Guerra contra Hamás
Israel amenaza con una invasión inminente de la Franja de Gaza
El ministro de Defensa, Yoav Gallant, galvaniza a las tropas desde la frontera: «Ahora veis Gaza desde lejos, pronto la veréis desde dentro»
Yoav Gallant galvanizaba a las tropas desde la frontera con la Franja de Gaza. «Ahora veis Gaza desde lejos, pronto la veréis desde dentro», trasladaba en la tarde del jueves el ministro de Defensa israelí a las unidades de infantería de la Brigada Guivati. Era la antesala de una nueva invasión israelí de la Franja. Una operación prevista, en principio, para el pasado fin de semana que quedó aplazada por las condiciones meteorológicas, según las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI), que dieron un ultimátum al millón de habitantes del norte de Gaza para que abandonaran sus casas.
En realidad, Israel estaba concediendo un plazo a Estados Unidos para buscar alternativas a la incursión terrestre. Sin éxito. La caída de un cohete sobre el hospital Al Alhi de Gaza hizo saltar por los aires la vía diplomática. Joe Biden, sin embargo, confiaba aún en la noche del miércoles en encontrar otra salida, otra respuesta a la masacre cometida por los militantes de Hamás en los kibutz y en las comunidades del sur de Israel. «Tuvimos una larga conversación sobre ello y sobre las alternativas que existen. Nuestros militares están hablando con los suyos sobre cuáles son las alternativas», explicó el presidente de Estados Unidos desde el Air Force One en el vuelo de regreso a Washington.
Ocupar de nuevo Gaza sería «un gran error» por parte de Israel, advirtió Biden. Pero el gabinete de guerra liderado por el primer ministro Benjamín Netanyahu no abandona sus planes. Quiere reponerse del golpe moral asestado por Hamás, su 11-S. El día más sangriento para los judíos desde el Holocausto, en palabras del presidente israelí Isaac Herzog, que dejó más de 1.400 muertos. Desde el terreno, Gallant garantizaba que la orden de invadir llegaría.
En este «impasse» diplomático las FDI llamaron a filas a 360.000 reservistas en el mayor reclutamiento militar de la historia del Estado de Israel después de la guerra del Yom Kippur de 1973. Nunca el Tzáhal contó con tantos efectivos. Unos 300.000 rodean la Franja de Gaza, el enclave controlado por Hamás, con carros de combate, vehículos blindados y artillería. Otros dos contingentes del Ejército están estacionados en la Cisjordania ocupada y en el norte de Israel, en los Altos del Golán, una zona caliente en la frontera con Siria y Líbano donde las tensiones pueden escalar en las próximas horas con la milicia chií de Hizbulá.
El asedio israelí sobre Gaza es feroz. No han cesado los bombardeos, en los que han muerto en los últimos 12 días más de 4.000 personas, según el recuento actualizado del Ministerio de Salud gazatí. Los más de 2 millones de habitantes viven sin agua, electricidad ni suministros básicos. Los hospitales están cerca del colapso. La mediación de Estados Unidos con Israel y Egipto permitió en las últimas horas la apertura del corredor de Rafah para la entrada de ayuda humanitaria. No será suficiente para aliviar la situación. Pero la emergencia humanitaria no frena los planes de Israel, que prepara la que promete ser la mayor operación terrestre desde que invadió Líbano en 2006.
«El alcance de esto va a ser mayor que antes y más severo. No va a ser limpio... Vamos a ir muy, muy agresivamente contra Hamás», amenazó el portavoz de las FDI, Richard Hecht. El objetivo declarado de la «Operación Espadas de Hierro» es desarticular a Hamás. Descabezar el mando político y anular las capacidades de las Brigadas Al Qassam, el brazo armado del grupo militante palestino.
El alto mando militar señala, sin embargo, que no pretende ocupar Gaza, un enclave que Israel abandonó en agosto de 2005 por iniciativa del entonces primer ministro, Ariel Sharón, que puso fin a casi cuatro décadas de presencia israelí en Gaza. Pero no a la ocupación de facto del enclave. Israel se reservó el control total de las fronteras y el espacio aéreo, así como el control de la circulación de personas, bienes y mercancías desde el exterior con la colaboración de Egipto.
Y ha ido más allá en los últimos 18 años, invadiendo Gaza hasta en dos ocasiones. En 2009, durante la «Operación Plomo Fundido», las fuerzas israelíes llevaron a cabo una incursión terrestre profunda. Era una prueba de fuego. En 2014, en el marco de la «Operación Border Protector», cambiaron de estrategia y llevaron a cabo una más limitada. Capturaron la zona próxima a la frontera para sellar los túneles subterráneos utilizados por Hamás para el contrabando de alimentos, combatientes y armas y evitaron a toda costa la guerra urbana, letal en un espacio tan densamente poblado como Gaza.
La tercera invasión parece inminente, pero Raouf Leeraar espera encontrar «algo diferente» a las anteriores. El miembro del Centro de Información y Documentación de Israel utiliza las mismas palabras que el teniente coronel Hecht, la cara visible del Ejército hebreo. El plan, señala este teniente en la reserva en conversación con LA RAZÓN, será «extraer a los rehenes minimizando los daños colaterales y, al mismo tiempo, destruir a Hamás». Leeraar se muestra confiado: «Solo entrarán en Gaza a pie si están seguros de que van a ganar. Lo conseguirán, dependiendo de la comunidad internacional y principalmente de Estados Unidos».
Los analistas militares anticipan que, en cuanto el gabinete de guerra dé luz verde, una o dos brigadas blindadas con carros de combate podrían avanzar hacia la costa, hasta alcanzar Deir al Balah, en el corazón de Gaza, y partir en dos la Franja. Otras dos o tres unidades del tamaño de una brigada podrían agruparse en el norte, incluyendo los alrededores de la ciudad de Gaza, y una o dos más en las ciudades del sur de Jan Yunis o Rafah. En este escenario, los combates podrían producirse en diferentes etapas y espacios reducidos. Leeraar, por su parte, cree que «lo harán empezando por el norte y luego barriendo hacia el sur».
Eliminar a Hamás
«Hamás estará preparada, aunque ya está debilitada por los ataques aéreos. Pero sí, muchos morirán y no será en poco tiempo», reconoce Leeraar. Eliminar al grupo militante palestino es para muchos una tarea imposible. El denominado Movimiento de Resistencia Islámico, creado al calor de la primera intifada por el jeque Ahmed Yasín, en principio como una rama local de los Hermanos Musulmanes, ha hundido sus raíces en Gaza. Gobierna en solitario y con puño de hierro la zona desde 2007 tras expulsar a su rival palestino, Fatah, sumido en el descrédito en Cisjordania, y está presente en organizaciones benéficas, escuelas y mezquitas.
Es omnipresente en la Franja, y tiene cada vez mayor respaldo en la Cisjordania ocupada. «Hamás seguramente preveía una respuesta israelí de este tipo y está bien preparada para luchar en una insurgencia urbana a largo plazo contra el avance de las fuerzas israelíes», escribe Marc Lynch, director del Instituto de Estudios de Oriente Medio de la Universidad George Washington, en las páginas de la revista Foreign Affairs. «Espera infligir bajas significativas a un Ejército que no ha participado en este tipo de combate en muchos años». Un informe de RAND Corporation indica que la resistencia del grupo en 2014 fue «hábil, adaptable y coherente. El personal estaba dispuesto a entrar en combate cuerpo a cuerpo con las fuerzas israelíes y llevó a cabo misiones de infiltración y emboscada con determinación».
Rehenes
La organización militante palestina cuenta además con una ventaja: los rehenes. El Ejército israelí cifra en 203 las personas secuestradas por Hamás en el ataque del pasado 7 de octubre. El portavoz de las Brigadas Al Qassam, Abu Obeida, amenazó con ejecutar a uno cada vez que Israel atacara residencias de civiles «sin previo aviso», aunque en los últimos días se ha abierto a negociar liberaciones si cesan los bombardeos. No está claro qué grado de importancia concede Netanyahu a los rehenes en el marco de la operación. Su ministro de Finanzas, el ultra Bezalel Smootrich, pidió a las FDI «no tenerlos en cuenta» a la hora de irrumpir en Gaza.
Leeraar asegura que la liberación de los rehenes «es la prioridad número uno». Pero no parece que haya un plan B para sacarlos de Gaza: «Sí, siempre hay un plan B. Creo que es un plan diplomático puesto en marcha por los actores geopolíticos implicados –Estados Unidos, Jordania, Egipto, Arabia Saudí, Israel, Irán, Rusia–. Si Hamás libera a los rehenes antes de que Israel los expulse de Gaza, entonces podrían detener antes la invasión terrestre», explica. «Solo hay un gran pero –admite–, y es el frente norte. ¿Qué ocurrirá en el norte cuando Israel entre? Esto podría cambiar el juego por completo».
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