Estados Unidos
La apuesta de Trump por aumentar el gasto público divide a los republicanos
Asegura en una comida con la Prensa que es «el momento» para una reforma migratoria en EE UU
El discurso que Donald Trump pronunció ayer en el Congreso, el primero de su legislatura, marca el inicio de una más que probable batalla con los congresistas republicanos –sus compañeros de partido–, que poseen mayoría en ambas cámaras del Capitolio y que, por tanto, son la llave para sacar adelante las principales leyes que a Trump le gustaría aprobar. En una entrevista con la Fox antes del discurso, Trump insistió en su plan para gastar un 9% más de dinero en defensa (51.500 millones de euros) y recortar los gastos en el resto de agencias federales. «Tenemos que subir el gasto en defensa. No tenemos opción. Mucha gente piensa que es una cantidad de dinero tremenda. Pero podrían ser 30.000 millones más. Vamos a tener las mejores Fuerzas Armadas cuando yo me vaya», anunció el presidente republicano.
Puede que esta iniciativa sea el gran punto de unión entre el presidente y el Partido Republicano. Porque a partir de aquí son muchos los temas que les separan y que saldrán a la luz cuando Trump presente los presupuestos generales en el Congreso en dos semanas. Además, el portavoz de la Cámara de Representantes, el republicano Paul Ryan, y el líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell, han empezado a perder la paciencia debido a la incapacidad del presidente de moderar sus peleas con los medios de comunicación, los servicios de inteligencia y los jueces porque, a su juicio, desvían la atención de lo que deben ser las prioridades del Partido Republicano.
A Ryan, figura fundamental en el Congreso a la hora de redactar leyes, le será casi imposible conciliar las dispares ideas de Trump de reducir el déficit, aumentar el gasto público militar, bajar los impuestos y sustituir el Obamacare, entre otros asuntos. Todo sin tocar los programas de la Seguridad Social (las pensiones federales) y el Medicare (el seguro médico de los jubilados), que son los que más parte del presupuesto requieren. Ryan considera que para bajar el déficit y reducir la elevada deuda nacional (20 billones de dólares) hay que recortar estos dos programas, algo que Trump no quiere comprometer para cumplir con sus promesas de campaña, una visión cercana a los planteamientos de los demócratas. El presidente cree que estas ideas de Ryan fueron las que hicieron perder a los republicanos las elecciones de 2012.
En lo tocante a la derogación de la ley sanitaria de Obama –el polémico Obamacare– Trump no ofreció detalles. Dijo que «vamos a tener un plan sanitario genial» y que «tenemos que entender que la reforma sanitaria ha sido un desastre. Está fuera de control. No funciona. Tenemos uno genial que va a ser muy inclusivo».
Por primera vez desde que llegó a la Casa Blanca, el presidente asumió que pudo haberse equivocado en su manera de transmitir mensajes. En concreto, Trump se refirió a la orden ejecutiva para paralizar el programa de acogida de refugiados e impedir la entrada de ciudadanos de siete países de mayoría musulmana, un plan que ha quedado paralizado por orden de un tribunal. El mandatario insistió en que su objetivo es impedir que «los malos» entren en el país, si bien admitió errores a nivel comunicativo. «Quizás es mi culpa», apuntó en relación a las dudas generadas sobre la eficacia y aplicación del polémico decreto migratorio.
Posteriormente aseguró que ha llegado «el momento» de impulsar una reforma migratoria para arreglar el sistema de inmigración en el país, donde se calcula que residen 11 millones de indocumentados. «Éste es el momento adecuado para una ley sobre inmigración siempre que haya voluntad de hacer concesiones en ambos lados», dijo Trump durante un almuerzo privado con periodistas, informa Efe.
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