Belén V. Conquero
El próximo Stephen Hawking podría ser madrileño
Uno de los centros con más prestigio internacional en el campo de la Física está en nuestra capital
Desde que el pasado mes de marzo falleciera el físico teórico Stephen Hawking, son muchos los nombres que han surgido en los círculos especializados para apuntar a su sucesor.
Desde que el pasado mes de marzo falleciera el físico teórico Stephen Hawking, son muchos los nombres que han surgido en los círculos especializados para apuntar a su sucesor. Sin embargo, llegar al nivel de este gran científico y divulgador si no es casi imposible, es muy difícil. Pero es que la Física Teórica ya de por sí es muy compleja. Es la que trata de desvelar los secretos de la materia oscura, de explicar las deficiencias del modelo estándar de la física de partículas o de explicar la teoría de cuerdas. Términos que, gracias al éxito de la serie de «Big Bang Theory», no son tan desconocidos como hace una década. Y en Madrid contamos con uno de los centros de referencia a nivel internacional: el Instituto de Física Teórica (IFT) de la UAM-CSIC. Así lo ha determinado la prestigiosa revista «Nature» en el índice que elabora cada año y que mide la excelencia investigadora de todos los centros del mundo.
LA RAZÓN recorre sus instalaciones de la mano de algunos de los investigadores que, con sus publicaciones, han conseguido situar al centro madrileño en el «top ten» del mundo. ¿El secreto? «La calidad y haber sido capaces de juntar en el centro la excelencia científica», explica el investigador Alberto Casas, especialista en física de partículas y Cosmología. «Cada año nos llegan unas 500 solicitudes de todas partes del mundo para realizar el postdoctorado aquí». Una criba a partir de su currículum, cartas de recomendación, publicaciones y citas es la que determina quiénes serán los siete u ocho afortunados. No es raro que científicos de todos los rincones del plantea quieran trasladarse a la capital de nuestro país, ya que, según el análisis de «Nature», el IFT está al mismo nivel que Princeton, Cambridge o el CERN. A esta «caza» de talento extranjero se suma la búsqueda de los mejores físicos patrios. «Contamos con el mejor máster de Física Teórica y se presenta tanta gente que la nota de corte está en un 7,4», añade Jesús Moreno, otro científico del centro.
Para estos investigadores, la clave para convertirse en un centro de referencia y de que él pueda salir el próximo Nobel está en que se rodeen de mucha gente joven. «Para conseguir un gran avance en Física, durante la juventud han tenido que realizar un trabajo esencial», sostiene Casas. Y añade: «Con la edad pierdes audacia, frescura, te adaptas a lo que piensa el resto de la comunidad». La madurez no ayuda para conseguir un importante «breakthrough» (gran hallazgo). Tal vez por eso, el IFT, que cuenta con el distintivo de Centro de Referencia Severo Ochoa, cuenta con pizarras por todas las plantas. «Es muy raro, si no casi imposible que una teoría importante surja de una sola persona. Por eso, casi todas las aportaciones están firmadas por dos o tres investigadores», explica el director del centro, Ángel Uranga. El centenar de expertos que trabajan en este edificio del campus de Cantoblanco logran unas 200 publicaciones anuales, «y en las revistas más importantes del área», insiste. Las pizarras están llenas de números, matrices, símbolos que sólo un físico puede entender. ¿El cerebro de un físico es distinto? Lanzamos la pregunta. Uranga sonríe: «No es la primera vez que lo pienso, pero creo que se conjugan dos aspectos: la curiosidad y la capacidad analítica que tenemos». Al final, su trabajo tiene algo en común con el Periodismo: «No dejamos de hacernos preguntas», pero las de un físico no tienen una respuesta única. «Cada uno vamos aportando piezas al puzle de un problema muy amplio, hasta que llega una mente única que consigue revolucionar todo lo que conocíamos hasta ese momento».
Cada uno de los investigadores tiene un área muy delimitada de estudio y, para poder avanzar en ello, es imprescindible que viajen y se relacionen con otros equipos. «Todo ‘postdoc’ debe abandonar el nido para poder seguir avanzando». El problema, explica el director, es que «antes de la crisis la gente se iba de España sin dudarlo, porque sabían que a su regreso contarían con una plaza permanente. Pero eso ya no ocurre. La situación de la Ciencia en nuestro país desanima mucho. Por eso, muchos no se lanzan a irse fuera porque no saben cuándo van a poder volver». Echa en falta poder dirigir el Instituto sin tantas trabas burocráticas, «en Princeton, por ejemplo, los investigadores sólo se dedican a hacer ciencia, a investigar. Al ser una universidad privada tienen muchas más facilidades». Aunque Uranga reconoce su malestar por el maltrato que sufren todas las ramas científicas en nuestro país, agradece que la sociedad cada vez esté más interesada por su labor. «Desde que se descubrió el Bosón de Higgs se ha despertado la curiosidad por nuestro trabajo». Es cierto, reconoce, «que todo lo relacionado con el universo siempre ha despertado interés, pero ahora no es sólo eso, la teoría de cuerdas y la física de partículas también conciernen curiosidad».
En esta labor de conseguir que la Física caiga simpática, Uranga ha jugado un papel especial como divulgador: Ha sido el principal impulsor del canal de YouTube del centro, que cuenta con más 350.000 suscriptores y tiene «vídeos con más de un millón de visualizaciones». La clave de este éxito fue que, hace unos años, «decidimos fichar a un ‘youtuber’ experto», José Luis Crespo, y así, de los vídeos dirigidos al público experto de 2004, ahora captan la atención de personas sin ningún conocimiento de Física. Sobre todo, se dedican a resolver cuestiones como si envejecen las partículas o cuál es el destino del universo.
Una última pregunta. ¿Podemos encontrar aquí a un Sheldon Cooper? Uranga sonríe: «La serie nos ha aportado un lado positivo, el de acercarnos a la sociedad, pero también ofrece una visión algo negativa de los físicos. Aquí no hay friquis», resuelve. Eso sí, «como todos, yo también me llevo el trabajo a casa y le sigo dando vueltas a una fórmula mientras duermo. A veces, me despierto con alguna solución». Ríe.
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