Diplomacia
La Unión Europea sigue zozobrando en sus relaciones con las juntas militares del Sahel
El embajador de la UE en Níger fue llamado este fin de semana a consultas, después de un desacuerdo relacionado con la ayuda humanitaria destinada al país africano
La distancia entre las juntas militares del Sahel y la Unión Europea se acentúa. Resulta en extremo preocupante esta dinámica que lleva repitiéndose de manera especial desde el golpe de Estado que sacudió Níger en julio de 2023. Preocupante porque hace más de dos años que los miembros de la OTAN decidieron considerar el Sahel como parte del flanco sur de la organización atlántica, mientras la distancia de los países miembros con Mali, Níger y Burkina Faso ha ido en aumento desde entonces. Apenas Mauritania, y Chad de una manera leve, mantienen aún relaciones cordiales (y útiles) con Bruselas.
El bofetón de esta semana vino de la mano de Níger. Los militares en el poder no tuvieron reparos a la hora de criticar abiertamente los sistemas de ayudas otorgadas por la Unión Europea a las poblaciones afectadas por las fuertes lluvias ocurridas este verano en el país africano. Esta ayuda, valorada en 1.3 millones de euros, pretendía, con escaso éxito, recortar distancias entre Europa y la junta militar nigerina, desde que Bruselas decidió suprimir toda ayuda al desarrollo a Níger tras el golpe de Estado de 2023. Poco a poco, con ejemplos como este, se retomaba tras un largo parón la colaboración en el campo humanitario. Pero el gobierno dirigido por Abderramán Tchiani negó con la cabeza ante una ayuda que se supuso que acogerían con una profunda alegría.
Los militares lamentaron que fueran los europeos quienes decidiesen de forma unilateral a qué organismos iría destinada la ayuda. Desde su posición, estos métodos son considerados “arbitrarios” y exigen una colaboración más estrecha a Europa, para poder mantener un mayor control sobre el dinero que entra en su territorio. En definitiva, los nigerinos quieren ser quienes deciden cómo y dónde se gasta el dinero donado por Europa. En este caso, los 1.3 millones de euros fueron supuestamente destinados a tres organizaciones: la Cruz Roja, Cooperazione Internazionale (COOPI) y Danish Refugee Council (DRC). Tres organizaciones que hace años que actúan en Níger. COOPI, por ejemplo, ha trabajado al menos desde 2017 en áreas próximas a la frontera entre Nigeria y Níger, áreas profundamente afectadas por los ataques producidos por yihadistas armados y donde la seguridad y los accesos a los servicios del Estado cabalgan entre la realidad y la ficción. DRC y la Cruz Roja también son viejos conocidos en la gestión de desplazados en el país, igual que se tratan de organizaciones habituadas a proyectos de recuperación económica en colaboración con las poblaciones locales.
Lo que debería haber sido una donación “estándar”, sin más preámbulos, ni siquiera demasiado elevada, esconde realmente una serie de cuestiones fundamentales para comprender las actuales relaciones entre Níger y la Unión Europea. En primer lugar, resalta un rumor que es como una constante en la región: que Europa, con Francia como principal culpable, financia a grupos armados mediante este tipo de donaciones, siempre con el fin de mantener los países del Sahel como focos de inestabilidad que permitan arrancarles sus preciados recursos naturales. Es ese infame neocolonialismo. Se comenta a pie de calle, los líderes de las juntas militares del Sahel lo proclaman con asiduidad en diferentes eventos internacionales.
De nada sirve que Emiratos Árabes Unidos, China e India sumen un 80% de las exportaciones nigerinas cuando las naciones europeas no llegan al 10% (Francia supone un 9%); que Francia reciba menos del 1% de las exportaciones de Mali mientras que más de un 73% van dirigidas a Emiratos Árabes Unidos; ni que Francia no llegue a cubrir el 0.5% de las exportaciones de Burkina Faso, donde Suiza acapara el 75%. Por alguna razón que escapa al resto del mundo (principalmente, porque las juntas militares aún no han ofrecido pruebas que demuestren sus acusaciones tras más de tres años repitiéndolas), sus socios comerciales menores son responsables de la miseria económica de tres naciones a la vez. Entonces, la paupérrima ayuda humanitaria de 1.3 millones de dólares enviada por Europa es una potencial y grave amenaza según la narrativa de las juntas del Sahel.
Puede que tengan razón, pese a todo. Las verdades profundas no se escarban en un fin de semana. Sin embargo, un segundo detalle del incidente ocurrido en los últimos días destapa una nueva brecha en las relaciones entre Bruselas y Niamey. Tras expresar su “profundo desacuerdo” ante las declaraciones de los nigerinos, la UE llamó a su embajador a consultas sin que se sepa muy bien por qué. Fuentes de inteligencia que permanecerán en el anonimato informaron a este periodista de que la junta nigerina hacía meses que deseaba la salida del embajador de la UE del país, que las tensiones se sucedían desde el incidente ocurrido durante el verano de 2023 en la embajada francesa y que hacía escasas semanas que los militares presionaban más de lo habitual para la destitución del máximo representante europeo en el país. Se sobreentiende entonces que el embajador “llamado a consultas” no volverá a Níger, y que el rifirrafe relacionado con los 1.3 millones de euros era la excusa que necesitaba Bruselas para retirar a su embajador con la cabeza alta.
Y puede que la UE haya dejado de lado su inútil orgullo para enviar a un sustituto que pueda mantener una línea de diálogo con los militares y que además sea capaz de mejorar las relaciones con una nación soberana que, no sobra repetirlo, forma parte del llamado flanco sur de la OTAN. La distancia en el campo diplomático entre la Unión Europea y las juntas militares del Sahel es abismal, tan abismal como preocupante, sobre todo cuando consideramos los tres países citados como fuentes de inmigración con dirección a Europa y como naciones profundamente afectadas por el yihadismo armado… que siempre soñó con destruir Occidente.
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