Viena
Una mujer EN LA CORTE de los perversos narcisistas
Emmy Henning fue la gran reina DADÁ, cantante, drogadicta, poeta, prostituta y santa
Emmy Henning fue la gran reina DADÁ, cantante, drogadicta, poeta, prostituta y santa
Hugo Ball era un poeta alemán de principios del siglo XX que fue uno de los padres del dadaismo. Está bien recordarlo, porque poca gente lo hace ya. Incluso el dadá es ahora basicamente una coda fascinante dentro de las vanguardias históricas, pero sólo una coda. Pero hay un nombre, un nombre de mujer, que conseguirá que tanto Ball como el dadaísmo pervivan en la memoria colectiva, Emmy Hennings. Escritora, actriz, cantante, pareja de Hugo Ball, alma viva del Cabaret Voltaire y máxima representante del espíritu dadá, sus cartas, novelas y diarios son hoy auténticos testimonios de cómo vivir más allá de los límites y pagar un alto precio por ello. Lo que en los dadaístas sólo era retórica y payasada, en ella era poesía épica y pasión. No hace falta despreciar a nadie para ensalzar a otro, pero en este caso... sí, sí hace falta, Emmy Hennings era la gran dadá o el dadá no importa nada en absoluto.
La editorial sevillana El Paseo sigue su recuperación de los textos canónicos de Hennings con «El estigma» novela en que se convierte en la joven Dagny para contarnos los tumultuosos años de aquella Europa de principios de siglo y su explosión estética. La joven vivirá al día de ciudad en ciudad bajo los opresivos valores burgueses, en una espiral sin principio ni fin que la llevará de la drogadicción a la prostitución pasando por la estupidez bohemia de un mundo que todavía no se había enterado de lo que una mujer es capaz. «Un libro confesional... Actriz, hetaira, cantante de cabaret, camarera, estas confesiones noveladas se extieden por una vida atrevida y dolorosa. El cante y el baile colorean algo el relato, tembién una contenida exaltación de lo vital y teatral, pero... ¡filisteos de toda clase, leed este libro y avergonzaos!», escribía el escritor Herman Hesse en los años en que ella sólo era la pareja de Hugo Ball
Hennings nació en la pequeña localidad alemana de Flensburg, en 885. En a penas 19 años y decidida a escapar de una existencia vulgar y sin alicientes, se casa con un actor aficionado. Ella quedará embarazada, pero perderá al niño, lo que hará que su marido la abandone. Después de un tiempo de asentamiento emocional, con un rencor incipiente en su interior contra todos los hombres y los perversos narcisistas, queda embarazada otra vez de otro actor, Wilhelm Vio, que también la abandonará. Ella no perderá el tiempo y comenzará una gira por toda Europa como actriz y cantante dejando a su madre el cuidado de su única hija.
A partir de aquí comienza su deambular por la bohemia y el infierno, con una vida entregada a las drogas, la experimentación y la literatura. Allí encontrará su auténtica forma de expresión, donde no se transforma en el deseo de nadie, como lo hacía como cantante o actriz, sino que será el suyo propio. Berlín, París, Viena, busca la verdad en todos los pequeños tugurios de las grandes ciudades pero en todos sólo encuentra deformaciones y decadencia. En su camino conocerá a grandes nombres de la cultura como Kandinski o el poeta Van Hoddis. Algunos serán sus amantes. Ninguno la impresionará. «Cuando estoy junto a la ventana, pienso: la parte superior, cabeza, corazón y pecho pertenecen a Dios, la parte inferior que se la quede el diablo», escribirá.
Y entonces conocerá a Hugo Ball y la vida le sonreirá por unos instantes. Viajarán a Zurich y fundarán el Cabaret Voltaire. Será un 5 de febrero de 1916, con gente como Tristan Tzara, Georges Janco, Marcel Janco y Max Oppenheimer. Allí darán los primeros pasos el movimiento dadá. «Su fama, en todo lo tocante a su imagen de ángel caído, de drogadicta y fina poeta, de puta y santa del vangüardismo, ha quedado inmortalizada. Su pobreza igualmente quedó intacta. No obstante queda el aliento esperanzador de quien está emprendiendo una deliberada y certera huida para “crear las condiciones de un mundo nuevo”», asegura David González Romero en el prólogo de este libro.
La muerte de Hugo Ball en 1927, cuando Hennings tiene 42 años, le hará abandonarlo todo y refugiarse, ordenar sus textos y buscar algo de paz después de años de exaltación y vértigo. Regresará a sus orígenes cristianos, sin olvidar del todo su gusto por la anarquía y la libertad emocional. Morirá sola y olvidada en 1948 cuando su nombre no es más que un estigma que nadie quiere recordar. «... Estar a resguardo... Eso quiero desearte, pequeña comunidad divina», serán sus últimas palabras de «El estigma».
En 2017, la editorial El Paseo ya publicó la novela gráfica «El ángel dadá», de Fernando González Viñas, donde se recrea el episodio de Ball persiguiendo a punta de pistola al español Julio Álvarez de Vayo, amante de Hemmings, otro perverso narcisista que intentó apropiarse del vitalismo y talento de la poeta. Imprescindible también es su aotobiográfica «Cárcel», que El Paseo publicó en 2018.
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