio de la M-30 fue pionero en estos menesteres. Proyectado en 1982 por el Premio Nacional de Arquitectura, Antonio Fernández Alba, se levantó con rapidez, entre 1983 y 1984. No había mucho que esperar. El trabajo se acumulaba, por lo que fue inaugurado el 3 de febrero de 1984 por el, en aquel entonces, alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galván. Y todo con precios que nunca han sido «populares». Ni siquiera en aquella época, pues cuando se abrió al público se ofertaba una gama de once modelos de féretros que costaban entre 55.000 y 200.000 pesetas de la época. Morirse nunca fue barato.

Antes de todo aquello, en Madrid ya existieron instituciones reseñables en todo lo que tiene que ver con la «gestión» de la muerte. Así, muchos de los viandantes que pasan por la zona, seguro que desconocen que en la calle de Galileo, y por la proximidad con los antiguos y ya desaparecidos cementerios que se abrían por esta zona, se construyó en 1898, esquina con Fernando el Católico, el edificio de la Sociedad de Pompas Fúnebres, conocido como la Funeraria de Galileo.

Con el paso del tiempo, desplazado por ese tanatorio de la M-30, este espacio de la calle Galileo fue en 1987 reconvertido en el Centro Cultural Galileo. Con ello desapareció el último vestigio fúnebre de Chamberí.

Construido por el arquitecto Julio Martínez-Zapata Rodríguez en 1898, y ampliado por el mismo en 1905, ocupa gran parte de una manzana siguiendo la alineación de las calles Galileo, Fernando el Católico y Blasco de Garay. Un lugar no especialmente luminoso. Igual podría ser que estaba «contagiado» por su destino administrativo y público. Quizá en todo esto tenga también algo que ver la factura del inmueble, pues está construido sobre la base de muros de fábrica de ladrillo visto. Oscuro. Muy oscuro. Como, por otro lado, gustaba en el estilo y la estética arquitectónica de aquel momento, a finales del siglo XIX, se seguían las pautas marcadas por el lenguaje neomudéjar. Como apuntamos, en 1985 se convirtió en Centro Cultural, desapareciendo así el último vestigio fúnebre del distrito. Esta adaptación fue hecha por los arquitectos Álvaro y Luis Hernández Gómez y María Victoria Haendler Mas.

Hoy en día, aquel espacio dedicado a coches de pompas fúnebres y tanatorio se ha reconvertido en teatro. Un lugar que quiere ser un homenaje al genial intérprete Quique San Francisco, a quien está dedicado. El teatro es un espacio configurable que puede llegar a tener un aforo de 350 butacas, además de acoger durante todo el verano un teatro al aire libre, en el que el patio principal del Centro Cultural Galileo se convierte en un espacio exterior privilegiado, bajo el cielo y las estrellas de la noche madrileña.

La sala de exposiciones de la planta baja del Centro Cultural Galileo y los jardines colindantes al edificio llevan, desde 2018, el nombre de José Luis Sampedro, en recuerdo del escritor y vecino de Chamberí.

Un espacio dedicado al disfrute y al ocio en un barrio céntrico, como es Chamberí, pero que, en un no lejano pasado, fue frontera, alejado del centro. Por eso tuvo instalaciones dedicadas a las pompas fúnebres, sacadas, desde la época de Carlos III de los núcleos urbanos. Ahora, medidas de salud pública e higiénicas por medio, espacios como el tanatorio de la M-30 se suma a esa larga historia de gestionar la muerte y sus consecuencias en una ciudad que crecía -y crece- con fuerza como es Madrid.