Trabajo infantil
Los esclavos de Nestlé que no lo son
Frente a las acusaciones de que Nestlé mantiene a un millón de niños esclavos en Ghana y Costa de Marfil, una aproximación al terreno desvelaría una realidad más complicada de asimilar
Élisée se rasca la cabeza entre que responde a las preguntas. Él estaba sentado debajo del gran árbol de su poblado como un día cualquiera, relajándose, pensando en sus cosas, cuando un periodista europeo apareció subido en una motocicleta y se lanzó a interrogarle después de que le señalaran que Élisée es un agricultor de cacao. Estamos en Costa de Marfil, en una agrupación de casas a las afueras de Yamusukro que, de pequeña que es, ni siquiera tiene nombre en los mapas. Aquí viven el agricultor y su familia, para desconocimiento absoluto de un mundo que gira como enajenado en busca de algo que Élisée no parece necesitar.
Es porque Élisée tiene la apariencia de un hombre satisfecho. Posee tres hectáreas de tierra para cultivar cacao, lo mismo que sus dos hermanos, mientras los años pasan y los músculos de sus hijos se endurecen a medida que los suyos pierden el vigor de la juventud. Tres hectáreas de cultivo de cacao le aportan una cantidad anual aproximada de 1,5 toneladas de cacao por hectáreas. A 900 francos CFA el kilo (1,37 euros), cada año se embolsa al terminar la cosecha 6.165 euros, si las lluvias han sido generosas y ninguna plaga ha afectado a las plantas.
¿Tiene algo de lo que quejarse? “No. Quizás me gustaría que el gobierno invirtiese más dinero en desarrollar nuevas técnicas para el cultivo, pero estoy contento, en general no me quejo”. Élisée plantaba plátanos hasta hace seis años, momento en que decidió sustituir gradualmente sus cultivos por el cacao, mientras sólo hace dos años que se dedica en exclusiva al cultivo y cosecha de este oro tostado. No se queja. Es más, se alegra de que el precio del cacao haya ascendido de forma gradual en los últimos años, donde el kilo se pagaba a 750 francos CFA hace cinco años y, probablemente, espera, supone, no quedará mucho hasta que se pague 1.000 francos CFA por cada kilo.
Siempre despierta un ramalazo de esperanza encontrar al individuo satisfecho con su vida. A Élisée no le importa que el cacao se pague a más de 2 euros en Latinoamérica, ni a cerca de 3 euros en Europa. No le importa ser el que menos gana a cambio de sudar y astillarse las manos. Mantiene su postura sonriente y relajada debajo del gran árbol de su aldea.
“Mi hermano se dedica al cacao, mi otro hermano también, pero mi padre se dedicaba al plátano. ¿Quién sabe lo que harán mis hijos cuando yo me vaya? Espero que cultiven también cacao, pero nadie sabe lo que pasará”. La excitación inunda las pupilas del marfileño mientras imagina el futuro de sus hijos. Sus hijos, niños todavía, trabajan hoy también en el cacao y lo confirma sin remilgos. Lo dice como de pasada tras ser preguntado por ello: “Cuando es el momento de recoger el cacao, lo recogemos todos en la familia, mis hermanos, las mujeres, nuestros hijos, todos, no dejamos de trabajar hasta que terminamos”. A Élisée no le interesa lo que piensen los europeos sobre la mano de obra infantil. Se trata, simplemente, de un concepto que no se aplica a su situación.
Decenas de acuerdos internacionales y de proyectos ideados por organizaciones de prestigio, millones de dólares invertidos en programas de concienciación se esfuman cuando aparece Élisée sentado bajo el árbol. ¿Explotación infantil? “Recogemos el cacao en septiembre, toda la familia”, repite, “igual que hice yo de pequeño. Los niños no suelen perderse más de una semana de colegio, si llegan a perderla”. El agricultor no logra entenderlo. ¿Qué tiene de malo que sus hijos le ayuden a recoger el cacao? ¿O es que pretenden que lo recoja todo él y que le de tiempo? ¡No tiene cuatro manos!
Nestlé y Barry Callebout
Niega con la cabeza y sonríe levemente. Ignora lo que pueda ocurrir en plantaciones de mayor envergadura, pero la suya le concede el dinero justo para que su familia y él sobrevivan el resto del año. Confirma que la mayoría de los agricultores de cacao del área de Yamusukro se tratan de pequeños terratenientes como él, mientras “lo normal es que sea un negocio familiar” que luego vende su cacao a la cooperativa, que luego se encargará de venderla a los compradores internacionales.
Uno de los compradores internacionales con mayor presencia en el área de Yamusukro es la compañía de chocolate belga conocida como Barry Callebout, socio indispensable de Nestlé en la compra de cacao de Costa de Marfil. Aunque tanto Barry Callebout como Nestlé sobrevienen graves problemas legales a causa de la satisfacción con que se desenvuelve el bueno de Élisée. Las chocolateras han sido denunciadas en multitud de ocasiones por contar con casos de trabajo infantil en su cadena de suministros, denuncias que deterioran gravemente la imagen de estas marcas.
Nestlé ha procurado implementar programas de acción destinados a la erradicación del trabajo infantil en las plantaciones, hasta ahora con escaso éxito. En 2012 se inició un plan cuyo final estaba previsto para 2016 y que procuraba la eliminación absoluta del trabajo infantil gracias a la construcción de escuelas, la monitorización de los cultivos y cadenas de suministros, la implementación de programas de concienciación entre los agricultores, etc. Fue un fracaso. Más recientemente, en enero de 2022, se inició un nuevo programa basado en incentivos económicos concedidos en efectivo a los propios agricultores. Así se pretende facilitar a las familias agricultoras el pago de las tasas escolares para sus hijos, la contratación de jornaleros o la diversificación de su economía por medio de inversiones en terceros negocios.
Dicho programa está siendo actualmente testeado con 10.000 familias agricultoras en Costa de Marfil, y se espera que también llegue a Ghana en 2024, el otro gran proveedor africano de Nestlé. La compañía procura combatir así las graves acusaciones que se presentan contra ella con relación al trabajo infantil, pero también sobre la esclavitud y la explotación de niños para su uso en los campos de cultivo. En el pasado reciente se ha llegado incluso a acusar a Nestlé de esclavizar a más de un millón de niños en Costa de Marfil y en Ghana.
Pero esta última afirmación no encajaría del todo con la realidad. Pese a que la imagen de un millón de niños encerrados en oscuras habitaciones durante su tiempo libre y apaleados por un malévolo capataz blanco casaría con un ideario cinematográfico, Nestlé no posee grandes extensiones de cultivo en Costa de Marfil en donde utilizar estos niños esclavos. El procedimiento indica que es gente como Élisée quien posee la tierra y cultiva el cacao de la manera que considera conveniente, para luego venderlo a las cooperativas, que luego lo venden a Nestlé. Si pudiera criticársele algo a Nestlé, esto sería su participación en una dinámica que implica trabajo infantil, mientras acusarles directamente de la esclavitud podría considerarse una afirmación alejada de la estricta realidad.
Precisamente sería la falta de poder de Nestlé sobre los agricultores lo que ha provocado un fracaso tras otro a la hora de cumplir las sucesivas campañas para acabar con el trabajo infantil. La decisión depende de Élisée, el padre de los niños. Diez agricultores entrevistados con hijos en edad escolar confirmaron que sus niños trabajan durante el mes de septiembre en las cosechas, dando a entender que, si las chocolateras siguieran una estricta política de no comprar cacao producido en estas circunstancias, cabe la duda de si podrían comprar cacao del todo.
Mientras esté satisfecho con el orden de su vida, Élisée afirma que no mostrará ningún interés real por cambiarla. Concede que sólo excluiría a sus hijos de la cosecha “si el precio del cacao subiera lo suficiente como para contratar a jornaleros”. Algo que no pasará, lo quiera Nestlé o no, hasta que los consumidores estén dispuestos a pagar 10 euros en lugar de los 5 euros actuales que cuesta un pack de cinco tabletas de 125 gramos de Nestlé extrafino.
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