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Málaga

Un Sorolla que parece pintar fotografías

La exposición “Sorolla. Apuntes de Nueva York”, actualmente se celebra en el Museo Carmen Thyssen de Málaga.

Joaquín Sorolla, Estatua del general Sherman, 1911. “Gouache” sobre papel. Museo Sorolla, Madrid larazon

Uno de los temas favoritos de la pintura impresionista francesa de finales del XIX es la propia ciudad. En un colosal decorado con transeúntes en movimiento y bajo una luz que metamorfosea los volúmenes, los artistas tratan de tomar del natural sus propias «impresiones» y captar para sus pinturas instantes fugaces y cambiantes. Mucho de ello puede apreciarse en la exposición “Sorolla. Apuntes de Nueva York”, que actualmente se celebra en el Museo Carmen Thyssen de Málaga. Sorolla, en su viaje a Estados Unidos de 1911 para supervisar una serie de exposiciones monográficas que se le dedican, siente una verdadera fascinación por los imponentes rascacielos de la ciudad de Nueva York. El artista, más familiarizado con las luces mediterráneas y los amplios horizontes marinos, se decide a tomar una serie de «impresiones» desde la ventana de la habitación del hotel en que se aloja, lanzando en picado su mirada sobre la calle, dominada por las luces eléctricas y el vertiginoso tráfico. Nueva York, la ciudad vertical, ofrece al valenciano perspectivas muy interesantes. Esos “gouaches” que ahora pueden verse en Málaga son quizá lo más fotográfico de su producción pictórica. La obra del Sorolla maduro está en general marcada por la influencia de la fotografía. Esto se aprecia en sus encuadres casuales, en sus composiciones cortadas, en los fuertes contrastes de luces y sombras, en los picados abruptos, en el concepto tan “sorollista” del desenfocado, de la fragmentación de planos o en la idea de retirar del centro de la composición a los protagonistas de las escenas. Quizá ese gusto obedezca a su admiración por la pintura impresionista francesa, o puede que haya que buscar esta influencia en sus comienzos profesionales en el estudio fotográfico de su suegro, Antonio García Peris, donde un imberbe Joaquín colaboraba coloreando fotografías. El caso es que el Sorolla de principios del XX produce una obra visualmente muy fotográfica, comprensible y familiar para el espectador contemporáneo, en la era de la reproductibilidad técnica. Echen un vistazo a esos “gouaches” y compruébenlo, porque parece estar fotografiando con pintura, o quizá pintando fotografías.