Opinión

Los Leopard ayudarán a Ucrania, y a Alemania también

Berlín asume una mayor responsabilidad europea e internacional tras superar su “línea roja” de no enviar carros de combate a Kyiv

El ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, conversa con soldados durante su visita a la zona de entrenamiento del Ejército en Altengrabow
El ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, conversa con soldados durante su visita a la zona de entrenamiento del Ejército en AltengrabowDPA vía Europa PressDPA vía Europa Press

Empujada por EE UU, Alemania va a suministrar los tanques Leopard a Ucrania. Un nuevo paso cumplido tras dudas y debates. Y el debate ya se ha trasladado al suministro de aviones de combate. Hay un aire de “déjà vu” en el aumento de la tensión, seguido de las decisiones alemana y estadounidense de entregar tanques pesados a Kyiv. Desde el comienzo de la invasión rusa, hace once meses, cada paso en la escalada del tipo de armamento suministrado al Ejército de Kyiv ha dado lugar a las mismas vacilaciones, contradicciones públicas y, después, a la decisión bajo presión. Y, desde luego, no será la última vez.

Así ocurrió al principio del conflicto con el suministro del material de la época soviética que estaba entre las manos de los ejércitos de Europa Central y Oriental; luego con la artillería de largo alcance, o los lanzamisiles, o las baterías antiaéreas Patriot. Cada vez, una doble duda: el miedo de provocar a Moscú y, por tanto, a verse implicado en un conflicto más amplio; y cuestiones operativas. A esto, hay que añadir, en lo que respecta a los tanques Leopard 2, el contexto político alemán y la indecisión del canciller Olaf Scholz. Ahora bien, en cada etapa, el argumento de la reacción rusa ha sido rápidamente desechado; incluso cuando Putin decía que no iba “de farol”, o cuando Medvedev, el anterior presidente, afirmaba que las entregas de Patriot convertirían a los occidentales en “objetivos legítimos”. Nada de esto ha ocurrido.

Tanques Leopard y Abrams
Tanques Leopard y AbramsMiguel Roselló

El argumento que gana siempre es la evolución del conflicto sobre el terreno desde una fase defensiva a una ofensiva, y luego a una línea de frente relativamente estable de casi 1.000 kilómetros. Y a partir de ahora, la previsión de grandes ofensivas, en los próximos meses, para intentar, por ambas partes, recuperar la ventaja.

Rusia ha movilizado a 300.000 reclutas, quizás más en un futuro próximo, y apuesta por su apisonadora para imponerse. Ucrania, por su parte, depende en gran medida de la superioridad de sus armas, o más bien de las suministradas por Occidente, más sofisticadas que las de los rusos. Es una auténtica carrera contrarreloj antes de la primavera y el deshielo. Occidente se ha implicado gradualmente en esta escalada, poniendo a prueba en cada etapa tanto las reacciones rusas como la capacidad de los ucranianos para hacer un buen uso de las armas. Ucrania quería más, más rápido.

Tan pronto como se decidió lo de los tanques pesados, el debate se centró ya en la entrega de aviones occidentales. Dmytro Kuleba, Ministro de Asuntos Exteriores ucraniano, pidió aviones de combate occidentales, y Países Bajos afirmó estar considerando la entrega de F-16 de fabricación estadounidense a Ucrania. Hay una lógica en esta escalada en curso: Occidente está ahora demasiado comprometido con Ucrania como para permitir que pierda ante Rusia. Una victoria de Putin tendría consecuencias demasiado graves para el equilibrio de poder internacional, no solo en Europa sino también en el mundo.

Además, los tanques Leopard plantean la cuestión del liderazgo en Europa. El envío de tanques pesados alemanes a Ucrania va más allá del simple aspecto de equipamiento militar, se trata también del papel de Alemania en la defensa europea. En Berlín, la forma en que se desarrolla el debate va más allá de la simple cuestión del armamento. También hay una cuestión de liderazgo europeo, hay una cuestión de influencia... La primera cuestión es que Alemania ha dado largas hasta ahora a la hora de proporcionar equipamiento defensivo a Ucrania. Se ha considerado que se niega a tomar partido en el conflicto.

El segundo punto es que la doctrina tradicional de Alemania es no suministrar equipamiento a un país en guerra, por lo que se ve obligada a comprometer su doctrina tradicional. En tercer lugar, la pregunta que todo el mundo se hace es hasta qué punto los rusos considerarán que estamos dando un nuevo paso en la escalada de esta guerra y cómo reaccionarán. ¿Y no consideran que Alemania está entrando en una situación de cobeligerancia? También le toca a Alemania implicarse un poco más en la medida en que se trata de un conflicto que está en Europa, a unos cientos de kilómetros de sus fronteras, y que puede tener consecuencias muy directas puesto que podría degenerar si las cosas se ponen feas en un conflicto entre la Alianza Atlántica y Rusia. Todos participarían y, en primer lugar, Alemania.

La cuestión de fondo quizá sea que ha llegado el momento de que Alemania asuma una mayor responsabilidad europea e internacional y haga un esfuerzo adicional en el ámbito de la defensa. Para Berlín como Bruselas, ha llegado el momento de cambiar esta política y ser mucho más proactiva y mucho más solidaria con sus aliados en esta cuestión.

Frédéric Mertens de Wilmars es profesor y coordinador del Grado en Relaciones Internacionales en la Universidad Europea de Valencia