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A Julio José no le pagan en España su caché
El cantante considera que en nuestro país no valoran adecuadamente su talento musical
Julio José anda con el despiste encima. Entra y sale, llega y se va, no atina con el día, lo mismo suelta que «llevo aquí tres días» o es que vine anoche. El jet-lag le dio fuerte. Según parece, durmió una noche en casa de mama Preysler, que todavía espera a más invitados porque tienen que aterrizar nuevos familiares. Habrá que ver la cara del Nobel, siempre buscando silencio y soledad.
- ¿Si se encontrase de cara con Javier Santos, su supuesto nuevo pero ya viejísimo hermano, qué haría?
- Lo saludaría sin más - dice de quien conoció hace veinticinco años, cuando nació esta historia -. En Miami me robaron de la bolsa un termo con agua mineral para conseguir mi ADN. Lo supe a los cuatro meses y me indigné.
- ¿Tuvo la intención de denunciar el caso?
- Al principio me molestó mucho ese sistema mafioso. Luego lo dejé porque no pasó nada.
- Pero él sigue erre que erre reclamando que su padre lo reconozca después de aquel safari nocturno en Valencia hace 25 años. Se mantiene firme y convencido. ¿Están dispuestos a admitir un nuevo hermano?
- Mi padre lleva ese tema muy a lo suyo. Ninguno de los hermanos se lo planteamos. La historia, o lo que sea, ya dura mucho y deberían rematarla. Es una lata, toda la vida arrastrando eso.
Vestido con camisa negra como su señor padre, pero sin la clásica rigidez de la americana, es el de siempre: cercano, afable, simpático y bromista.
-¿Piensan en los problemas de herencia ahora que ya son multitud de hijos?
- El dinero no me preocupa porque yo gano bien y no me faltan ofertas de trabajo... Menos en España, donde no quieren pagar mi caché. Llego de Los Ángeles y ahora doy un concierto en Moscú. No paro. Hemos resucitado hacer dúos con mi padre y los retomamos ahora que ya está casi bien de la espalda.
- La dolencia que no lo deja desde su juvenil accidente.
- Mi padre lo sobrelleva como puede, a veces con mucho dolor. Ahora que anda mejor y volvió a proponerme cantar juntos.
- Algo que no se le ocurre a su hermano, el famosísimo Enrique. ¿Le extraña su desapego o desgana?
- Sería bonito, pero es muy difícil unirnos porque nuestras voces no se complementan. Tenemos estilos distintos. A mi padre me acoplo mejor. ¿Sabes que nuestras hermanas pequeñas también quieren cantar? Ya están ensayando, pero a mi padre no le entusiasma el proyecto. Enrique y yo solo hacemos una buena pareja de gamberros.
- ¿Acabará Tamara en un convento, como anunció hace tiempo?
- Ni de coña, con lo divertida y mundana que es.
- Igual acaban haciendo un quinteto, como The Platters...
- No, jajaja. A mis hermanos Rorro (Rodrigo) y Miguel no les gusta la música como a nosotros.
-¿Y el amor?
- Todavía no me planteo tener hijos, ya vendrán. Y a las malas, siempre podré recurrir a la viagra.
- ¿Cómo ha visto a su madre, que parece parada en el tiempo?
- La encontré estupenda y muy enamorada. Mario es un señor que la cuida y la mima. A mí me basta con eso y el verla feliz.
- ¿Pasará las navidades con ellos?
- Me repartiré. Unos días aquí y el resto, en América con mi padre para rematar con una gira. El año pasados estuvimos los tres hermanos juntos, mi madre y mi padre, y hasta cantamos «Noche de paz». Fue entrañable.