Francia
Tàpies, geografía política de un pintor
Un libro de Enciclopèdia Catalana analiza con nueva documentación el compromiso social del artista y cómo usó el arte moderno para ese cometido
Un libro de Enciclopèdia Catalana analiza con nueva documentación el compromiso social del artista y cómo usó el arte moderno para ese cometido
Dentro de cuatro años se conmemorará el primer centenario del nacimiento de Antoni Tàpies. Del pintor catalán, a estas alturas, todavía no tenemos una biografía completa que nos sirva para mejor conocer su trayectoria artística, fuertemente vinculada con los cambios sociales y políticos que se vivieron en nuestro país tras el final de la Guerra Civil. Sí, es cierto que tenemos estudios sobre él, como los de Juan Eduardo Cirlot, Roland Penrose o Alexandre Cirici, pero estamos hablando de obras por las que el tiempo ha pasado y que son hoy, en todo caso, un punto de partida para seguir trabajando. Lo mismo se puede decir de la imprescindible autobiografía «Memoria personal» en la que Tàpies fijó lo que, desde su punto de vista, debía conocerse sobre sus vivencias.
En los últimos años, especialmente tras el fallecimiento, ha habido intentos muy serios de ofrecer nuevas lecturas sobre el particular universo del pintor. En este sentido, la exposición que se le dedicó en el Musée de Céret (Francia) en 2012, a los pocos meses de su desaparición, ya daba algunas pistas interesantes. Más recientemente, a principios de este año, la Galeria Mayoral de Barcelona apostaba por llevar a Tàpies a nuestra actualidad de la mano de un comisario de lujo como fue Arnau Puig, compañero del pintor en el grupo Dau al Set.
De alguna manera sigue este espíritu un voluminoso trabajo editado por Enciclopèdia Catalana con todo lujo de detalles, y con un precio de 990 euros. «Tàpies. Biografia d’un compromís» es una monografía en dos volúmenes de edición limitada en el que se recorre la vida política del artista. Para ello se cuenta con una selección de sus trabajos más representativos en este terreno, además de algunos documentos -en su mayoría inéditos- procedentes del archivo personal de Tàpies. A ello se le suman una serie de estudios que firman, entre otros, Carles Guerra, Manuel Guerrero, Xavier Antich o Flavia Company, además de una serie de entrevistas con aquellos que conocieron bien a Tàpies, como su viuda Teresa Barba, así como Pere Gimferrer, Pere Portabella, Arnau Puig o Georges Raillard. El resultado de todo este trabajo es lo que Carles Guerra, actual director de la Fundació Tàpies, define, en declaraciones a este diario, como «primera piedra. Es un trabajo que sin la alianza entre la fundación y Enciclopèdia Catalana habría sido imposible de realizar».
Para guerra, en el libro podemos ver «pruebas factuales de que Tàpies era un hombre de compromiso político. Es una política que hay que diferenciar de la que se hace en la calle e, incluso, de la que el propio Tàpies hizo a través de una prolífica producción de carteles y que demostraban su solidaridad con causas por las que él se sentía identificado». A este respecto, Guerra apunta que en estos dos volúmenes nos encontramos con «la política en una obra realizada en momentos en los que era muy difícil hacer política, como era bajo el franquismo. Ese es su gran mérito. Para poder hacer todo esto usó el arte moderno, construyendo una experiencia estética que, más allá de satisfacerse en obras sólidas y espectaculares formalmente, movilizaba en los espectadores compromisos de tipo ético e ideológico. Eso lo llevó a cabo durante mucho tiempo sin que la obra tuviera que decir todo esto claramente. Eso es lo que hace que Antoni Tàpies sea un artista que nos pueda interpelar en el presente. Es verdad que luego encontraremos obras vinculadas a hechos puntuales, del pasado, como la Caputxinada o la Assamblea de Catalunya, pero también son obras que han quedado para que un espectador contemporáneo pueda también sentirse vinculado, hasta el punto de querer buscar información sobre esos hechos».
Carles Guerra reconoce que la ausencia de una biografía de Tàpies en el mercado es «una asignatura pendiente», pero matiza que no es fácil encontrar el modelo para trabajar en ese ambicioso proyecto editorial. «Falta ese trabajo de construcción de una biografía. Digo construir porque en “Memòria personal”, Tàpies es consciente que está poniendo las bases para construir la imagen de su vida. Es un artista que cree que no se es artista moderno sino que uno se convierte en ello porque ha pasado por una especie de trauma. Como le pasa a Joseph Beuys cuando cae abatido en las montañas recogido por unos indígenas. Tàpies tiene su momento de tránsito con la enfermedad pulmonar que padece de joven tras el final de la guerra». No se puede olvidar que Tàpies concluye ese libro en 1977 y en él lo que busca es recoger «esos momentos en los que ha sentido un vínculo con el mundo que lo ha invitado a ser verdad».
A este respecto, cree Guerra que en estas memorias Tàpies le da una herramienta el investigador. La respuesta es afirmativa, pero matiza que también quiere «aclararse él mismo porque al salir de la Caputxinada quedó en shock. Había encontrado la gente con la que podía sentirse solidario desde un punto de vista política y humano, pero se interrogaba cómo podía ser militante desde la soledad del estudio. Y es que la militancia requiere compañía, estar entre gente joven. Así que en el texto de “Memòria personal” trata de contestar a todas esas preguntas».
En la pintura de Tàpies hay una cercanía a no pocas causas buscando a veces la inspiración en los lugares más insólitos. Un buen ejemplo de ello es la pintura de 1949 titulada «Parafaragamus». Si bien el título parece tomado de una película del pionero Georges Méliès, al que era muy aficionado. el tema, al menos en su construcción formal, indudablemente bebe de la portada de un libro curioso: «Por que hice las chekas» donde se recoge el consejo de guerra contra Alfonso Laurencic, el autor de los planos de estas prisiones de estas cárceles republicanas durante la Guerra Civil.
Su viaje a París en 1951 sería fundamental, especialmente gracias a su amistad con el poeta y diplomático brasileño João Cabral de Melo Neto, algo que se encargará de exponer el mismo pintor en su correspondencia de aquellos tiempos con Joan Brossa, su camarada en Dau al Set. En sus memorias, Tàpies recuerda que «ja els primers dies de l’arribada a París vaig retobar-me amb Cabral, el qual em va acompanyar a les llibreries especialitzades del Partit Comunista Francès i fins em van regalar alguns llibres. Vaig, doncs, tenir ocasió d’anar llegint alguns fragments d’escrits de Marx i Engels (penso en l’antologia “Études philosophiques”); també en els textos de Plekhanov sobre l’art i la vida social i en altres d’autors pamfletaris com Politzer, Kanapa, Lefebvre..., tots publicats per les Éditions Sociales. Recordo com a més posterior l’èxit de Roger Garaudy».
Tàpies combate pintando, pero también con su presencia en actos políticos no exentos de riesgo en pleno franquismo. En este sentido, él estara entre el 9 y el 11 de marzo de de 1966, junto con otros intelectuales, en el convento de los capuchinos de Sarrià en Barcelona con motivo de una asamblea del Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Barcelona. Es la conocida como Caputxinada. En la monografía de Enciclopèdia Catalana podemos leer íntegramente la declaración que Antoni Tàpies realizó el 11 de marzo, tras ser detenido, ante la Policía Nacional. Allí aseguraba «que nunca ha sido detenido ni procesado y por lo que respecta a cuanto se le pregunta sobre los hechos acaecidos hace constar: (...) Que el martes pasado, día ocho de los corrientes, sobre las siete de la tarde, se personaron en su domicilio un grupo de estuciantes bastante numeroso, para solicitarle su asistencia a una reunión muy importante de catedráticos, profesores, estudiantes, artistas y literatos, donde se tratarían asuntos de tipo cultural relacionados con problemas universitarios».
Son los documentos de la vida política de Antoni Tàpies.
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