Nuevo primer ministro
Macron confía en su delfín Attal para relanzar su mandato en Francia
La nominación del nuevo jefe de Gobierno se interpreta como un revulsivo necesario de cara a las elecciones europeas del mes de junio
Emmanuel Macron mueve ficha para relanzar su segundo quinquenio tras un año y medio marcado por los disturbios en la calle y una reforma migratoria aplaudida por la extrema derecha y aprobada in extremis que causó fuertes fisuras en el Ejecutivo antes de Navidad.
La nominación del joven Gabriel Attal, el ministro más popular del Gobierno, se entiende como un revulsivo necesario de cara a las elecciones europeas del mes de junio, primer examen en las urnas para Macron tras las últimas presidenciales y para las que todos los sondeos dan a la lista de la ultraderechista Marine Le Pen como gran favorita. El nombramiento señala la voluntad de Macron de regresar a los orígenes, al núcleo duro de colaboradores que lo ayudaron a conquistar el poder hace siete años. Attal formaba por entonces parte de esas juventudes del movimiento En Marche, que impulsó al por entonces joven ministro de Economía de Hollande –Macron- al Elíseo.
A sus 34 años, Attal se convierte en el primer ministro más joven de la historia de la V República. El recambio de Élisabeth Borne concentra varios de los criterios en los que Macron quiere inspirar ese impulso a su segundo mandato. Juventud, renovación y peso político ganado a fuerza con una trayectoria fulgurante en los últimos tiempos tras haber pasado por los ministerios de Cuentas públicas, Educación nacional y haber sido portavoz del Gobierno entre 2020 y 2022. El anterior primer ministro más joven fue Laurent Fabius, nombrado por el socialista François Mitterrand en 1984 a los 37 años. Hoy en día preside el Consejo Constitucional tras una dilatada carrera política.
Macron confía en que este recambio en el liderazgo del Ejecutivo dé un impulso a un mandato que parecía atascarse a tres años de las próximas presidenciales y en un horizonte marcado por los Juegos Olímpicos de este próximo verano. Sin mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, el margen de maniobra del presidente es reducido y de ahí la imperiosa necesidad de cintura política para llegar a pactos y aprobar leyes mirando a derecha e izquierda. Un relevo al frente del Ejecutivo que plasma una apuesta completamente distinta dados los perfiles antagónicos de Borne y Attal. Ella, tecnócrata, fría en la comunicación y fuera del círculo de confianza de Macron. El es casi lo opuesto, una especie de “hijo pródigo” del presidente, buen comunicador y más agradable en el trato. Un perfil más político y menos técnico. Quizás el único punto en común son sus orígenes ideológicos. Tanto Borne como Attal trabajaron con ministros socialistas antes de pasarse al macronismo.
Los constantes rumores sobre un eventual cambio de gobierno y de primer ministro venían reproduciéndose desde el pasado mes de diciembre con insistencia, especialmente tras la crisis que la reforma migratoria había creado en el ala progresista del Ejecutivo. Macron logró salvar in extremis su ley migratoria tras un conato de rebelión en su Gobierno después de pactarla con la derecha de Los Republicanos que exigieron endurecer varios de sus puntos. Destacados diputados del bloque presidencial votaron en contra de la versión final del proyecto por considerarla demasiado derechizada.
El voto a favor de Le Pen fue un regalo envenenado para Macron que hizo explotar toda aquella crisis. Varios ministros amenazaron con dimitir aunque finalmente sólo uno, el ex titular de Sanidad, Aurélien Rousseau, hizo efectiva la amenaza. Este capítulo volvió a poner de manifiesto esa fragilidad parlamentaria con la que Macron está obligado a lidiar en este segundo quinquenio. La cantidad de veces que la hasta ahora primera ministra, Elisabeth Borne, había tenido que recurrir a gobernar a golpe de decreto, un total de 23, es el signo más visible de esa pérdida de mayoría que las legislativas de 2022 propinaron a Macron. Sin duda, la aprobación por decreto de la sensible reforma de las pensiones el año pasado y su fuerte contestación en las calles fue el episodio que más desgastó al gobierno de una Elisabeth Borne que ha estado en varias ocasiones al borde del precipicio, en cuanto a lo que mantenerse en el cargo se refiere. El reto ahora para Attal como sucesor de Borne en el puesto de primer ministro es si será capaz de seguir gobernando en minoría y a golpe de decreto. O si acabará tropezando como ella. De momento, como primera tarea, tendrá que formar gobierno en las próximas horas y buscar el juego de equilibrios con sus socios parlamentarios aunque, previsiblemente, no haya cambios notables en las carteras importantes del Gobierno.
Borne fue nombrada en el cargo tras la reelección de Macron a la presidencia de la República hace un año y medio. Su sucesor, Attal, será el cuarto primer ministro del presidente francés desde que en 2017 conquistó el poder. Los otros fueron los conservadores Édouard Philippe y Jean Castex. Borne era la segunda mujer primera ministra en la historia de Francia. La anterior, la socialista Édith Cresson, solo duró 10 meses en el cargo.
En el trasfondo del nombramiento, hay un factor más: la lucha soterrada por suceder a Macron, quien, tras dos mandatos, no puede volver a presentarse en 2027. Entre los pretendientes se encuentran algunos pesos pesados del gobierno como el titular de Interior, Gérald Darmanin y el de Economía, Bruno Le Maire. Al elegir a Attal, el presidente lo consagra como un político de primera fila sobre el que Macron tiene control. Ahora bien, corre también el riesgo de quemarse antes que el resto en una batalla que se jugará concluidos los Juegos Olímpicos.
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