Rusia
Espías rusos visitaron a Navalni dos días antes de su muerte
El equipo del opositor acusa al Kremlin de retrasar la entrega del cuerpo porque está ocultando pruebas sobre la causa real del fallecimiento
La muerte el pasado viernes del líder opositor ruso Alexei Navalni sigue dando que hablar en Rusia, aunque no a través de los medios oficiales. La familia del político a día de hoy no ha podido recuperar su cadáver y nadie ha confirmado dónde se puede encontrar. Antiguos colaboradores de Navalni denunciaron este fin de semana que el Kremlin lo ha escondido para evitar que médicos independientes lo puedan examinar y determinar las causas reales de su muerte. A la madre del fallecido, que se trasladó el sábado a la cárcel donde perdió la vida Navalni, sólo se le ha entregado un certificado de defunción que afirma que el fallecimiento de su hijo se produjo el 16 de febrero a las 14:17 hora local por una muerte súbita.
Las autoridades rusas han afirmado que el cuerpo del disidente se entregaría a la familia una vez se determinen las causas de la muerte, aunque nadie ha acertado a decir dónde se encontraba ni las pruebas que se le habrían realizado hasta el momento. La autopsia podría haberse retrasado hasta la llegada de un equipo médico llegado desde Moscú. La importancia de lo ocurrido y su repercusión internacional habrían empujado al Kremlin a ocuparse directamente del caso y encargárselo a doctores de confianza.
Habitantes de la zona donde se encuentra la prisión vieron durante la tarde del sábado el aterrizaje de un avión privado, cuyos ocupantes habrían sido acompañados por funcionarios gubernamentales de esta ciudad en coches oficiales. Ayer se supo que el cadáver de Navalni presentaba hematomas, aunque estos no tenían por qué deberse a golpes, sino a las convulsiones previas a su muerte. La noticia la daba el medio independiente «Novaya Gazeta Europa», que citaba a una fuente anónima que podría haber visto el cuerpo de Navalni. Según ese testigo, el cadáver presentaría numerosos hematomas, uno de ellos en el pecho, posiblemente provocado por los intentos de reanimar al político.
Por su parte, el periódico británico «The Times» ha ido más allá en su teoría sobre las extrañas circunstancias que rodean la muerte del disidente y ayer publicaba que, durante las horas previas al fallecimiento de Navalni, habrían llegado varios oficiales del Servicio Federal de Seguridad ruso (FSB) a la colonia penal IK-3 de Jarp, en la región de Yamal-Nenets, en donde se encontraba privado de libertad el opositor. El rotativo británico, que cita a fuentes del interior de la cárcel, asegura que durante la supuesta visita se procedió a desconectar y desmantelar algunas de las cámaras de seguridad y dispositivos de escucha en las instalaciones.
Al parecer, la visita fue mencionada en un informe de la sección local del Servicio Penitenciario Federal (FSIN) y no fue el único hecho sospechoso en torno a la muerte del líder opositor el día de su fallecimiento. Siguiendo la cronología de lo sucedido, sorprendería comprobar la velocidad con la que las autoridades anunciaron lo ocurrido, teniendo en cuenta que la prisión se encuentra en medio de la nada, a 1.900 kilómetros de Moscú, según recogía una publicación firmada por el grupo pro derechos humanos Gulag.net.
Apenas dos minutos después de la hora en que se informó oficialmente de la muerte de Navalni, las 14:17 hora local (10:17 hora peninsular española), el servicio penitenciario publicó lo que parecía ser un comunicado de prensa ya preparado; cuatro minutos más tarde, un canal controlado por el Estado en Telegram informaba de que la causa de la muerte fue un coágulo de sangre, y siete minutos después, Dmitry Peskov, el portavoz del presidente Vladimir Putin, comentaba la noticia con los periodistas. «Este rápido momento sólo puede significar una cosa», afirmó el grupo de derechos humanos. «Todo fue planificado y coordinado, hasta el comunicado de prensa del FSIN. Minuto por minuto. Segundo a segundo».
Los actos de recuerdo a Navalni, iniciados el mismo día de su muerte en Rusia, cesaron ayer por el miedo de la población a ser detenida o a que los datos personales que la Policía les obliga a facilitar sean utilizados en su contra. Desde el viernes se han contabilizado más de 401 detenciones en 36 ciudades de todo el país, según las cifras de la ONG OVD-Info. Las flores y pancartas depositadas por los rusos en lugares tan significativos como la famosa Piedra Solovetsky o el puente Bolshoi Moskvoretski en Moscú y el monumento a las víctimas de la represión política en San Petersburgo han desaparecido, como el cuerpo de Navalni.