Golpe de Estado
Los golpistas en Níger proponen "un periodo de transición" no superior a tres años
Tras reunirse con la delegación de la CEDEAO, Abdourahamane Tchiani comunicó a través de la televisión nacional el inicio de un diálogo nacional con el resto de las formaciones políticas
Hay una pregunta que el ser humano lleva formulándose desde los horizontes de su existencia, independientemente de los avances tecnológicos y sociales, sin importar el desarrollo de las civilizaciones ni su ubicación geográfica: ¿habrá guerra o no la habrá? Y con el interrogante asoma una turba de emociones. Millones de ciudadanos de África Occidental se repiten hoy la dramática pregunta. ¿Habrá guerra en Níger? La lógica parece apuntar que no. La inestabilidad reinante en la región, añadida a la tensa situación global y la escasa capacidad de liderazgo de nuestros gobernantes, inclina la balanza hacia una respuesta afirmativa. Porque esta es una pregunta que depende de un juego de equilibrios muy fino y que se encuentra en manos de unos pocos.
Tras anunciar los líderes de la CEDEAO el pasado 10 de agosto que se activaría una fuerza regional con el fin de intervenir militarmente en Níger, siempre que la vía del diálogo quede agotada, y después de reunirse en Accra (capital de Ghana) los jefes del Estado Mayor de la Defensa de la CEDEAO entre el 17 y el 18 de agosto, los tambores de la guerra murmullan con entusiasmo. Los altos mandos militares indicaron tras su cumbre extraordinaria que habían especificado un “día D” para llevar a cabo la citada intervención, aunque no llegaron a especificar el día, ni el número de tropas que aportaría cada país, ni qué países participarían de manera efectiva. Las sucesivas reuniones de los líderes de la CEDEAO han abierto más interrogantes que respuestas, dudas que se suman a esta pregunta tenebrosa que nadie se atreve a responder con claridad.
Cada paso que avanza el bloque de la CEDEAO, dividido y desmenuzado tras ser suspendidas de la organización las cuatro naciones gobernadas por militares (Mali, Guinea Conakry, Burkina Faso y Níger), cada amenaza, cada redoble del tamtam que se sucede, la evidencia apunta que una posible guerra se aproxima más en esta partida de cartas a un arriesgado farol que a una realidad factible. Harían falta mucho dinero (mucho), un número ingente de combatientes y un apoyo popular e internacional considerable para que la intervención triunfe.
Pero la pregunta carga el ambiente y provoca temblores en los labios de quienes se atreven a musitarla. Organizaciones afines a los golpistas en Níger iniciaron este sábado un programa de reclutamiento de civiles en el Estadio Nacional de Niamey, con la intención de crear un cuerpo de voluntarios de defensa que hagan frente a una posible coalición de la CEDEAO. Nacen ahora nuevas cuestiones, se acumulan: ¿Cómo pretenden armar a estas milicias? ¿Qué secreta asociación con una nación extranjera alimentaría el arsenal nigerino, ahora que Francia ha suspendido su ayuda? En fin: Si hay guerra, ¿quién luchará en ella y cómo? Esta es otra pregunta recurrente que ya desgastaron nuestros antepasados.
Y la imagen de tantos jóvenes nigerinos reunidos en el estadio, aparentemente impacientes por derramar su sangre por un concepto de libertad retorcido bajo el uniforme de los militares que tomaron el poder en julio, una imagen de bullicio y sudor acumulado perfumados por el sol africano, demuestra que una intervención militar en Níger no sería el paseo que supuso la intervención de la CEDEAO en Gambia en enero de 2017.
Es una pregunta terrible porque una respuesta afirmativa vendría escrita en sangre. Es una pregunta frivolizada por los analistas que observan desde la seguridad de Europa, aunque letal para quienes se la formulan en la intimidad de sus hogares en Niamey. Una respuesta afirmativa podría llevar al colapso definitivo de la región, con la consecuente avalancha de migraciones a Europa, con el yihadismo alzándose como gran ganador y con las instituciones construidas con la sangre de tantos africanos valientes reducidas a la ignominia.
Burkina Faso ha reiterado este sábado su apoyo a Níger y nuevas informaciones sin confirmar apuntan que el capitán Ibrahim Traoré ha enviado aviones de combate a la nación vecina con la intención de demostrar que habla en serio. No cabe duda de que la determinación de Traoré, líder de Burkina Faso, supera en apariencia el apoyo mostrado en las últimas semanas por Mali y Guinea Conakry. ¿Habrá guerra? Pero al capitán que gobierna desde su refugio en Uagadugú no le importa la respuesta. En cualquiera de los casos actuará con contundencia. El ansia de guerra que posee a este hombre todavía no conoce límites.
Pasos hacia la paz
Sin embargo, y pese a acumularse tantas noticias que apuntan al drama, aún aparecen nuevos indicios que permiten mantener la pregunta abierta. Puede haber paz. Una delegación de la CEDEAO ha sido recibida este sábado en Niamey por el general Tchiani, líder de los golpistas de Níger, cuando la misma delegación fue rechazada por los militares hace apenas dos semanas. Esto indica que Tchiani se muestra más abierto a la vía del diálogo que antes de la reunión de líderes de la CEDEAO el 10 de agosto. El general incluso permitió a la delegación reunirse con el presidente Bazoum, que lleva prisionero de los militares desde la mañana en que ocurrió el sonado golpe.
¿Están surtiendo efecto las amenazas?
Momentos después de concluir el encuentro, Abdourahamane Tchiani pronunció un discurso en la televisión pública nigerina donde los amantes de la paz encontramos varios escollos a los que aferrarnos: primero, negó su intención de “confiscar el poder” y aseguró un periodo de transición política que no durará más de tres años; segundo, anunció la apertura de un diálogo nacional donde participarán el resto de formaciones políticas de Níger y ofreció un plazo no superior a los 30 días para que estas presenten sus propuestas. Independientemente de la veracidad de sus intenciones, este último discurso de Tchiani significa un enorme paso hacia delante para rebajar las tensiones que se acumulan en África Occidental.
Una de cal y una de arena. Miles de nigerinos se arman entre que los golpistas inician un posible diálogo nacional. La CEDEAO amenaza un día y envía delegaciones con intenciones pacíficas al siguiente. Una de cal y una de arena. Es la única manera de responder a la cuestión antes de que llegue a su final. Porque esta duda fundacional del ser humano, si habrá guerra, no puede responderse del todo hasta que se escribe el último símbolo de interrogación de la última pregunta que la persigue.
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