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Conciertos

Artic Monkeys cierran el Primavera de las multitudes

Los de Alex Turner demostraron su gran capacidad de convocatoria pero no emocionaron

En la imagen, Alex Turner ayer durante su actuación en el Primavera Sound larazon

Si una cosa quedó clara la madrugada del sábado era que Artic Monkeys era el gran reclamo de la edición del Primavera de este año. Ningún otro concierto causó tanta expectativa y al arrancar parecía que las 62.000 personas del festival estaban allá.

Si una cosa quedó clara la madrugada del sábado era que Artic Monkeys era el gran reclamo de la edición del Primavera de este año. Ningún otro concierto causó tanta expectativa y al arrancar parecía que las 62.000 personas del festival estaban allá. No todo son comodidades confinado entre 60.000 personas, no hay duda, así que el concierto tiene que ser brutal para disfrutarlo. Artic Monkeys no estuvieron brutales, estuvieron decentes, pero la decencia no importa en el rock n’roll y su embrujo se deshizo muy pronto.

La excitación que causaba el regreso de Alex Turner y los suyos era tan grande que, en el concierto de Lorde, otra de las cabezas de cartel, había más gente mirándola desde las pantallas del escenario de Artic Monkeys que en las suyas. Y era una pena porque esta joven de 21 años da una personalidad única y personal al pop para las masas, con tintes de angst adolescente inteligente como si de las mismísimas Shangri-las se tratase. Vestida como las ninfas de río, con una formación de baile de autoparódicos movimientos, consiguió que su carisma encendiese el ambiente gélido al que se enfrentó. Cerró con su efectista hitazo «Green Light». El efecto fue el mismo que unas horas antes Lykke Li había conseguido con «I follow rivers» con todo el público gritando a rabiar el gran hit de la sueca. La cantante realizó otra demostración de que el pop electrónico y popular puede ser tan incisivo y creativo como el que más. Con «So sad, so sexy» , canción que da título a su último álbum, hasta se acercó a ritmos negros con toques épicos.

Y entonces arrancó Artículo Monkeys, directos al grano, con canciones como «Brianstorm» o «I bet you look good no The dancefloor» que mostraban la brutalidad adolescente con la que se presentaban al público hace una década. A partir de aquí se fueron diluyendo a pesar de que se notaba que jugaban en casa, con el público coreando las letras de todas sus canciones. Sin embargo, los mediotiempos y tanta canción sin sangre acabó con el aguante de muchos que se marcharon en busca de emociones. Eso es lo que le faltó a Alex Turner, emociones.

A partir de aquí sólo quedaba bailar hasta el amanecer. Antes, por eso, había que derretirse con la noche y dejarse llevar por la exquisita demostración de arte y ensayo de Grizzly Bear, que demostraron poderío e imaginación con su indie rock y la psicodelia cálida, con toques noise de Deerhunter. La banda hizo uno de esos conciertos que recuerdas durante años, con canciones que conseguían elevarte del suelo por los latigazos nerviosos de sus guitarras sostenidas y la belleza melódica de las voces. « El año que voy al Primavera es mi mejor año», dijo Bradford Cox agradecido, certificando la extraña unión que consiguió con un público que notenía ningunas ganas de volver a la zona de los escenarios grandes a ver a A$ap Rocky. Le siguieron Beach House y su Dream pop de anuncio de jabones, que con los años va perdiendo intensidad y poesía y ganando en pretensiones y aburrimiento. Aún así, estuvieron correctos y consiguieron algunos momentos álgidos.

Lejos de allí, en el Primavera Bits, la zona electrónica del festival, John Talabot dejaba clara su maestría a los platos, esta vez en su versión más disco. Hubo momentos desagradables, como dos jóvenes subiéndose al escenario en topless, que en el año de la concienciación contra el acoso dejó unos segundos sin humor al recinto, pero muy poco, porque las ganas de celebrar el final del festival era extendida. El cuello de botella para entrar en esta zona causó esperas y colas hasta de media hora, dejando claro que la gente quería bailar.

A estas horas el drama era que no había agua en el festival, lo que ocasionaba surrealistas colas en las fuentes como si de desesperados náufragos se tratase. Había tanta gente que todo se desbordó un poco. Con la tradicional sesión de Dj Coco el festival se despedía hasta el año que viene, y van...