Phoenix

Un cadáver en el hielo de Marte

«¡Tenemos agua!», espetó William Boyton, de la Universidad de Arizona, tras comprobar los resultados del instrumento de medición en el suelo del planeta rojo.

Una imagen de Marte tomada por la sonda Phoenix
Una imagen de Marte tomada por la sonda Phoenixlarazon

«¡Tenemos agua!», espetó William Boyton, de la Universidad de Arizona, tras comprobar los resultados del instrumento de medición en el suelo del planeta rojo.

Para lo bueno y para lo malo, el 30 de julio fue una fecha muy importante en la vida de la nave «Phoenix» de la NASA, una sonda lanzada en agosto de 2007 y que aterrizó en la superficie de Marte el 25 de mayo siguiente. Pero la fecha que no olvidarán sus técnicos de tierra será la que celebramos ayer. El 30 de julio de 2008 varios medios especializados recogían el resultado del análisis de las fotografías enviadas por «Phoenix» desde suelo marciano. Un brazo robotizado de la sonda empezó a tomar imágenes del entorno seis días después de aterrizar. En concreto fotografió una estructura helada conocida como «Snow Queen» que confirmaba la existencia de hielo en Marte. Aprovechó también para excavar y recoger muestras del hielo y roca. ¿Qué contenía ese hielo? ¿Sería hielo de agua? El 30 de julio, tras varios intentos fallidos de introducir un fragmento de suelo marciano en el horno analizador de gases TEGA, el instrumento de medición ofreció sus resultados. La espectrometría de los gases evaporados dentro del horno demostraba que el suelo del planeta rojo contiene agua. «¡Tenemos agua!», gritó William Boyton, de la Universidad de Arizona, director científico del instrumento TEGA. Se confirmaba algo que la ciencia llevaba años trantando de certificar. Lo más interesante fue, sin embargo, que en el periodo de tiempo transcurrido desde el aterrizaje de la nave hasta ese 30 de julio, los científicos tomaron suficientes imágenes como para estudiar la evolución a corto plazo del hielo marciano. Y pudieron detectar cómo en dos meses, la lengua helada se fracturaba y cambiaba de grosor. Sometida a las cambiantes temperaturas entre el día y la noche, la masa de hielo generaba líneas de estrés a modo de pequeñas fallas. El hielo, además, parecía cambiar de salinidad. Era hielo activo, como corresponde a un planeta que aún guarda parte de la actividad que un día atesoró.

Encontrar agua en Marte ha sido el Santo Grial de la astrobiología, la ciencia que estudia las posibilidades de que existan otros planetas aptos para la vida. Por eso, obtener una prueba como la que consiguió «Phoenix», pone el 30 de julio en los anales de esta joven disciplina. Para los responsables de «Phoenix», sin embargo, el día dejará otro sabor de boca más amargo. Tras siete meses de misión, en noviembre de 2008, la nave dejó de emitir señales al quedarse sin energía solar por causa de la llegada de la estación de invierno. Desde entonces se trató desesperadamente de volver a contactar con ella y averiguar si, con la llegada del verano, las baterías habían vuelto a cargarse. No hubo manera. Cuando dos años después el orbitador «Mars Odissey» se acercó al planeta rojo, pudo fotografiar varias veces el cadáver de «Phoenix». Una de las últimas fotos, que confirmaba su incapacidad para volver a comunicarse, fue tomada el 30 de julio de 2010.