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Elecciones

Taiwán elige a su presidente bajo la amenaza de anexión de China

Lai Ching Te, el candidato favorito y vicepresidente actual, promete mantener la soberanía de isla

El vicepresidente de Taiwán y candidato del PDP, Lai Ching-Te, en un acto de campaña en Tainan RITCHIE B. TONGOEFE

El destino de Taiwán pende de un hilo, y las esperanzas y temores de 19,3 millones de votantes convergen este sábado en unas elecciones que definirán el rumbo del territorio. Más allá de sus fronteras, el mundo observa con cautela, consciente de que este trascendental sufragio no sólo determinará su política con respecto a Pekín en los próximos años, sino que también tendrá un impacto de largo alcance en la geopolítica de la región de Asia-Pacífico y en las relaciones globales entre las principales potencias.

Taiwán ha sido durante mucho tiempo el objetivo central de las operaciones de influencia e información de China, que la considera como una parte inalienable de su territorio y ve la cuestión como "una línea roja que no debe ser cruzada ni interferida por actores extranjeros". En su afán por obligar a la isla a unificarse con el continente, Pekín lleva décadas intentando que los votantes taiwaneses se alejen de los candidatos escépticos y se inclinen por otros más amistosos con la Madre patria. Para ello, y de acuerdo con las autoridades taiwanesas, el régimen comunista insiste en recurrir a representantes locales en la isla -incluidas empresas de comunicación favorables, personas influyentes a sueldo o élites políticas politizadas- para así amplificar las narrativas partidistas que avivan la división en la sociedad taiwanesa y erosionan la fe en su sistema político.

Así pues, China ha instado una vez más a sus "compatriotas taiwaneses a situarse en el lado correcto de la historia", y no se ha quedado de brazos cruzados para conseguirlo. Taiwán ha dado la voz de alarma sobre los intentos chinos de influir en los electores, entre otras cosas mediante la desinformación, la coacción económica y la presión militar con el envío de aviones, globos y barcos militares. Esto encaja en una tendencia más larga en las relaciones a través del Estrecho, especialmente desde que el partido en el poder fue elegido hace 8 años. Asimismo, Pekín ha reanudado sus esfuerzos por reducir los pocos aliados diplomáticos que le quedaban a la isla, que ha quedado con solo 12 relaciones oficiales.

Pero a pesar de esta persistencia, los esfuerzos del Partido Comunista no han resultado especialmente eficaces. Si bien el partido de la oposición, el Kuomintang, ganó a nivel local en 2018 y 2022, los análisis de esas elecciones apuntan a que las preocupaciones internas -incluidos los cambios en la política de pensiones y el descontento con las reformas económicas del DPP- fueron las responsables de influir en los votantes, en lugar de la intromisión china. Sin embargo, en materia de política exterior, como en el caso de la reelección de la actual mandataria en 2020, los esfuerzos chinos no sirvieron de nada. A pesar de una agresiva campaña mediática china y de una supuesta avalancha de ataques desde las redes sociales respaldadas por el PCCh, Tsai Ing-wen ganó la reelección por abrumadora mayoría.

El presidente chino, Xi Jinping, ha hecho del "rejuvenecimiento nacional" un objetivo que quiere alcanzar a mediados de siglo y poner Taiwán bajo su control y "reunificarse" forma parte de esa visión de futuro. La cuestión se considera central para la legitimidad del Partido, que a menudo ha citado el cumplimiento de "los deseos de 1.400 millones de chinos". Y, en esa narrativa, Estados Unidos se ha convertido en el principal objetivo de lo que los altos funcionarios chinos, incluido Xi, denominan "fuerzas externas" que se entrometen en la cuestión.

Para Washington, Taiwán representa un bastión de democracia en contraposición a una China autocrática, además de ser un punto estratégico fundamental para mantener la paz en la región. Sin embargo, es importante destacar que, al igual que la mayoría de los países, el país no lo reconoce como un estado independiente.

Se trata de una de las democracias más prósperas de Asia, que ha experimentado un notable progreso en contraste con la República Popular China, que ha mantenido su régimen sin cambios durante los últimos treinta años. Este fin de semana marcará la octava ocasión en que se celebren elecciones presidenciales por sufragio universal directo desde 1996. Dado el dinamismo de sus instituciones, la posibilidad de una alternancia en el poder sería bienvenida, si bien el Partido Democrático Progresista (PDP), que ha estado en el gobierno durante los últimos ocho años, lidera las encuestas.

La actual presidenta cuenta con un balance halagüeño tras dos mandatos. Su economía prospera, su gestión de la Covid ha sido aclamada por expertos de todo el mundo, sus reformas sociales le han convertido en pionera y se ha consolidado como paladín de los semiconductores. En la cuestión de la soberanía, de la que su partido es abanderado, su pragmatismo ha estado siempre presente. En lugar de declarar la independencia, se ha atenido al statu quo, como desea la mayoría de los más de 23 millones de taiwaneses. La isla, autónoma de facto desde 1949, declina jugar la partida de "una sola China", según la terminología de Pekín, al tiempo que se abstiene de provocar a su imponente vecino y su principal mercado.

El proceso electoral ha estado marcado no sólo por la sombra de China, sino también por un coro de inquietudes internas. En la campaña, dominada por el fantasma de la anexión al continente, las preocupaciones económicas, en particular los bajos salarios y el desorbitado coste de la vivienda, han ocupado un lugar destacado. A medida que la mandataria se acerca al final de su mandato, los actuales candidatos afrontan el doble reto de abordar tanto las tensiones geopolíticas como las luchas palpables de los ciudadanos de a pie.

Desde que Taiwán se convirtió en una democracia plena en 1996, ningún partido político se ha alzado con la presidencia tres veces consecutivas. No obstante, esta situación podría revertirse, en caso de que el candidato del PDP, Lai Ching-te, actual vicepresidente, se imponga por un estrecho margen a una oposición dividida, formada por Hou Yu-ih, del Kuomintang (KMT), y por Ko Wen-je, del Partido Popular de Taiwán (TPP). Desde el comienzo de los sondeos, a principios de 2023, Lai ha aventajado a sus oponentes y rara vez se ha quedado rezagado. Puesto que es factible imponerse en las urnas con una simple pluralidad, Lai podría convertirse en presidente con menos del 40% de los votos.

No obstante, el candidato independentista ha enfrentado críticas de numerosos residentes sobre la legalidad de su residencia familiar en una antigua zona minera al norte de Taipéi. Además, los votantes más jóvenes se han distanciado de él debido a la falta de acciones gubernamentales para abordar la brecha salarial, contener la inflación y hacer que la vivienda sea más asequible.

En un clima electoral cada vez más tenso, sus oponentes políticos han aprovechado su historial de respaldo a la independencia durante su mandato como alcalde de Tainan y primer ministro en 2017. Han enmarcado las elecciones como una decisión crucial entre dos caminos opuestos: uno que podría conducir al estallido de un conflicto y otro que busca preservar la paz. Esta polarización ha añadido un elemento adicional de controversia a la contienda, aunque Lai ha reiterado que no tiene planes de declarar esa independencia, ya que considera que la isla ya es un país soberano con nombre propio, República de China.

Mientras que en las pasadas elecciones generales el telón de fondo fueron las multitudinarias protestas a favor de la democracia en Hong Kong, de cara a esta cita son los conflictos en Ucrania y Gaza los que proyectan sus sombras en medio de una creciente amenaza de Pekín. En un momento en que la comunidad internacional tiene que lidiar con la guerra de Ucrania y el conflicto de Oriente Próximo, una guerra en el estrecho de Taiwán tendría graves consecuencias para Asia y afectaría la estabilidad financiera a nivel global. Recordemos que gran parte de los microprocesadores utilizados por la industria electrónica se fabrican en Taiwán, y que al menos el 40% del comercio exterior de la Unión Europea pasa por este estrecho.