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Historia

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Las trincheras ocultas de la batalla del Jarama

LA RAZÓN, en la Laguna del Campillo, en Rivas, donde arqueólogos del CSIC investigan los sucesos ocurridos hace 80 años durante uno de los episodios clave de la Guerra Civil

Uno de los investigadores del CSIC en una trinchera en la Laguna del Campillo / Alberto R. Roldán larazon

LA RAZÓN, en la Laguna del Campillo, en Rivas, donde arqueólogos del CSIC investigan los sucesos ocurridos hace 80 años durante uno de los episodios clave de la Guerra Civil.

Xurxo Ayán, investigador del CSIC, nos enseña lo que parece un proyectil deformado. Se trata de la bala de un rifle Mosin Nagant, de origen soviético, habitual en el Ejército Rojo de Stalin, que se estrelló contra una roca hace ahora 81 años. Era la Guerra Civil. Y si los rusos ayudaban a los republicanos, los alemanes apoyaban a los sublevados. «El detector de metales indica que se chocaron bastantes balas alemanas contra esta dorsal», indica. Poco después, nos guía a una suerte de madriguera, excavada en la roca, que servía de refugio y que fue hecha a mano por un soldado republicano para resguardarse de los impactos de la aviación. «Se ven las marcas de pico», señala.

Eran las primeras horas de trabajo en la zona de la Laguna del Campillo, en el Parque del Sureste, dentro de la localidad de Rivas Vaciamadrid, y ya se veían resultados. En los alrededores de la laguna, a apenas 20 kilómetros de Madrid, se encuentra un campamento de retaguardia republicano que, hasta la fecha, permanecía inexplorado. La zona está poblada de varios kilómetros de trincheras ocultos, de unos dos metros de profundidad. Además, está camuflado por una enorme dorsal natural en la que no faltan refugios construidos en plena roca e incluso un puesto de observación. Esta localización tuvo su protagonismo durante la Batalla del Jarama, entre el 6 y el 27 de febrero de 1937. Era la primera guerra en batalla de nuestra Guerra Civil, con un empleo masivo de artillería y fuerzas aéreas de última tecnología, y donde alemanes y soviéticos experimentaban con el armamento que utilizarían después en la II Guerra Mundial. ¿Pero hasta qué punto fue importante? ¿Qué hechos concretos se sucedieron durante aquellos 20 días en aquel lugar?

Este misterio trata de ser resuelto ahora por los arqueólogos del Instituto de Ciencias del Patrimonio (Incipit) del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Al frente de ellos se encuentra Alfredo González-Ruibal, autoridad en cuanto a vestigios de nuestra Guerra Civil. El campamento republicano descrito anteriormente es sólo un punto más dentro de ambicioso proyecto, financiado por el Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid, para desentrañar aquellos puntos relacionados con el conflicto fratricida.

Así, y hasta el 5 de octubre, rastrearán en el área otras zonas de trincheras, tres fortines republicanos de hormigón y el palacete de verano de Felipe II, también un punto enigmático. Su grupo tiene un lema: «Abierto por obras» en lugar de «cerrado por obras». Se trata de arqueología pública y, como tal, tiene que ser mostrada. Por ello, «para finales de año, está previsto que se puedan realizar visitas guiadas, con carteles y señalizaciones, para que la gente sepa lo que había en cada zona y que pueda pasar de trinchera en trinchera», señala el investigador. Durante estos días, el equipo se sirve de tecnología puntera: drones para imágenes aéreas, GPS subcentimétricos, con un margen de error de un centímetro, para realizar planos y modelos 3D...

Pero, ¿qué sabemos de las trincheras de la Laguna del Campillo? Como explica su compañero Xurxo Ayán, esta zona «era un punto estratégico fundamental durante la Guerra Civil». No en vano, desde el punto de observación de las trincheras se divisa el principal acceso hacía Levante, con una perspectiva privilegiada. A principios de 1937, recuerda, Madrid era republicano y Valencia era la capital del Gobierno de la República. Por eso, en este punto de Rivas se produjo un tira y afloja entre leales al Gobierno y sublevados: los primeros querían fortificarlo porque era una de sus vías de suministro de recursos; los segundos pensaban que, conquistando este «punto neurálgico», podían asestar un golpe mortal a sus enemigos y, además, avanzar hacia Madrid. En ese contexto, éste fue uno de los escenarios de la batalla del Jarama. Una lucha «que quedó prácticamente en tablas, con pérdidas notables para los dos bandos, aunque más para los republicanos que para los franquistas». Si bien los sublevados ganaron terreno, los leales al Gobierno demostraron aquí «una capacidad organizativa importante», así como el peso de «los brigadistas internacionales, que permitieron contener la ofensiva».

«Todavía sabemos poco de este lugar», explica González-Ruibal. «Fue sobre todo una segunda línea y es interesante para conocer la vida cotidiana de los soldados», añade. Para cotejar los restos que encuentren con lo que pudo ocurrir en estas trincheras, un miembro de su equipo se encuentra en el Archivo General Militar de Ávila, donde revisará cientos de páginas de partes militares que podrían arrojar luz. Aunque con cautela: como dice Ayán, «en los partes militares también se miente mucho». Con todo, finalizada la contienda del Jarama, se cree que este punto continuó activo.

Las trincheras que hoy vemos, «un invento español de la última guerra carlista y que se desarrolló durante la I Guerra Mundial», reflejan «un mundo subterráneo espectacular». Muchas estaban cubiertas de madera, con sacos terreros en los laterales. Algunas son en zigzag, con el objetivo de ser menos vulnerables a los ataques aéreos. Contaban con «pozos de tirador» en su extremo y en semicírculo. Lo cual era letal para las tropas franquistas que se acercaran por tierra. «Salvo si había un ataque con aviación, era una posición inexpugnable, un tiro al blanco, una ratonera para el enemigo», describe Ayán.

En estos últimos días han hallado un fortín para una ametralladora, en el que ha aparecido una moneda republicana. Del mismo modo, por los alrededores han encontrado una medalla de Eduardo VII, que portaba un brigadista inglés, la bala de un fusil Enfield británico y una taza usada por soldados republicanos. En definitiva, eventos bélicos que quedaron «fosilizados» dentro de una zona que, como dice González-Ruibal, hasta hoy, ha permanecido «muda».

Romanos y soldados en la casa de Felipe II

No menos misterios encierra el palacete de verano de Felipe II, a escasa distancia de las trincheras. Hoy abandonado, fue una zona cruzada por los soldados de ambos bandos para llegar a las líneas contrarias. Así lo demuestran las balas y los restos de metralla. Pero la zona era una parada habitual de los viajeros habitual la prehistoria. Así, se han hallado monedas de vellón medievales y del Imperio romano de finales del siglo IV, con la efigie de Constancio Galo. El Ayuntamiento de Rivas pretende edificar aquí un Centro de Interpretación.