Botín de guerra
¿Por qué está en Madrid el único águila que la Marina Imperial de Napoleón perdió en sus guerras?
La enseña francesa fue arrebatada por soldados y marineros gallegos en el puerto de Vigo al navío “Atlas” en 1808
Es una pieza única por muchas razones. Para empezar, por el aprecio y respeto que el emperador francés tenía por estas águilas. Tanto o más que a la bandera tricolor. Y sobre todo, por la humillación que supuso para las tropas galas perder la única águila marítima que se conserva en un museo. En este caso, español.
A esta pieza concedía, como decíamos, tanta relevancia como a la bandera de su Imperio, y ordenaba a los soldados protegerla con su vida... Algo que no pudieron llevar a cabo en la bahía olívica. De ahí que el enemigo, cuando quería resaltar una victoria sobre el Ejército de Bonaparte, aireaba una de esas insignes piezas para herir el orgullo del francés. Y exactamente esto ocurrió en Vigo el 30 de mayo de 1808. Del botín ganado por los vigueses en la emboscada al navío “Atlas” salió el único águila imperial marina que queda en el mundo, expuesta en el Museo Naval de Madrid al lado de la sala dedicada a la batalla de Trafalgar. Cabe recordar que el 2 de diciembre de 1808, Napoleón entró en Madrid tras su victoria en Guadarrama. La presencia del águila en Madrid es para muchos una muestra de que, al final, la guerra tuvo un claro derrotado: el emperador francés.
De bronce dorado al oro molido, la figura mide 31 centímetros de alto, 27 de largo y 10 de fondo. El broncista Pierre Philippe Thomire la fundió de un original obra de Antoine Dyonysos Chaudet, el escultor personal de Napoleón, aunque en realidad “este artista copió la representación del águila con las alas desplegadas con el emblema de Júpiter”, apunta el contralmirante José Ignacio González Aller en el catálogo del Museo Naval.
Cabe recordar que, para enfatizar la importancia que daba Napoleón a estas piezas, eligió para su entrega uno de los escenarios más emblemáticos de París: el Campo de Marte, dios de la guerra. En un solemne acto celebrado el 5 de diciembre de 1804, el propio emperador repartió el águila junto con el estandarte a los oficiales del navío entonces llamado “Atlas”, así como a los responsables de otros 36 buques y varias unidades del Ejército. A esta ceremonia asistió el embajador de España en París, el teniente general de la Armada Federico Gravina. Un héroe este último en la batalla de Trafalgar, frente a la escuadra inglesa, y donde resultó herido y perdió un brazo. Una herida que terminaría matándolo meses más tarde. A pesar de ello, logró llegar con su navío Príncipe de Asturias a Cádiz.
Y un apunte relevante: el navío “Atlas” había sido originariamente el español Atlante, conocido por «San José», construido entre 1752 y 1754. En virtud de una estipulación del tratado secreto firmado en San Idelfonso el 1 de octubre de 1800 entre España y Francia, y en cumplimiento de un Real Orden, fue transferido en Cádiz a la Marina francesa el 22 de septiembre de 1801 y cambió su nombre por el de “Atlas”.
Debido a las averías sufridas en el combate de cabo Finisterre contra la división británica del almirante Calder, el 22 de julio de 1805, arribó al puerto de Vigo. Continuaba en Vigo, ya transformado en buque hospital cuando, como consecuencia de los sucesos de Madrid, le sorprendió ellevantamiento de la población a favor de Fernando VII.
El desprevenido navío francés fue abordado y apresado el 30 de mayo de 1808 por tropas y marineros, quienes se apoderaron del águila y el estandarte. Ambos trofeos permanecieron a bordo del buque, que posteriormente se trasladó a Ferrol.
El águila, reputada como el único ejemplar conservado de la Marina Imperial de Napoleón, ingresó en el Museo Naval en agosto de 1847 procedente del almacén general del arsenal de Ferrol. Y allí sigue, para oprobio del francés.
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