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La justicia por su mano

Las patrullas de autodefensa que luchan contra los cárteles en México corren el riesgo de convertirse en poderosos narcotraficantes

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Las patrullas de autodefensa que luchan contra los cárteles en México corren el riesgo de convertirse en poderosos narcotraficantes

Al entrar en el estado de Michoacán puede leerse un gran letrero bajo un arco blanco que reza: «Heredamos libertad, legaremos justicia». Suena irónico porque en esta tierra caliente muchos se han acostumbrado al luto. Allí se inició en 2006 la guerra contra el narco, convertido hoy en escenario de enfrentamientos entre los grupos de autodefensa y el cártel de los Caballeros Templarios.

El Gobierno federal decidió intervenir, envió a más de 2.000 efectivos que patrullan la zona y comenzaron a desarmar a algunos miembros de las autodefensas. Otros insisten en que no depondrán las armas.

El detonante de la última crisis estalló hace una semana cuando integrantes de las autodefensas se apoderaron del poblado de Nueva Italia, días después de tomar el control de otras aldeas de la región, al oeste de Ciudad de México.

En este caso, más de 100 hombres llegaron en camiones y de-sarmaron a los policías locales antes de ocupar el pueblo. Finalmente, cercaron la sede de los Caballeros Templarios en Apatzingán, donde hubo enfrentamientos, cortes de carreteras, incendios de vehículos e, incluso, prendieron fuego a una Alcaldía.

Ante la petición de auxilio, las fuerzas federales tomaron el control de los municipios de Apatzingán, Uruapan y Múgica, no sin antes enfrentarse a los paramilitares, con un saldo de cuatro civiles muertos. Tras reunirse con los grupos armados, empezaron supuestamente a desarmarlos. Pero esta historia ya la han vivido antes los michoacanos, quienes hace tiempo dejaron de creer en los cuentos con final feliz.

«Los grupos de autodefensa si se desarman y vuelven a sus comunidades, pueden ser asesinados, por lo que primero deben ser desarmados los narcotraficantes. Ni de broma se van a desarmar ni se van a retirar a sus comunidades», afirma Alejandro Hope, del Instituto Mexicano de Competitividad (IMCO). En sintonía, Hipólito Mora, líder de autodefensas de La Ruana, afirma que solo serán «discretos». La condición para deponer las armas es que se arreste a los líderes de Los Caballeros Templarios, y eso no ha sucedido, al menos no a todos. Esta misma semana cayó uno de los capos en Los Reyes, Joaquín Negrete. «Las autoridades nos van a permitir seguir vigilando nuestros pueblos, seguirnos cuidando», dice.

La violencia que ahora se vive en Michoacán tiene varios frentes abiertos. Por un lado, la batalla que desde hace dos años libran los cárteles de Jalisco Nueva Generación y Los Caballeros Templarios, que pretenden controlar la producción de droga y las rutas de tráfico en la zona montañosa del sur del estado.

El primer grupo es una escisión del cártel de Sinaloa, del que se separó tras la muerte de uno de sus principales líderes, Ignacio Coronel, «El Nacho». Los Templarios surgieron de la fractura interna de La Familia Michoacana, a la cual despojaron el control de la llamada tierra caliente. Durante algún tiempo, esta banda convivió en relativa calma con los pobladores de esta tierra, pues ofreció expulsar a los narcotraficantes que quedaban y garantizó respetar a las comunidades, según recuerda José Manuel Mireles Valverde, consejero general del Consejo de Autodefensa de Tepalcatepec.

«La población dijo: mientras no te metas conmigo, todo está bien, y honestamente los veíamos pasar por las calles, bien armados, varias camionetas con muchas personas armadas pero como si fueran fantasmas», explica Mireles. Pero la paz se perdió cuando los Templarios faltaron a su palabra. La banda se dedicó a secuestrar a agricultores, empresarios y ganaderos, e incluso empezó a cobrar cuota por toda la producción agrícola y la actividad comercial de la región. Es entonces cuando aparecieron grupos de autodefensa, que en municipios como Tepalcatepec, Carrillo Puerto o Coalcomán buscan protegerse de los Caballeros.

El obispo de Apatzingán, Miguel Patiño Velázquez, asegura que hasta ahora no existen evidencias de que realmente se quiera terminar con la violencia que azota al estado desde hace varios años.

El sacerdote afirma que «en lugar de buscar a los criminales que dañan a la comunidad, el Ejército, por órdenes superiores, fue a desarmar a las autodefensas de Nueva Italia y de Antúnez agrediendo a la gente indefensa con el resultado de tres muertos». «El pueblo exige que primero agarren y desarmen al crimen organizado. El Ejército y el Gobierno han caído en el descrédito porque en lugar de perseguir a los criminales han agredido a las personas que se defienden de ellos. ¿No han comprendido que nos encontramos en un estado de necesidad?». Parte importante de los conflictos de seguridad en la tierra caliente de Michoacán se derivaron de que los cárteles se han expandido a actividades que compiten con empresas legítimas.

El incremento de más del 1.000% que experimentó el precio del hierro en los últimos 10 años, lejos de representar una buena noticia para Michoacán, primer productor, resultó ser el origen de una cruenta disputa. Hoy en día, según «The Wall Street Journal», los Caballeros Templarios envían hierro a China a cambio de químicos para elaborar metanfetaminas.

A medida que las condiciones se deterioraban en Michoacán, el presidente lanzó en noviembre una ofensiva militar sin precedentes en el puerto con el objetivo de bloquear las líneas de suministro de los Templarios. Sin embargo, es un reto difícil. La organización, que tiene trazos de culto popular y grupos de autoayuda, ha penetrado el tejido social, conquistando adeptos y corrompiendo políticos.

Los grupos de autodefensa también buscan proteger sus minas y agricultura. Y es que, aunque surgieron por el hartazgo de la población frente a la impunidad, también persiguen intereses económicos. De acuerdo con el informe de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, existen 36 grupos de autodefensa presentes en 11 estados: Michoacán, Guerrero, Estado de México, Chiapas, Hidalgo, Morelos, Puebla, Oaxaca, Tabasco, Tlaxcala y Veracruz. Esto representa una nueva amenaza. Como en Colombia en los 70, las autodefensas pueden acabar convirtiéndose en otro cártel, sumando más muertos a la guerra del narco. De hecho, otros grupos ya las acusan de ayudar al cártel de Jalisco Nueva Generación.

En cualquier caso, lejos de parar, la violencia entre grupos armados en Michoacán alcanzó ya un punto de conflagración mayor. En una estrategia diseñada, según algunas fuentes, por el propio Gobierno de Peña Nieto, la Policía y el Ejército los dejaron hacer, hasta que se les fue de las manos. Otro quebradero de cabeza para el presidente mexicano, que, tras llegar al poder en el 2012, no consiguió parar la sangría heredada de su antecesor, Felipe Calderón. Desde que comenzó la guerra entre los cárteles hace ocho años, 100.000 personas han perdido la vida.

Mireles, el Paramilitar al que protege Peña Nieto

La guerra le convirtió en soldado. Hasta hace poco, la vida del médico José Manuel Mireles era normal: por las mañanas atendía enfermos en el pequeño hospital de Tepalcatepec, Michoacán, y por la tarde ayudaba a otros pacientes en su consulta antes de cenar con su familia. Ahora el doctor cambió el estetoscopio por las pistolas y algunos de sus pacientes son sus compañeros que resultan heridos en enfrentamientos armados. Carismático y temerario, el doctor Mireles es el rostro del levantamiento contra el crimen organizado y el portavoz de las milicias de autodefensa, ahora intervenidas por el Ejército mexicano. Hace años, el narcotráfico secuestró a varios miembros de su familia y, en junio, destapó ante la opinión pública las violaciones a las que estaban siendo sometidas las mujeres del pueblo a manos de Los Caballeros Templarios. «Se las llevan y no las devuelven hasta que están embarazadas», dijo entonces. Aquellas revelaciones le dieron la fama y le valieron la persecución de los cárteles del narcotráfico. No obstante, la actividad de las autodefensas es objeto de polémica. Legalmente están prohibidas, pero con frecuencia cuentan con la tolerancia, y a veces protección, del Ejército y la Policía Federal. Mireles es un ejemplo. Recientemente sufrió un «extraño» accidente aéreo cuando la avioneta en la que viajaba aterrizó de emergencia. Supuestamente se dirigía a la Residencia de los Pinos, para mantener una reunión con el presidente Peña Nieto. Inicialmente el doctor fue hospitalizado en Morelia, capital del estado, pero después, con la custodia de soldados y policías, fue enviado a Ciudad de México para su convalecencia. El pasado domingo fue dado de alta pero la polémica quedó, tras la admisión de las autoridades de la protección que ofreció a Mireles. Con un estado de salud visiblemente descompuesto, Mireles afirmó que pidió al Gobierno federal que lo trasladaran del hospital en el Distrito Federal, donde era cuidado, a un lugar seguro, debido al miedo que tenía.