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Examen de guante blanco a Borrell en la Eurocámara
El socialista español se defiende de su multa por Abengoa y pide disculpas por sus declaraciones en las que minusvaloraba las matanzas de indígenas en la historia de EE UU. Anuncia que Kosovo será su primer destino como Alto Representante de Exteriores de la UE
El socialista español se defiende de su multa por Abengoa y pide disculpas por sus declaraciones en las que minusvaloraba las matanzas de indígenas en la historia de EE UU. Anuncia que Kosovo será su primer destino como Alto Representante de Exteriores de la UE
Venia con la lección aprendida. Josep Borrell consiguió ayer pasar el examen de la Eurocámara sin demasiada dificultad tras un examen de tres horas. Aunque será durante el día de hoy cuando los coordinadores políticos se reúnan para hacer su valoración, todo indica que el español se convertirá en el máximo representante de la diplomacia comunitaria en sustitución de Federica Mogherini el próximo 1 de noviembre. El ministro de Exteriores en funciones hizo ayer una intervención inicial con un eje reconocible: la UE debe aprender a usar el lenguaje del poder. En un mundo en el que cada vez la voz del bloque comunitario se oye con menos fuerza y en el que el tradicional «soft power» parece insuficiente para lidiar con diferentes amenazas, el español defendió la necesidad de que Europa hable de tú a tú con las grandes potencias del planeta y supere las diferencias internas como modo de acrecentar su liderazgo.
En su coda final, Borrell identificó tres problemas de la diplomacia europea: identidad, posicionamiento y método y lamentó que «cuando se trata de los grandes poderes, tendemos a evitar el debate y terminamos en una aproximación tecnocrática».
Pero la comparecencia de ayer no trataba tan solo de establecer las líneas prioritarias de la política exterior europea, sino, sobre todo, de esquivar balas. Borrell demostró ayer ser plenamente consciente de sus puntos negros y debilidades, entre ellas un carácter que en determinadas ocasiones le juega malas pasadas. Ayer, supo embridarlo, gracias al tono relajado de las preguntas.
Por eso, se guardaba algún as en la manga con el que conjurar algunas reticencias. Como anuncio sorpresa, aseguró que su primer viaje como máximo representante de la diplomacia comunitaria será a Pristina, capital de Kosovo. España es uno de los cinco países europeos que no reconoce a la provincia serbia de mayoría albanesa. A pesar de que como ministro de Exteriores Borrell ha sido escrupuloso con este principio, con este golpe de efecto intentó demostrar que su nuevo papel no va a estar lastrado por la política interna española. Uno de los grandes interrogantes reside, precisamente, en si será capaz de dar alas a la pacificación entre Serbia y Kosovo y la ampliación hacía los Balcanes. Por ahora, parece que va a intentarlo.
En el capítulo sobre Cataluña, Borrell también hizo gala de independencia y negó que el desafío soberanista entre dentro de sus competencias como máximo representante de la diplomacia comunitaria. «No voy a decir nada sobre los asuntos internos de un país, aunque sea el mío», sentenció.
En otros temas, Borrell fue cauteloso y previsiblemente continuista respecto a su predecesora. Sigue apostando por ir con pies de plomo a la hora de imponer más sanciones a Venezuela ante el peligro de que acaben perjudicando a la población y se resiste a dar un paso en falso que pueda romper cualquier posibilidad de diálogo con el régimen de Nicolas Maduro. Aunque la bancada popular española y Vox le acusaron de cierta tibieza, la sangre no llegó al río. Posición muy parecida mantuvo respecto a Rusia: palo y zanahoria, sanciones proporcionadas y diálogo. Consciente también de la importancia de no cometer traspiés diplomáticos, el español se disculpó de sus declaraciones en las que minusvaloró la historia de EE UU y la masacre indígena al asegurar que los estadounidenses «lo único que habían hecho era matar cuatro indios». Borrell calificó como «una expresión desafortunada» estas palabras del pasado e intentó hacer gala de humildad.
Uno de los capítulos más polémicos del examen estuvo referido a la multa de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) por haber utilizado información privilegiada cuando era consejero de la empresa energética Abengoa. La CNMV creyó demostrado este conflicto de intereses, ya que Borrell vendió acciones antes de que declarase el concurso de acreedores de la compañía. El ministro volvió a negar estas acusaciones al asegurar que solo vendió un 7% del total y que perdió 300.000 euros.
Fue una comparecencia de guante blanco en la que reinó el «fair play», con momentos de tensión prácticamente inexistentes. El PE deberá validar el Ejecutivo comunitario en su conjunto el 23 de octubre en Estrasburgo y nadie tiene dudas de que el español cogerá el testigo de Mogherini.
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