Crisis
Nigeria se hunde: su moneda alcanza mínimos históricos y la violencia se dispara
El desplome de la naira, añadida a la emergencia alimentaria, el crecimiento de la deuda pública y el estancamiento de la violencia comunitaria ponen a prueba al nuevo gobierno de Bola Tinubu
“Las cosas están tensas en Lagos, muy tensas, no sabemos lo que va a pasar”. El testimonio de Yusuf, residente de la ciudad de Lagos (Nigeria), pone voz a las preocupaciones que mantienen en vela a decenas de millones de sus compatriotas. Y se respira esta preocupación persistente en la ciudad más poblada del continente africano porque Nigeria se hunde. Más que hundirse, se desploma.
El país se ha zambullido en una crisis que afecta a prácticamente cualquiera de sus aspectos sociales y económicos, desde la economía del hogar hasta la deuda pública, pasando por un incremento de la violencia comunitaria que enfrenta a ganaderos y agricultores. Bola Tinubu, el que fuera investido como presidente en el pasado mes de mayo con apenas 8 millones de votos en su favor, debe sostener ahora una nación con más de 220 millones de habitantes en estado de desesperación.
La naira se desploma
La debacle de la moneda nigeriana comenzó el pasado mes de febrero. Entonces, el Gobierno saliente de Muhammadu Buhari decidió retirar de circulación los billetes superiores a 500 nairas (57 céntimos) para sustituirlos por un nuevo modelo que dificultara su falsificación. A esta medida le siguió el caos: los cajeros automáticos no contaban con nairas suficientes para sustituir los billetes salientes, los bancos tampoco fueron capaces de suplir la demanda y decenas de millones, cientos de millones de nigerianos se encontraron durante semanas sin acceso al dinero en efectivo. Tras más de un mes de escasez, el Banco Central decidió permitir nuevamente la circulación de las viejas nairas, que hoy fluctúan por las calles entremezcladas con los pocos billetes que lograron emitirse de la nueva tirada.
La debacle llegó a su culmen el pasado 14 de julio, día en que la naira estaba a 0,002 euros. Una semana después, el 21 de julio, el precio de la moneda nigeriana se había desplomado a 0,001 euros. Una devaluación de la moneda que no se ha visto en más de 25 años en el país africano. Un tremendo batacazo del que todavía no se han recuperado. Los analistas esperan que la debacle se deba al impulso de una serie de ambiciosas medidas impulsadas por el nuevo gobierno (eliminación de subsidios a la gasolina, relajación de las restricciones al comercio de divisas, etc) y que esta situación se mantenga sólo a corto plazo, con lentos niveles de crecimiento en los próximos meses. Una previsión que aún no se ha cumplido y que sigue afectando gravemente a la población nigeriana.
La situación económica se agrava con un incremento de la deuda pública que alcanza cifras de récord. Si la deuda ya alcanzó números históricos en diciembre de 2022, con 103.000 millones de dólares sobre el PIB, el último informe facilitado por la Oficina de Gestión de Deuda estima que ésta se doblará para finales de 2023. Sólo en el primer trimestre de 2023, la deuda aumentó en 7.000 millones con respecto a las cifras del año anterior.
Emergencia alimentaria
El 13 de julio de 2023, las autoridades nigerianas declararon el estado de emergencia con motivo de la inseguridad alimentaria. “[El presidente Tinubu] ha declarado que se anuncie de inmediato un estado de emergencia de seguridad alimentaria y que todos los asuntos relacionados con la disponibilidad y asequibilidad de alimentos y agua, como elementos esenciales para el sustento, entren dentro del ámbito del Consejo de Seguridad Nacional", dijo entonces en un comunicado el portavoz del presidente nigeriano, Dele Alake.
La medida encaja con un informe publicado por Naciones Unidas en enero de 2023, donde se especificó que al menos 25 millones de nigerianos sufrirían diversos niveles de inseguridad alimenticia antes de terminar el año. La crisis afectaría en mayor medida al noreste del país, concretamente a las zonas hostigadas tanto por los terroristas de Boko Haram como por la sequía actual.
A esto se sumaría que un 30% del grano que importa Nigeria procede de Rusia y de Ucrania, mientras la totalidad de sus fertilizantes (fundamentales en un país donde el 35% de la población se dedica a la agricultura) provienen de Rusia. La guerra de Ucrania afecta así a los estómagos nigerianos, mientras que el gobierno de Tinubu ha decidido reinvertir las ganancias obtenidas tras eliminar el subsidio del petróleo en subvencionar a las familias más necesitadas, que recibirán diez dólares mensuales durante seis meses. Son medidas famélicas que dificultan todavía más la recuperación de la naira.
La violencia comunitaria se enquista
Los enfrentamientos entre agricultores y ganaderos, especialmente en el norte del país, se intensifican a raíz del cambio climático y adquieren nuevos niveles de violencia. Según el gobierno de Nigeria, hasta 350 agricultores habría sido asesinados sólo en los últimos 12 meses, mientras 80.000 personas se han visto obligadas en lo que va de año a abandonar sus hogares en el centro del país. Son ataques donde un grupo de hombres armados y subidos a motocicletas acribillan a balazos a varios jóvenes en la entrada de una localidad. Ataques donde decenas de agricultores son asesinados en sus campos, y donde los agricultores, ansiosos de venganza, asesinan de vuelta. Son ataques y secuestros que convierten Nigeria en una de las naciones más inseguras de África.
Que la mayoría de los pastores pertenezcan a la etnia peul y profesen la religión musulmana vuelve sumamente difícil aplacar el conflicto. ¿Es esta una pelea por la tierra, un conflicto étnico o una lucha religiosa? ¿O lo es todo a la vez? Donde unos medios informan de la muerte de diez agricultores a manos de ganaderos, otros hablan de la muerte de diez ibo a manos de un grupo de peul o de la muerte de diez cristianos a manos de musulmanes. La dificultad a la hora de ahondar en las causas de esta crisis propicia una falta de estrategias a la hora de atajarla.
El cambio climático y la inflación, pero también el costo de los alimentos y de los fertilizantes, ha empeorado notablemente la situación de los agricultores. Los pastores están viéndose obligados a trasladarse a nuevas ubicaciones en busca de pastos para sus ganados, donde chocan periódicamente con las poblaciones sedentarias, incrementándose así los niveles de violencia por ambas partes. Todo forma parte de una tormenta perfecta donde cada golpe que sufre Nigeria causa una suerte de efecto dominó capaz de derrumbar a la mayor economía del continente.