África
El presidente de Senegal se ve obligado a disolver la Asamblea Nacional y convoca elecciones legislativas para noviembre
La coalición opositora BBY, aliada del expresidente Macky Sall, amenazó previamente con presentar una moción de censura contra el Gobierno de Faye
Existe una fuerte presión sobre Bassirou Faye, presidente de Senegal, y Ousmane Sonko, primer ministro del país africano. Juntos elaboraron una serie de promesas dirigidas al pueblo senegalés, generaron un cúmulo de expectativas que deben cumplir si no quieren pasar a la historia como (otros) políticos que disociaron su discurso electoral de la realidad de su gobierno. Faye ganó las elecciones presidenciales en marzo de 2024, después de una tensa carrera electoral donde las protestas contra el presidente anterior, Macky Sall, ocasionaran varios fallecidos. Sonko se ha elevado por encima de la política africana como una referencia panafricanista, contraria a Francia y hermanada de manera más o menos subliminalcon las juntas militares del Sahel. El pueblo les reclama ahora la deuda que confirió su apoyo en las urnas: un cambio drástico y que rompa con la configuración de Estado que ideó Léopold Sédar Senghor en la década de 1960.
Por ello, no debería extrañar a muchos que Bassirou Faye anunciase este jueves la disolución de la Asamblea Nacional senegalesa y la convocatoria de elecciones legislativas anticipadas el próximo 17 de noviembre. Hace dos años que la cámara legislativa se configuró por última vez y la mayoría parlamentaria (que recae en la coalición política opositora conocida como Benno Bokk Yaakar, previamente liderada por Macky Sall) no parece encajar, en palabras de Faye, con “la voluntad popular” expresada en las presidenciales del pasado mes de marzo. Una prueba visible de ello ocurrió este dos de septiembre, cuando hubo de votarse una importante reforma constitucional propuesta por el partido de gobierno. Dicha propuesta pretendía la disolución del Consejo Superior de Gobiernos Regionales y del Consejo Económico, Social y Ambiental, un órgano que ha sido ampliamente criticado por su elevado coste, en torno a los 24 millones de dólares anuales, y cuya eliminación fue una de las promesas electorales más importantes de Faye y Sonko. Son las promesas que se deben cumplir.
La votación concluyó con 83 votos en contra de la reforma constitucional y 80 votos a favor, reñida en cierto punto, definitiva a efectos prácticos. El presidente senegalés ya aseguró en este momento que el resultado mostraba una profunda división entre los deseos del pueblo senegalés y la coalición opositora, y ya entonces se abrieron ante él dos vías alternativas: convocar un referéndum o disolver la Asamblea. Tras amenazarle la coalición BBY con una previsible moción de censura, escogió la segunda opción porque quedan por delante casi cinco años de legislatura y Faye comprende, pese a los riesgos que supone adelantar las elecciones legislativas, que la única forma de gobernar de manera fluida conlleva poseer una mayoría parlamentaria que los analistas piensan que obtendrá sin mayores dificultades. Lo piensan los analistas y lo piensan los jóvenes senegaleses que apostaron por el cambio representado en la dualidad Faye/Sonko.
Así lo expone Babacar, un dakarí de veintiocho años que sirve unos bocadillos de lentejas fabulosos en le barrio de Medina: “El presidente quiere un nuevo orden en Senegal, un orden que nos pertenezca, un orden senegalés y que no venga impuesto por otros. La oposición está al servicio de Francia, y Francia, ya lo sabes, siempre querrá decirnos que hacer. Una Asamblea popular senegalesa no puede ser una Asamblea francesa”. Lo dice y se queda sonriendo, orgulloso y confiado en el futuro. Babacar está contento. Una de las medidas tomadas por Faye durante los primeros meses de gobierno consistió en regularizar los puestos de vendedores ambulantes y Babacar, que tiene su pequeño puesto fijo en la calle desde que su madre empezó a hacer bocadillos de lentejas hace veinte años, agradece esta medida que le alivia la competencia y reafirma la validez de su negocio. Babacar está contento. Un nuevo orden se alza a su alrededor.
Los vendedores ambulantes no están contentos y su frustración ya ha provocado altercados con las fuerzas de seguridad, pero eso, opina Babacar, se solucionará pronto. “Cuando cumplan con lo que les pide el Gobierno”. En este nuevo Senegal parece haber sitio para todos… siempre que acaten el nuevo orden que pretenden imponer. Faye también parece mostrar un interés veraz (aunque es pronto para saberlo a ciencia cierta) por reducir las salidas de cayucos en dirección a Canarias. Una de las últimas medidas a este respecto consistió en anunciar la creación de una línea telefónica gratuita a la que los senegaleses podrán llamar para denunciar salidas ilegales. El presidente ha pedido igualmente que las familias no presionen a sus miembros más jóvenes para que tomen la alternativa de la inmigración irregular en su búsqueda de una alternativa económica, igual que ha solicitado paciencia por los proyectos que ha puesto en marcha su gobierno: “Todos debemos involucrarnos en la construcción de nuestro país y creer en nuestras propias capacidades para cambiar el rumbo de Senegal”.
Entre las nuevas medidas que se han adoptado, también se incluye la congelación de cuentas asociadas a grandes medios de comunicación, algo que ha provocado no pocas críticas al nuevo Gobierno. El presidente de la Comisión Jurídica de la Asamblea Nacional Senegalesa, Moussa Diakhaté, señaló recientemente que Sonko “ha ocupado el lugar del ejecutivo, el poder judicial y el legislativo, y tengo la impresión de que estamos deslizándonos lentamente hacia una dictadura que no dice su nombre”. La alarma tampoco es infundada, vista desde ciertas perspectivas. Resulta evidente que los nuevos líderes senegaleses están centrando sus esfuerzos en derrumbar ciertas dinámicas que han beneficiado a muchos durante décadas, y el derrumbe del viejo sistema puede leerse como la voluntad del pueblo senegalés, en palabras de Faye; o como el asentamiento de las bases donde toda oposición será silenciada.
La disolución de la Asamblea senegalesa puede enmarcarse en los profundos cambios políticos que lleva sufriendo Senegal en el último año, aunque cabe a reconocer que la situación parece más esperanzadora que la de Guinea Bissau. En Bissau, el presidente Sissoco Embaló disolvió en diciembre la Asamblea Popular sin que haya anunciado todavía una convocatoria electoral que rehaga el órgano legislativo. Con el apoyo incondicional y silencioso de Europa. Pero en Senegal hay fecha para los comicios. Y dos meses parecen razonables. Sólo queda ver si Babacar tiene razón y Faye/Sonko conseguirán configurar un nuevo orden senegalés, propio y democrático, que cumpla con las promesas que inundaron los sueños de un país con una media de edad de diecinueve años.
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