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Providencial soberbia

La Razón
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El hit cinematográfico del verano es «Dunkerque», película de Christopher Nolan que narra en tono de epopeya la «Operación Dinamo», el heroico rescate de casi 400.000 soldados, el grueso de la British Expeditionary Force más unos aprovechables restos de los ejércitos franco-belgas, arrasados por la «blitzkrieg» en la primavera de 1940. Todos los estudiosos de la II Guerra Mundial coinciden en la idea de que aquellos hombres, curtidos por una humillante derrota, fueron decisivos en la defensa de Inglaterra, claro, pero también en las campañas africanas que tanto debilitaron al Tercer Reich. Más allá de la épica –la real, la propagandística de las fuentes de la época y la añadida por la Literatura posterior–, los autores más serios insisten en señalar que dos fueron las personas que más contribuyeron a eso que Churchill denominó el «bendito milagro de Dunkerque»: Adolf Hitler y Hermann Goering. Borrachos de éxitos, los jerarcas nazis renunciaron a aplastar a los embolsados con sus imparables panzer, el führer porque creía que los ingleses le implorarían un armisticio y el jefe de la Luftwaffe porque deseaba demostrar la omnipotencia de la fuerza aérea. Pero el malherido león inglés y los andrajosos resistentes de la Francia Libre cumplieron cuatro veranos después una promesa que en aquel momento sonaba a broma: «El plan es retirarse para volver a marchar sobre París». Sánchez cree que arrolló al susanismo el 21 de mayo, 77º aniversario del canto del cisne de la BEF en la batalla de Arrás. Pero ha dejado que los supervivientes se reorganicen (Valencia, Andalucía...) y se arrepentirá con amargor. La soberbia, Pedro, la soberbia.