Cádiz
Bochornos
De todas las variantes del calor, seguramente sea el bochorno la que más malhumora a la sufrida población de la Baja Andalucía. Palabra de rotunda sonoridad e incierta etimología –alguna fuente apunta a “vulturnus”, que se decía en latín cuando Eolo soplaba desde Oriente–, las demás lenguas romances cubren el significante, más o menos, con términos de cualquier otro origen. Aquí, sin embargo, el habla popular –ese “genio del idioma” del tantas veces citado libro homónimo de Álex Grijelmo– asocia el calor sofocante y no necesariamente ligado a la incidencia directa del sol con el aire del Este o “levante”, ese ventarrón que ha arruinado las quincenas playeras de tantos veraneantes en las costas de Huelva y, sobre todo, Cádiz. El terral malagueño, al contrario, viene de poniente. No ha sido la meteorológica, sin embargo, la situación más bochornosa con la que han debido lidiar este verano los ciudadanos españoles, asfixiados entre caudalosa sudoración con cada noticia política que le saltaba desde la pantalla del teléfono. Abochornados, en efecto, nuestros compatriotas amenazan con desertar las urnas en noviembre o cuando Pedro Sánchez y su cuadrilla de aliados marranos (etarras, golpistas, bolivarianos...) tengan a bien dar por conclusa la XII legislatura. Los cuerpos son susceptibles de recalentarse desde dentro o desde fuera, porque el termostato responde a las condiciones ambientales, claro, pero también a los estímulos cerebrales. En esta semana previa a la apertura del curso, el resultado es idéntico en ambos casos: falta aire y sobran grados en proporción infinitamente mayor a la altura de la barra de mercurio. Por el aire que sopla del Este o por los aires de estadista que, de manera ilegítima, se da la cuadrilla de tahúres que se nos sienta en el Congreso de los Diputados.