Exposición
Óscar Massota y el happening como impacto
El Macba rastrea la figura del pensador y crítico argentino que aterrizó en Barcelona en 1975e hizo volar la contracultura
El Macba rastrea la figura del pensador y crítico argentino que aterrizó en Barcelona en 1975e hizo volar la contracultura.
Alguien intentó mirar qué hora era, pero allí no se veía nada. Sentados a una mesa, ocho personas con ideas y cigarros en la boca hablaban de Freud, Lacan y arte contemporáneo. El humo parecía haber quedado impreso en la atmósfera, pintándola de blanco sucio y pestilente. El cuarto parecía a punto de ser borrado de la existencia. Hablar se convertía en algo relevante y revelador, que abría fisuras, tan físico que las palabras firmaban el humo. Todos hablaban con bocadillos de cómic. La gente no las escuchaba, las leía. Por suerte, Óscar Massota contó el chiste de Jung y el clavo, alguien se rió, y tuvieron que abrir la ventana para echarle.
Estábamos en 1977, en un piso de la calle San Juan Lasalle, cerca de la plaza Bonanova, y el pensador y crítico argentino, que había llegado a Barcelona en 1975, había organizado una de sus reuniones para hablar de psiconanálisis, contracultura y revolución. «Allí había psicólogos, psiquiatras, estudiantes de filosofía (o filósofos del todo), amas de casa, snobs o simples curiosos», recuerda Alberto Cardín. «La habitación estaba llena de humo; la niebla deja que salgan todos los fantasmas», rememora Magda Bosch, otra de las habituales a esas reuniones.
El escritor Biel Mesquida era también asistente asiduo. «Massota era una persona abierta, pero no muy social en el sentido frívolo. Tenía un poco de maestro, de profeta», rememora. En esas reuniones también participaron gente como Eugenio Trías, Federico Jiménez Losantos, Pepe Espaliú, Nora Catelli, etc. La primera reunión había sido en el taller del pintor Josep Guinovart. Después se fue a un piso de Aribau, más tarde a la calle Reública Argentina, pero todos se quedaban pequeños. Massota era un auténtico agitador intelectual, «aunque en estas reuniones no tomaba el rol del maestro, sino que invitaba a un diálogo colectivo para que floreciesen las ideas», asegura Ana Longoni.
Sólo estuvo cinco años en Barcelona, pero su figura y su influencia se escribieron con fuegos en la imaginación de aquella joven y ansiosa generación. Aquí tuvo a su hija, en la clínica Dexeus, «Chloe o Clohe, no sé donde va la hache», le escribe a su madre en 1977, «una maravilla de 3.685 gramos». No tardará mucho en caer enfermo, un cáncer de garganta que «le afectará su principal erramienta de trabajo, la palabra», asegura Longoni. Aún tiene tiempo, por ellos, de ver crecer y enamorarse de su hija. «Cada vez es más inteligente. Lo entiende todo y la pillo imitándome. Dice que le duele la gargante y me pide una aspirina», vuelve a escribirle a su madre poco antes de morir.
Precisamente su hija presentó ayer la exposición «La teoría como acción», muestra antológica que repasa la vida y obra de Massota desde los años 50 en Buenos Aires hasta su paso por Barcelona a finales de los 70. El Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba) acoge así una figura clave de la efervescencia intelectual de una época en busca de abrir la manera de mirar el arte, la cultura, la literatura y el mundo en pleno. «Hemos querido plasmar una intensa trayectoria intelectual, con múltiples zonas de intervención, a través de material inédito de Massota cedido por la familia así como por interpretaciones de otros artistas de las ideas del genial ensayista», comenta Longoni, comisaria de la exposición.
De Roberto Alt al cómic
Definido como «un verdadero héroe modernizador», «una sensibilidad prototípica de la década de los sesenta» o un «escritor-faro», Massota empezó a destacar en la convulsa Buenos Aires de los años 50. Allí tocó del existencialismo a la fenomenología, del psicoanálisis al estructuralismo. Fue de los primeros en estudiar el pop art e incluso habló de desmaterialización y de los happenings. Aquí realizó sus experimentos artísticos, con iconos como «El helicóptero» que en 1967 se convirtió en leyenda. «Mi happening no fue sino un acto de sadismo social explicitado», señalaba Massota.
Empezó en la crítica literaria, con ensayos como «Sexo y traición en Roberto Arlt», de 1965. Marxista heterodoxo e intelectual marginal en la academia, fue una figura controvertida por su dandismo y la frivolidad de sus pasiones, y por no ceñirse al modelo de intelectual comprometido ni de intelectual orgánico. Su interés en el comic abre un nuevo campo de aproximarse al noveno arte y lo acerca a la intelectualidad de la época. «Cohabitaba en su piso con un pequeño lagarto, que asustaba a todos sus visitas, dando pistas se su carácter excéntrico, de dandismo desaliñado», confirma Longoni.
Exiliado en 1974 de Argentina por su violencia silenciosa y asfixiante, llega a Barcelona después de un corto paso por Londres y aquí introduce a Jacques Lacan y abre diversos grupos de estudios. A través de diferentes núcleos temáticos, la exposición da forma y color al pensamiento radical de una figura que merece ser reivindicado.
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