50 años sin Kennedy
Kennedy: tener o no tener
Se dice que su millonario padre compró su carrera política, anulando con dinero y prebendas a contrincantes del joven Kennedy en sus inicios en Massachussets prometiendo una jugosa ayuda financiera al periódico local si apoyaba a su retoño... El futuro presidente bromearía en una cena: «Me ha llamado mi padre encargándome que compre los votos necesarios para ganar. Pero que no me obsesione con arrollar porque no quiere gastarse una fortuna». Se cuenta que él y su hermano Bobby encargaron un atentado contra Fidel Castro, que era tan obsesivamente mujeriego y adúltero que pasó el fin de semana anterior a su asesinato con dos chavalas en Palm Beach, que su fama de progre era inmerecida. En realidad, una vez en el poder resultaría socialmente cauto. Se añade que el balance legislativo de sus tres años es pobretón. Hay más sombras.No empece. Los historiadores le dan un aprobado raso pero su aura entre el público americano a los 50 años de su inmolación a manos de un misterioso y pirado francotirador no se marchita. El carisma lo tienes o no lo tienes. Muchos presidentes yanquis cavilan, se contaba de Clinton que una guerra por una causa noble potencia su figura en la posteridad. Kennedy no necesitó una contienda para entrar en el Olimpo. Su muerte cinematográfica, con la bella Jackie tratando de cubrirlo cuando los impactos ya eran fatales, ha reforzado su leyenda. Pero hay más. Su insólito atractivo personal –aún joven, el efecto al entrar en una habitación era palpable–, su hábil dominio de un medio nuevo, la televisión, su firme actuación en la crisis de los misiles de Cuba y su astuto manejo mediático de la misma, la fotogenia de la pareja... Todo contribuyó a crear un mito.
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