Redes sociales
Pelayo Díaz: «La fuerza de los jóvenes está en su falta de prejuicios»
Pelayo Díaz / «Influencer». Tiene 30 años, casi un millón de seguidores en redes sociales, un libro y un programa de televisión y cree que «todas las personas tienen algo que las hace únicas y bellas»
Tiene 30 años, casi un millón de seguidores en redes sociales, un libro y un programa de televisión y cree que «todas las personas tienen algo que las hace únicas y bellas»
Con más de 700.000 personas siguiéndolo en las redes sociales, Pelayo Díaz Zapico (Oviedo, 1986) sería capaz de provocar, con un «todos a una» desde su cuenta de Instagram, una apreciable desviación del eje de la Tierra. Prince Pelayo, que así es como se apoda, es un joven de desorbitante proyección en el ámbito del estilo, las tendencias, internet y la televisión, un universo calificado, no recomendado para mayores de 40 años. Conocedor del éxito y la fama, Pelayo se ha subido a la plataforma de la televisión después de vadear el magma cibernético gracias al blog que lo popularizó, «KateLovesMe». Pelayo lo tiene todo: guapo, familiar, creativo, hecho a sí mismo, sintáctica y gramaticalmente exquisito, y asturiano. Aunque vive de su imagen, no sabe o no habla sobre publicidad. Ni de su pareja.
–¿Dónde está en este preciso instante Prince Pelayo, dónde se encuentra un joven español de éxito en verano, durante el periodo de vacaciones para la mayoría?
–En la casa de verano de mis padres, en Ribadesella (Asturias). He venido a pasar una semana con ellos, mis abuelos, mi hermana y mis sobrinos. Es la única vez, además de en el periodo navideño, que nos juntamos todos, aunque esta vez me falta mi tía Tete, que está trabajando. Aquí desconecto e intento volver a ver al Pelayo anónimo que correteaba por estas calles cuando era pequeño.
–Un escritor argentino afincado en Granada, Andrés Neuman, dice que un hombre de más de 40 años sin barriga le resulta sospechoso. ¿Qué suspicacias despiertan para usted unos buenos michelines?
–¡Pues yo espero entonces ser sospechoso a los 40! (risas). A mí unos michelines no me hacen sospechar nada; seguramente esa persona sea feliz. Pero a mí me gusta cuidarme y encuentro tiempo para hacer ejercicio y sentirme bien. No quiero hacerme mayor y sentirme mayor, quiero hacerme mayor y sentirme sano.
–A los modelos les persigue cierta fama de personas superficiales, ¿es un estereotipo o es una realidad? ¿A qué cree que se debe?
–Los modelos no son superficiales por el simple hecho de ser modelos. No creo que la superficialidad tenga que ver con la profesión, sino con la educación de cada persona.
–En su caso, como experto en comunicación que ha demostrado ser, no le será demasiado complicado convencer a quien esté frente a usted de que es una persona atractiva, de seducir a quienes lo rodean.
–No, no lo es, porque a mí me parece que todas las personas son hermosas. Todas poseen algo especial, algo que las hace únicas y, por tanto, bellas. Además, la belleza está en los ojos del que mira. La gente que ve cosas feas me da pena, porque tienen una perspectiva muy pobre y limitada de la vida.
–¿Cómo de agotador resulta seguir las tendencias, mantenerse bajo los parámetros de la moda, un fenómeno en continuo cambio por su propia definición?
–Mantenerse a la moda no debería ser un trabajo ni un requerimiento que nadie se imponga a sí mismo. La gente que, como yo, trabaja en el mundo de la moda parece que debe perseguir la tendencia continuamente, pero nada está más lejos de la realidad. Muchas veces somos los que más lejos vivimos de las tendencias. Y así es precisamente cómo se crean las cosas nuevas.
–Aquella tendencia conocida como «hipster», de gente con barba, repeinada, habitualmente tatuada, con un aire rústico, casi de otro siglo, ¿ya está desapareciendo? Como profesional de la moda, ¿qué tribu urbana adivina que está por venir?
–A mí no me gusta poner este tipo de etiquetas, pero entiendo que, por trabajo, hay veces que haya que hacerlo. De todas formas, creo que las tendencias no mueren, sino que se reciclan. Las tribus urbanas que están por venir no se conocen aún, precisamente por eso, porque aún no han llegado, porque nos sorprenderán y, si somos lo suficientemente mayores o poco curiosos, no llegaremos a entenderlas.
–El mundo de la moda y de la televisión aparece a menudo demasiado excesivo, irreal e hiperreal, deshumanizado. Da la impresión de que se cosifica a las personas y se personifican los objetos. Es un ejercicio de enajenación que puede resultar incluso saludable, ¿no cree?
–Personificar a los objetos no lo sé, pero cosificar a las personas no me parece nada saludable, para nada.
–La gente famosa, ¿no se siente a veces un objeto para sus seguidores, cuando no meros espejismos o fantasías?
–Nuestros seguidores nos siguen por lo que hacemos, por lo que conocen de nosotros. Y no creo que nos cosifiquen, pero entiendo que, a veces, el hecho de que nos vean cada día en televisión hace que crean que nos conocen, incluso que somos de la familia y, al final, eso no deja de ser una manera de mostrar cariño.
–Cuando viaja fuera de España, ¿qué admira de otros países de lo que nosotros carecemos?
–Cuando viajo fuera me doy cuenta de que España sigue teniendo como deporte nacional la envidia. Además, veo que realmente no apreciamos lo que tenemos. Noto que en otros países ponen bastante atención en la decoración, el servicio, y que valoran mucho más las disciplinas artísticas que aquí.
–¿Y qué le falta a los demás países que sí tenemos en el nuestro?
–En España tenemos cosas maravillosas: para empezar, aceitunas y jamón, que sabemos explotar muy mal, por cierto, y tenemos a gente con mucho talento trabajando en la industria del cine y de la televisión, en la de la moda, etcétera. Tenemos el flamenco, tenemos las sevillanas, la paella y los Lagos de Covadonga. España es lo más.
–Gracias a internet, todo se ha hecho accesible. Pero, ¿cree usted de verdad que todo debe ser accesible para todos?
–Entre todas las cosas, la información es lo que se ha hecho más accesible gracias a internet. Y me parece fenomenal.
–Dijo alguien una vez que el problema de los sueños es cuando se cumplen. ¿Qué piensa sobre ello?
–Muchas veces pienso que es así. Hay que tener cuidado con lo que se desea, pero lo que hay que saber es qué hacer cuando los sueños se cumplen. Hay gente que se cruza de brazos, y ahí es cuando aparecen los problemas. Hay que saber cómo seguir adelante.
–La gente joven que irrumpe con fuerza, como es su caso, ¿percibe un techo de cristal soportado por las generaciones anteriores?
–Creo que la gente joven que irrumpe con fuerza en cualquier campo no percibe ningún techo de cristal. Lo que hace fuerte a las generaciones jóvenes es estar libre de prejuicios y no estar acostumbrados a una manera determinada de hacer las cosas, sino que disponen de una mirada fresca.
–¿Con quién preferiría ir acompañado sin hacer el ridículo a una fiesta de colegas que van a la moda: con Mariano Rajoy, con Pablo Iglesias, con Pedro Sánchez o con Albert Rivera?
–Yo me voy de fiesta con mis amigos, no con los políticos. Pero, si se diera el caso, primero me tomaría un café con ellos y luego veríamos quién congenia con quién...
–La vida es sueño, resumió Calderón de la Barca, ¿cuánto hay de sueño en el mundo de la publicidad?
–No sé, yo me dedico al mundo de la moda y al de la televisión.
–Conocedor del mundo de la imagen, en general, de la televisión y de las cosas artísticas, en particular, ¿qué es más conceptual para usted, una alcachofa o un ejemplar de la Constitución?
–Esta entrevista me parece lo más conceptual del mundo. Nunca había dejado de contestar a tantas preguntas.
¿Mar o montaña?
Difícil elección para quien tiene ambas a la mano. No tiene más que regresar a su tierra, Asturias, para poder compartir las dos. Aunque prefiere la playa. Le gusta volver a su tierra, encontrarse con los suyos y respirar ese aire que no existe en otro lugar del planeta. En las playas de Ribadesella disfruta con sus sobrinos, con quienes llena cubos de arena para hacer castillos. Y en Ibiza, isla por la se ha dejado caer este verano. Su Instagram le delata.
✕
Accede a tu cuenta para comentar