Manifestaciones
Las protestas en Mozambique hacen temblar al FRELIMO tras 50 años de gobierno indiscutible
Miles de manifestantes han copado en los últimos días las ciudades más importantes del país africano, protestan por unas elecciones que consideran amañadas
La bandera de Mozambique muestra un una azada y un fusil de asalto. Pueblo y resistencia, aunque a veces los términos se confunden. Mozambique lleva siendo gobernado por el mismo partido político, el Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO), desde hace 50 años, con vistas a cinco años más tras resultar el candidato Daniel Chapo victorioso en las elecciones celebradas el pasado nueve de octubre. El mayor volumen de exportaciones de Mozambique corresponde al carbón, con India como principal socio comercial, aunque el descubrimiento de yacimientos de gas natural licuado en el norte del país han abierto la puerta a una mejoría en su desarrollo económico. En el norte de Mozambique, allí donde se encontró gas natural licuado en 2014 y donde operan importantes energéticas como Total, BP y Eni, actúan igualmente grupos insurgentes vinculados al Estado Islámico que siembran el terror entre la población local desde 2017.
Mozambique, antigua colonia portuguesa, una nación con poco más de 32 millones de habitantes y una superficie similar a la de Turquía, lleva siendo gobernada desde hace cincuenta años por el mismo partido político que resultó victorioso en una guerra civil que duró quince años salvajes. En Mozambique existe la represión. Los arrestos políticos. Silencios cómplices frente a la represión y los arrestos. El FRELIMO planea con sus colores rojos por encima de las vidas cotidianas, sin inmutarse cuando se les pide una respuesta, sin dignarse a contestar. Por ejemplo, este periodista fue en cuatro ocasiones a la sede de FRELIMO en Maputo, hace apenas dos semanas, para solicitar una entrevista con su portavoz; cada una de las veces le dijeron con aparente sinceridad que le concederían una entrevista, pero seguía un silencio durante varios días y se repetía el proceso. Un silencio paralelo a los labios cerrados de la población mozambiqueña… hasta hoy.
Nada hacía dudar que el FRELIMO fuera a ganar las elecciones del pasado mes de octubre, pero la sorpresa vino con la furiosa reacción de los habitantes del la capital, Maputo, ante lo que consideran unas elecciones amañadas por enésima vez. Las protestas vinieron como resultado de una acumulación de calamidades: detenciones y desapariciones de activistas opuestos al gobierno, periodistas y abogados valientes sin que hubiese consecuencias; décadas de gobierno de un partido único bajo una fachada de democracia; el conflicto de Cabo Delgado que lleva siete años castigando a la población; la pobreza sistemática e irremediable; la riqueza ostentosa de quienes sujetan el poder. Las protestas surgieron como suele ocurrir, de manera tímida y puntual en sus inicios, rápidamente dispersadas por los gases lacrimógenos que arrojaron las fuerzas de seguridad mozambiqueñas. Envueltas en un silencio mediático que no suele interesarse por lo que ocurre en África porque “África nunca va a cambiar”, ni siquiera cuando los pueblos africanos se levantan y gritan al mundo que es momento de apoyarles.
Pero las protestas continuaron, cada día con más fuerza, y continúan aún en diferentes puntos del país. Los manifestantes se encaran a las fuerzas de seguridad cantando “¡Este país es nuestro!” y ondean enseñas nacionales, envueltos en caos y humo. Puede que el asesinato de uno de los dirigentes del partido opositor, PODEMOS, pocos días después de los comicios, contribuyera al hartazgo. Puede que fuera la gota que colmó el vaso y que lleva ahora a observar a miles de mozambiqueños recorriendo la capital sin ningún símbolo político a la vista, sujetando únicamente pancartas pintadas en los propios hogares y enseñas nacionales, en una imagen impresionante que dificulta al FRELIMO culpar a la oposición de un movimiento aparentemente ciudadano. El gobierno ha cortado el internet en numerosas ocasiones a lo largo de la última semana y la comunicación con el exterior es complicada. El sonido explosivo de las protestas apenas no sale, ni entra. Es una implosión. De las que hacen temblar a quienes se pensaban por encima de las preguntas y de las respuestas.
El uso intermitente de internet facilita además a la proliferación de bulos, como suele ocurrir en casos similares. En Maputo, se ha difundido un rumor particular que afirma que fuerzas ruandesas (inicialmente destinadas a combatir al terrorismo en Cabo Delgado) están colaborando con el gobierno a la hora de reprimir las protestas, aunque no se ha aportado hasta la fecha ninguna prueba fiable a este respecto. Por otro lado, el comandante ruandés al cargo de la fuerza operativa en Cabo Delgado niega las informaciones.
¿Qué piden los manifestantes? El final del FRELIMO. Y, más concretamente, que el histórico partido se haga a un lado para depositar la presidencia en manos de Venancio Mondlane, líder de PODEMOS y principal señalado por el gobierno a la hora de buscar responsables de las protestas. PODEMOS consiguió, según las cifras oficiales que se publicaron el pasado 24 de octubre, un 20.32% de los apoyos; la policía mozambiqueña respondió abriéndole una causa donde se le describe como responsable de la muerte de “60 policías”. Una cifra que puede cogerse con pinzas cuando se conoce que entre los manifestantes han tenido que lamentarse diez fallecidos en las dos últimas semanas, y considerando que quienes disparan munición real son los policías, y no los manifestantes. Parece extraño entonces que hayan fallecido en este tiempo más policías que manifestantes.
Es poco previsible que este sea el final del FRELIMO. Aún cuentan con el apoyo del ejército y de la policía para blindarse en el poder. Pero los próximos días en Mozambique, con especial atención a su capital, Maputo, serán fundamentales para determinar cómo se desarrollará la presidencia de Daniel Chapo, y qué cambios obligarán los manifestantes a adoptar al FRELIMO para apaciguar la ira popular.
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