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Canal Baila

Blanca Li: «Los bailarines y creadores merecen su propia ‘‘oficina’’»

Desde Canal dirige el Centro Coreográfico de Madrid, una referencia en el panorama de la danza internacional que impulsa a los creadores del baile actual, mientras establece un mejor horizonte

Blanca Li Lalo Cortes

En la última semana de agosto, cuando todavía nos incorporábamos desde los destinos vacacionales, el proyecto de la Comunidad de Madrid Canal Baila presentaba su nueva programación para esta temporada. La diversidad fue la nota dominante, a todos los niveles, desde la procedencia de los artistas, su sexo, edad, experiencia, estilo o formación. Cada uno de ellos parecía comprometido además con una causa social particular. A los asistentes se les obsequió con tres exhibiciones que ya dieron muestra de la variedad que promete la programación. Pero detrás de todos los nombres que se anunciaron, estaba el de Blanca Li, directora del Centro Coreográfico de la Comunidad de Madrid, en los Teatros Canal. Ella lleva luchando muchos años para construir este espacio sin precedentes en España, un lugar dedicado por y para los creadores de danza. Allí se le da su sitio a un arte que lleva décadas reivindicándolo. Su voz respira vocación y compromiso.

¿Es imprescindible que los trabajos cuenten con un mensaje reivindicativo?

No hay obligación de denunciar un tema de actualidad, pero la danza siempre acaba reflejando las preocupaciones de su autor. No deja de ser otro tipo de lenguaje. Los bailarines somos personas comprometidas y con una sensibilidad especial por la sociedad.

Durante la presentación se escucharon distintos acentos, ¿el carácter internacional es un objetivo de este proyecto?

En este caso ha sido casualidad. Aunque el cartel tiene carácter internacional, casi todas las compañías residen desde hace tiempo en Madrid. Hemos conseguido que esta ciudad atraiga a bailarines de otros rincones del planeta. En otras ediciones sí hemos contado con un perfil extranjero.

A unas semanas de su estreno, algunos artistas aseguraban que sus trabajos aún estaban por rematar. ¿Cuándo se da por acabada una obra?

El proceso creativo es distinto para cada artista. Hay quien trabaja desde la improvisación, quienes son más cuadriculados, o incluso los que apuran hasta el último suspiro para que los bailarines siempre lleven algo fresco o inacabado a las tablas. Yo soy más de las cuadriculadas, de las que tienen la necesidad de llevar al escenario todo atado y bajo control. Soy una obsesa de la preparación.

¿Cuánta importancia tiene la variedad en el programa de esta temporada de Canal Baila?

La magia de la danza reside en la variedad y la imaginación. Quiero que la gente se acerque a la danza a través de muchos puntos de vista diferentes. Necesitamos enseñar este lenguaje en toda su gama. También creo que es importante formar al espectador y que vaya escogiendo sus preferencias dentro de la danza. Creo en la necesidad de ayudar al espectador a definirse con respecto a la danza y enriquecerse.

¿Alguna vez ha temido que un resultado electoral distinto acabe con la apuesta por este Centro?

Nunca he tenido la sensación de que el Centro Coreográfico pudiese depender de un resultado electoral. Aunque como centro coreográfico lleva cuatro años, necesita continuidad, no solo por Madrid, sino por toda España. Se ha convertido en la referencia nacional y hasta internacional. Me parece fundamental que continúe, incluso más allá de que lo dirija yo misma o no.

¿En la danza es donde tradicionalmente más se ha infravalorado al autor?

Siempre hemos sido el «hermano pobre» de las artes. La gente se cree que solo es cuestión de talento, éxito fugaz e improvisación. Las carreras de bailarines y creadores son una década de formación y trabajo. Pero, solo aprendes a valorar la danza cuando te enamoras de ella.

¿La televisión de la primera década de este siglo impulsó esa imagen distorsionada sobre los bailarines?

Formatos como «UPA» o «Fama» fueron una ventana para la danza, y sobre todo, sirvió para desestigmatizarla. Muchos chicos comenzaron a acercarse a las escuelas de baile, impulsados por los personajes que veían en las pantallas. Fue nuestro «Flashdance», nuestro «Grease» o «Bily Elliot» particular. Hicieron cosas muy buenas, pero también pudo hacer pensar que con un puñado de clases y suerte ya eres bailarín. Es la dedicación de una vida.

¿Se debe apostar más por la danza desde los colegios?

Es fundamental. No es solo algo artístico, también es una herramienta de integración social y construcción de autoestima, además de ejercicio físico. He trabajado con chicos con inseguridades que descubren en el baile su espacio. Es casi una técnica terapéutica, que te recuerda el valor de escuchar, respetar y compartir.

¿Los adolescentes abandonan el baile clásico porque lo asocian a una herencia o imposición paternal?

Empezar a llevarlos a ballet es la inercia natural, porque es la base de la disciplina del baile. Y es normal que cuando crezcan quieran buscar su propio camino. Lo importante es descubrir qué curiosidad tiene el niño, escucharle e impulsar su instinto. Debemos acompañarles a conocer toda la variedad de esa disciplina que ha elegido. Hay que aprender a escuchar su propia naturaleza.

¿Cuáles son las claves básicas para despertar la inspiración en los demás?

En los niños, lo más importante es que vean y absorban, para que vayan desarrollando un horizonte. Hay que abrirles la mayor cantidad de universos posible. En los ya profesionales, primero lo plasman en un papel y después, no es cosa menor dotarles de un espacio. Muchos creadores no tienen un estudio al que ir cada mañana como rutina. Es su gran problema. Se merecen tener su propia «oficina» a la que venir a trabajar, sentirse profesionales y evolucionar como artistas. Esto les ha dado mucha paz. También se les da una pequeña dotación para financiar banda sonora o vestuario. Pero lo más importante es una plataforma donde puedan mostrar ese trabajo, como Teatros del Canal. Así, cubrimos el proceso completo de la obra artística: la preparación la ejecución y la exhibición.

¿Sin el escaparate que supone Teatros del Canal, esto tendría sentido?

Sí, pero sigue siendo una parte fundamental. Supone su primer contacto con el público, estudiar su comportamiento y la manera de ser conocidos por otros promotores de festivales o directores de teatros. Es un gran trampolín al mundo profesional, a la élite del baile. Pero no solo está restringido a creadores en ciernes, sino también está disponible para los ya consagrados que busquen un impulso a sus carreras. También importa la diversidad en cuanto a grados de experiencia.

¿Os encargáis desde Canal de atraer a la élite del baile como espectadora?

Claro. Nos preocupamos por difundir el trabajo y talento que tenemos aquí. Convocamos a periodistas y promotores para que se consolide como una parada indispensable en el circuito de la danza. Trabajamos en intercambios y residencias en los institutos más prestigiosos de Europa. Así construimos una red de contactos útil y valiosa.

¿Cómo valora la evolución que experimenta el baile en las redes sociales?

Ya hay carreras que solo se construyen en TikTok. Son trabajos creados exclusivamente para ese medio y su público. Danza exprés y viral. Es otra forma de vivir la danza y a veces surgen oportunidades por el gran impacto que tiene. Es cuestión de tiempo que surja la primera estrella de las redes sin pisar las tablas.

¿A Madrid le falta identidad en el mundo del baile?

Para nada. Madrid es la ciudad de todos y de todos los estilos. Me formé aquí porque el mejor flamenco estaba en Madrid. Es la que mejor se ha adaptado a todas las otras culturas. Si Madrid fuese un baile, sería fusión. Es la ciudad donde más creadores han convivido a la vez, y eso genera sinergias que perduran para siempre. Es la capital de la creación y el mestizaje cultural.