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Puerta del Sol

Los 28 segundos que dan paso al Año Nuevo

A pocas horas de las campanadas, acudimos a los preparativos del reloj más famoso del mundo con Pedro Ortiz Rey, uno de sus cuatro guardianes

Desde hace veintiséis años, Pedro Ortiz Rey, sube y baja prácticamente a diario los cuarenta y un escalones de la sinuosa y estrecha escalera de caracol que da acceso al reloj más famoso del mundo. Su bello y complejo mecanismo se encuentra en el penúltimo piso de la torre de la Real Casa de Correos, en la Puerta del Sol, y es el protagonista y responsable de dar la bienvenida al nuevo año. Un momento muy especial para los millones de ojos que aguardarán, en solo unas horas, el sonido de las campanas desde distintos rincones del mundo. Bien es cierto que siempre existe un –mínimo- riesgo de que algo pueda salir mal la madrugada del día 31 de diciembre, pero año tras año, los cuatro guardianes de este reloj son los responsables de que todo salga perfecto.

«Para eso nos pagan. Pero lo cierto es que podría funcionar de igual forma cualquier día del año, porque siempre tenemos todo a punto», explica Ortiz, uno de sus cuatro guardianes a este periódico. Sin embargo, en las últimas semanas, confiesa que el mantenimiento ha sido más intenso que durante el resto del año. Dos o tres veces por semana, acuden hasta allí para su ajuste y supervisión y los sábados, para darle cuerda. «Todo va en función de un protocolo, son muchas las cosas que hay que hacer: revisar las transmisiones de las campanas, de las cuatro esferas, revisar ajustes de parada, engrasarlo…». Afortunadamente, nunca ha pasado nada ni hay anécdotas que contar. «Y que siga así. Siempre puede haber problema, pero los asumes, como en cualquier profesión. Sino dedícate a la vida contemplativa», dice, entre risas. Y pese a que la experiencia y el éxito les avalan, confiesa que los nervios nunca se pasan.

Pedro Ortiz, relojero de la Puerta del Sol @Gonzalo Pérez Mata Gonzalo Pérez Mata Fotógrafos

«Lo más importante, y más en este día, es la precisión. Que el reloj esté sincronizado con el Observatorio Astronómico», apunta. A las doce del mediodía, los cuatro relojeros acudirán hasta allí para realizar un control total de la máquina, comprobar que siga sincronizada y para revisar las campanas. Ya por la tarde, en torno a las 19:00 horas, regresarán para seguir con los controles y cada uno desempeñará su función hasta que suenen las campanas. Estas comenzarán a sonar cuando falten 28 segundos para el nuevo año. «Sonará un repique de campanas al mismo tiempo que baja la bola, el único mecanismo que sólo funciona este día», explica el relojero. Cuando acabe esta operación, que dura solo ocho segundos y es sólo un aviso de que va a empezar a funcionar el sistema, sonarán de forma inmediata los cuartos o cuatro toques de dos campanas cada uno. «Esto anuncia que en cuanto dé el último toque, superpuesto con la sexta señal horario, dará lugar a la primera campanada de las doce que dan paso al año nuevo».

Esto supone, que tanto ellos como el personal de la Comunidad de Madrid que trabaja en la Puerta del Sol, no se tomen las uvas. «Llevamos 26 años sin tomarlas en casa y después de las doce, no se puede estar dos lugares a la vez», señala. Ortiz es el claro ejemplo de que la mala suerte no tiene nada que ver con no tomarse las uvas en las campanadas. «A mí no me ha pasado nada malo en estos años. Al contrario, como relojero de relojes antiguos, que me encarguen el reloj más famoso del mundo es una satisfacción y un honor», confiesa.

Pedro Ortiz, relojero de la Puerta del Sol @Gonzalo Pérez Mata Gonzalo Pérez Mata Fotógrafos

Su pasión e interés por la relojería le vino desde bien pequeño. Ortiz empezó a trabajar muy joven en una relojería que tenía un tío suyo, quién le enseñó a dar sus primeros pasos en este mundo al que ha dedicado toda su vida. «Enseguida ingresé en la escuela de relojería de Madrid, donde diría que fueron mis inicios con la relojería antigua, y de la que fui el último alumno antes de cerrarla», cuenta. Conocimientos que siguió adquiriendo durante algunos años en otra importante relojería de la capital y desde el 81, en la famosa Relojería Losada. Cuando el reloj de la Puerta del Sol llegó a sus manos, lo recuerda como «todo un reto». «Debíamos restaurar un reloj monumental, el espacio donde éste se encontraba tuvo que ser reconstruido y, después de instalarlo, ganamos también el mantenimiento. Fue todo un sueño». El sumun de su carrera.

Esta obra de ingeniería fue fabricada en 1866 por el relojero español José Rodríguez de Losada, quién lo regaló el pueblo de Madrid. Ortiz destaca de él su construcción. «Es una auténtica obra de arte, una pieza. Su fabricación fue de una calidad suprema». Además, está construido por sectores, de forma que si una de sus piezas se rompiese podría desmontarse el engranaje correspondiente sin tener que desmontar el reloj entero. «Esto es una gran ventaja, en tiempo y dinero, y algo que le diferencia de otros relojes antiguos», añade. Se trata de un reloj monumental, con cuatro esferas a la calle y con cuatro juegos de agujas. Las cuales solo tienen una variación de cuatro segundos al mes. «Pese a ser del siglo XIX, hay relojes electrónicos que no tienen esta precisión. Que una máquina fabricada en ese siglo, sea más precisa que muchos de los mecanismo que se fabrican dos siglos después, dice mucho de ella», sentencia.

Pedro Ortiz, relojero de la Puerta del Sol @Gonzalo Pérez Mata Gonzalo Pérez Mata Fotógrafos

El paso de los años y las nuevas tecnologías, además de permitirle no llevar reloj –algo que le incomoda- hace que su retirada esté cada día más cerca. «Son muchos años, los vamos cumpliendo y es hora de dar paso a las nuevas generaciones. La pena es que no las hay». Dice que quién aprendiera este oficio podría ganarse la vida perfectamente, tendría trabajo toda la vida y no dejaría de formarse nunca. Sin embargo, faltan los medios. «Nuestra obligación sería dejar de trabajar y enseñar a los jóvenes, pero solos no podemos». La cuenta atrás de Pedro Ortiz ya ha comenzado. Las de hoy, serán sus penúltimas campanadas.