Visita guiada
Conoce el pasado, presente y futuro de San Blas-Canillejas
Gracias a la iniciativa «Pasea Madrid», disponible hasta mayo, recorremos los lugares más emblemáticos de San Blas-Canillejas para descubrir su evolución con el paso de los años
Con el objetivo de conocer y preservar el patrimonio cultural de la Comunidad, desde el Ayuntamiento de Madrid organizan el programa de visitas guiadas “Pasea Madrid”. Se trata de una iniciativa de recorridos guiados gratuitos tanto por el centro de la ciudad como por los distintos distritos colindantes. LA RAZÓN se une a la ruta de la guía Ruth Teijido para descubrir las curiosidades y los siete puntos más destacables del San Blas-Canillejas.
“Lo que eran las afueras ahora es centro y lugares obreros como Pegaso han pasado a ser muy caros”, expresa un vecino del municipio al empezar la ruta. “Cuando el barrio se anexionó a Madrid se le dio el nombre de San Blas porque así se llamaba esta zona. Durante muchos años se conocía solamente como San Blas, y por una petición vecinal, intentando recuperar el origen independiente de sus inicios, le añaden Canillejas. Por eso ahora tiene este nombre compuesto”, cuenta Ruth. Hoy en día, pese a que exista un espíritu de independizar los barrios, no se diferencian en nada y es calle corrida. Se unen por la calle Alcalá, que era el camino que antaño unía Madrid con Alcalá de Henares.
Actualmente se observan numerosas casas en construcción y todavía muchos edificios siguen en remodelación. La causa de ello es que San Blas-Canillejas ha pasado de ser un lugar completamente de labranza, a ser industrial y, posteriormente, a distrito residencial y de oficinas de trabajo. Según Ruth: “está en constante conversión, se están levantando muchísimos pisos. Los precios se sitúan al nivel de Madrid porque es una zona amplia, bien comunicada con el centro, nueva y muy verde. Eso se paga. Cada vez se está ocupando más por clases altas; la gente se viene un poquito a la periferia pero sigue estando en Madrid”.
Crecimiento y chabolismo
Este distrito tiene su origen en la prehistoria, hay restos arqueológicos que confirman la existencia de poblaciones asentadas en esta zona. Pero es sobre todo con la presencia musulmana en el siglo XIII cuando empieza a desarrollarse con la construcción de canalizaciones de agua, que a día de hoy siguen en activo y se utilizan para el regadío y algunas fuentes. Fue precisamente el sistema que utilizaban en las tuberías, de canillas, el origen que dio nombre al barrio. Y ya en tiempos de Felipe II, cuando Madrid se convirtió en capital, empezaron a venderse terrenos de pueblos independientes en las afueras a los señores para convertirlos en zonas de labranza. “Este barrio hasta bien adentrado el siglo XX era una zona de cultivo extensivo. En los años cuarenta llegó la industrialización y en 1949 se anexiona a Madrid, como el resto de trece municipios que dejan de ser independientes. Franco lo hizo para controlar urbanamente ese crecimiento caótico ocurrido en la posguerra, pues la gente viajaba a las ciudades como Madrid en busca de trabajo y mejores condiciones. Gracias a esto, San Blas-Canillejas experimentó un periodo de expansión ya que está solamente a cuatro kilómetros de la ciudad”, explica Ruth. Esto tuvo consecuencias, trayendo al municipio una época de mucho chabolismo.
Siete puntos de encuentro
La ruta comienza en el parque Quinta de los Molinos. Más de 3.000 almendros que ya se ven en flor. Este parque fue concebido como una villa de recreo, donde predominan los pinos, eucaliptos y cipreses. Un puente separa dos zonas: la de producción y la residencial. “Paseo por aquí todos los días pero no sé su historia”, manifiesta un vecino del barrio. Aquí se encuentra el lago donde muchos visitantes paran a hacer fotos y, aunque luzca una estética naturalista acompañado de un embarcadero, es artificial. Si levantas la mirada sobresalen dos altos molinos, que no son de viento sino aeromotores que sacaban el agua de los pozos y surtían a los cultivos. Al final del parque preside la casa palacete de César Cort, diseñador y arquitecto valenciano que vivió allí hasta su muerte en 1978, que se cedió al Ayuntamiento.
La siguiente visita es el parque de Torre Quinta Arias. Estando muy cerca de Quinta de los Molinos, este, sin embargo, pertenece a Canillejas y el anterior a El Salvador. Vecinos que siguen la ruta se quejan de las condiciones del lugar puesto que sigue necesitando una restauración. Algunos titulares de Torre Quinta Arias fueron el Conde de Villamor, quien hizo una gran inversión para su conversión en zona verde, y Tatiana Pérez, la última dueña en tiempos de Tierno Galván. En 2013 pasó a ser propiedad del Ayuntamiento y tanto la parte exterior, como su palacio principal de estilo victoriano necesitan rehabilitación. “Hay campañas vecinales para reclamar que se arregle y también para frenar ideas de privatizaciones”, explica la guía. Pero si algo especial tiene este parque, es que, además de encontrar más de 52 especies de árboles, espacios dedicados a aves exóticas, caballerizas o piscinas de antiguos señores, hay una encina que parece ser eterna con más de 300 años de edad. “Este lugar tiene un valor ecológico incalculable. Algunas fechas especiales del año se celebran conciertos y la gente hace picnic en el césped”, comenta la guía. Hasta 1930, San Blas-Canillejas fue el mayor productor de cebada de la historia. Por ello, las fábricas tuvieron gran auge en los años cuarenta y cincuenta y se firmó el primer polígono de Canillejas en 1946.
La parada de después es frente a la chimenea, que anteriormente pasó por ser una fábrica de ladrillos y fábrica de quesos. Ahora representa ese recuerdo de municipio industrial. Para finalizar visitamos la parroquia de santa María la Blanca. Ahora está rodeada del desarrollo urbanístico de San Blas-Canillejas, pero en su origen en el siglo XIV estaba a mitad de camino entre Madrid y Alcalá de Henares. Con los años se fue ampliando. Lo más relevante de esta iglesia es conocer la historia de su artesonado, compuesto por un techo de madera de lazos cruzados con decoración de estrella de ocho puntos que, hasta 2017, se desconocía de su existencia. Esto se debe a unos estudios hechos ese año en los que se descubrió que detrás de un yeso blanco albergaba esta maravilla arquitectónica. “Se tapó en la pandemia de la peste bubónica en el siglo XVII porque se creía que si se tapaba podía controlarse la expansión y preservarse de infortunios. En la actualidad hay un proyecto futuro para seguir restaurando la nave y averiguar si hay más secretos artísticos que descubrir”, explica la guía.
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