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La «armonía melancólica» del azul Modernista llega a Caixaforum Sevilla

El color del cielo, el crepúsculo o el mar cautivó a los artistas de finales del XIX y principios del XX

Ignasi Miró, Moisés Roiz y la comisaria Teresa Sala, ante «Cuento azul», de Josep María Tamburini / Foto: Manuel Olmedo
Ignasi Miró, Moisés Roiz y la comisaria Teresa Sala, ante «Cuento azul», de Josep María Tamburini / Foto: Manuel Olmedolarazon

El color del cielo, el crepúsculo o el mar cautivó a los artistas de finales del XIX y principios del XX

Sólo tres elementos de la naturaleza contienen el color azul: la piedra de lapislázuli –que en el Renacimiento era más cara que el oro–, el metal cobalto y la flor índigo. Y pese a que el cielo, el mar y el aire son azules (esto último lo descubrió Leonardo Da Vinci), hasta 1860 no se consiguió un pigmento sintético que lograra el tono cerúleo, inicialmente sólo en acuarela y una década después para óleo. No es casual que ni el griego, ni el chino antiguo ni el Corán, ni las sagas irlandesas ni el hebreo antiguo tengan palabras para definir el azul, que sólo existía en el egipcio, imperio rico en lapislázuli por sus relaciones comerciales. Todo eso, y la «armonía melancólica» que evoca el azul convirtieron este color en uno de los favoritos del Modernismo para representar el mundo de los sueños y del ideal al que volvieron su mirada los artistas de finales del siglo XIX y principios del XX, que hicieron la transición entre del Romanticismo y las Vanguardias.

Con la obra de Rubén Darío «Azul...», de 1888, como hilo conductor, el Caixaforum de Sevilla expone desde hoy una muestra sobre «El color del Modernismo» con 72 obras procedentes de museos como el Nacional de Cataluña, los Museos de Arte e Historia de Ginebra, el Thyssen de Madrid o las colecciones de BBVA, Banco Sabadell o la propia Caixa de Anglada Camarasa. La comisaria de la exposición, Teresa Sala, destacó que algunas piezas es la primera vez que salen fuera de su «casa» como «Coves de Mallorca», de Joaquín Mir, un fragmento de la decoración mural que el artista catalán hizo para la casa de su tío, el industrial textil Trinxet, hoy desaparecida y de la que se conserva este fragmento en el Museo Abelló de Mollet del Vallés.

Los paisajes suizos de Ferdinand Hodler o sus mujeres vestidas de azul, el cielo alpino de Gustave Coubert, las «Azoteas de Barcelona» de Picasso, los rincones catalanes de Santiago Rusiñol, las litografías japonesas de Keisai Eisen a las que llegó el color azul a través del Modernismo y hasta un fragmento de películas coloreadas de Segundo de Chomón explican el Modernismo más allá de la arquitectura.

La muestra ofrece un recorrido por marinas «azul ultramar», cielos «azul celeste», la «hora azul» del crepúsculo o los ideales simbólicos del pájaro azul (título de otro libro de Ruben Darío) o la flor azul (que sueña con ver Novalis en su novela «Enrique de Ofterdingem» que tanto influyó en los simbolistas). Una exposición que la Fundación La Caixa estrena en Sevilla (donde permanecerá hasta el 25 de agosto antes de viajar a Zaragoza y Palma de Mallorca) que evoca la misma nostalgia que el color azul y que para la comisaria sintetiza «La alegoría de la música» de Santiago Rusiñol –pieza central de un tríptico– porque «la música en el Modernismo es la síntesis de todas las artes, el ideal».